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Trincheras en Mar del Plata

La Cumbre de las Américas se transformó en una batalla por la supervivencia del ALCA, la zona de libre comercio que impulsa Estados Unidos.

30 de octubre de 2005

La IV Cumbre de las Américas que tuvo cita en la ciudad argentina de Mar de Plata funcionó como una trinchera para dos vertientes que recorren el continente. La primera la encarna Washington, que ha utilizado la cita para voltear su mirada una vez más hacia el continente. George W. Bush ha intentado revivir el casi difunto ALCA (un acuerdo comercial que se convirtió en promesa ene la primera cumbre en 1994, bajo la administración Clinton, y que iría desde Tierra del Fuego hasta Alaska). La otra cara de la cumbre es el omnipresente mandatario venezolano Hugo Chávez. Atiborrado de petrodólares, el venezolano ha unido fuerzas nada más y nada menos que con el astro del fútbol, Diego Maradona. El objetivo: liderar manifestaciones de miles de personas en contra de Washington y las políticas comerciales que intenta impulsar en la región. Más de 10.000 personas se unieron al futbolista y al antiguo coronel. El ALCA se quedó sin mención en la declaración final de la cumbre. La victoria fue para Chávez.

La retórica, por supuesto, no se hizo esperar al arrancar la cumbre. "Cada uno de nosotros trajo una pala de enterrador, porque aquí en Mar del Plata está la tumba del ALCA" dijo Chávez. Pero no todos los países comparten la visión de Chávez. El presidente salvadoreño Tony Saca, que recientemente firmó un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos, aseguró: "No hemos venido al entierro del ALCA. Hemos venido a reiterar nuestra voluntad férrea de creer en el libre comercio".

Y es que todos los países del continente, menos Cuba y Canadá se alistaron para una dura negociación con E.U., cuyo máximo representante, el presidente Bush, llegó a la cita en uno de los momentos más complicados de su mandato. La caída de la popularidad del actual inquilino de la Casa Blanca se ha acentuado en las últimas semanas. Se trata de una situación difícil para convencer a los representantes de la región, especialmente ahora que la zona ha dado pasos significativos para configurar su propio modelo de integración.

Las discusiones sobre el ALCA desplazó en las conversaciones previas al que era, en teoría, tema de la cumbre: "Crear trabajo para enfrentar la pobreza y fortalecer la credibilidad democrática". "Es un hueso atravesado en la garganta", ha declarado el ministro de Exteriores venezolano, Alí Rodríguez, que participó junto a sus homólogos en las últimas sesiones de trabajo previas a la reunión de los jefes de Estado, que llegaron a la ciudad costera argentina.

Washington está decidido a hacer avanzar la propuesta y cuenta para ello con el respaldo firme de Canadá, México y Chile, países con los que ya tiene tratados económicos especiales. Enfrente, se encuentra el Mercosur, al que en diciembre se sumará como miembro pleno Venezuela. Una oposición que se ha dado desde que, en 1994, E.U. propusiera unificar todo el continente en un área de libre comercio. Sin embargo, algunos socios del Mercosur se han mostrado partidarios de alcanzar acuerdos bilaterales con E.U., lo que en la práctica supondría la ruptura de la estrategia comercial del mercado común suramericano.

La región, especialmente en el Cono Sur, comienza a esbozar un sistema que prefiere primar primero las alianzas regionales y que, en esencia, se convierte en una alternativa a la idea estadounidense de configurar un continente sin barreras comerciales y políticamente controlado: las líneas maestras del ALCA, el proyecto por el que E.U. apuesta desde hace más de una década y que no goza de apoyos suficientes ni siquiera en el interior de su propio territorio. Chávez y Castro aseguran que la propuesta de E.U. fortalecerá a las grandes empresas de Estados Unidos a expensas de los trabajadores de América Latina, e insisten en impulsar el acuerdo de comercio de la Alternativa Bolivariana para América (ALBA) basada en ideales socialistas. El proyecto todavía no tiene muchos adeptos, pero sí ha servido para contrarrestar el impulso del ALCA.

A pesar de ello, el presidente Bush viajó a Argentina con la maleta llena de propósitos comerciales. Su interés principal es impulsar el mencionado ALCA, pero al fracasar en el intento, el mandatario estadounidense tuvo el consuelo de haber avanzado en este ámbito con muchos de los países de la región. Entre ellos, los centroamericanos, con quienes está a punto de rubricar el Cafta, y los países andinos, que también ultiman un TLC con E.U. Unos acuerdos que permiten a la Casa Blanca ganar mucha influencia en algunas áreas.

Pero además de estos intereses, Bush también intentó ganar la simpatía de aquellos que se muestran más reticentes a sus planes comerciales. El mandatario estadounidense reunió con el presidente argentino, Néstor Kirchner. El saldo de este encuentro ha sido neutral. En la rueda de prensa conjunta, Bush declaró que ve positivo que el Gobierno argentino adopte una posición más dura en las negociaciones con el FMI. Sin embargo, el inquilino de la Casa Blanca se ha negado a respaldar estas discusiones para conseguir un nuevo acuerdo, un gesto deseado por Kirchner.

Con independencia de las reuniones bilaterales, los analistas no esperaban demasiados avances de una cumbre que se inicia sin que los 34 países participantes hayan podido consensuar una declaración final. El objetivo, por lo menos en papel, era buscar políticas comunes para combatir la pobreza y fortalecer la democracia. Un enunciado lo suficientemente poco concreto para que todo encaje. Hasta las radicales discrepancias que existen entre unos y otros a la hora de establecer las estrategias necesarias para conseguir el objetivo propuesto.

Lula y Kirchner, por ejemplo, creen que el sistema pasa por una drástica reducción de los subsidios agrícolas con los que Washington subvenciona a este sector productivo e impide la libre competencia que tanto predica. Mientras, Bush quiere que se derriben los aranceles y se escriban leyes para la protección de las patentes y la propiedad intelectual. La misma disputa de siempre, la que enturbia la firma de los tratados de libre comercio con algunas áreas y complica la finalización de la ronda de Doha en el seno de la OMC.

En esta ocasión, el presidente estadounidense cuenta con dos fuertes aliados: México y Canadá. Los gobiernos de las tres naciones han formado un bloque con el objetivo de impulsar el ALCA. Incluso, a pesar de la oposición manifiesta de los miembros del Mercosur (Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay), están dispuestos a avanzar en este tratado comercial de una forma paralela. El presidente mexicano, Vicente Fox, ha asegurado esta misma mañana que se baraja la posibilidad de formalizar este acuerdo entre todos los países del Continente salvo con Argentina, Venezuela, Brasil, Paraguay y Uruguay. Una posible opción que fragmentaría a la comunidad latinoamericana.

La unidad entre México y E.U. no va más allá de lo estrictamente comercial. Ambos países están enfrentados en el aspecto laboral, otro de los temas fundamentales en esta Cumbre. El Gobierno de Bush se niega a introducir un párrafo que diga que los inmigrantes tienen derechos laborales que deben ser respetados aunque no dispongan de los permisos legales de residencia. Pero México, que contabiliza ocho millones de emigrantes ilegales en E.U. está empeñado en sacar adelante esta puntualización. En el centro del combate otros países como Chile o Colombia que intentan mantener un equilibrio cada vez más difícil entre las posiciones contrapuestas de los dos bloques.

Pero la falta de perspectivas políticas reales, no será un obstáculo para que la reunión proporcione imágenes quizá impagables como el momento en que Bush se encuentre con el mandatario venezolano Hugo Chávez, un crítico que es parte fundamental, junto al ausente Fidel Castro, de una nueva corriente anti-estadounidense en la región. Al final, la cumbre fue un fracaso para Bush y una vicotira para Chávez.