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La meta, mantener a los niños por fuera de los lugares de trabajo. Niños del barrio El Tesoro (Ciudad Bolívar). | Foto: Gabriela Sáenz Laverde

Sostenibilidad

Qué hacer con el trabajo infantil

En Colombia hay 1,8 millones de niños trabajando. La mayoría están en Montería, Bucaramanga e Ibagué y en los sectores agrícola y de comercio. Especial de Conexión Colombia para Dinero.com.

Gabriela Sáenz Laverde
15 de junio de 2011

Un niño que trabaja es hijo y nieto de otros que en su infancia trabajaron. Es un círculo vicioso que podría prolongarse indefinidamente si gobiernos, organizaciones y sociedad civil no toman medidas radicales.

La cifra es aterradora y va en aumento. Según un estudio publicado recientemente por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), 1.849.987 infantes actualmente están trabajando en el país, todos por fuera de los esquemas de la legalidad. Son 250.000 más niños trabajando que en 2007 cuando se hizo el último sondeo.

Según datos del Dane de 2009, el 37% de los niños trabajadores lo hace en la agricultura, el 30,5% en comercio, 13,6% en industria, 10,7% en otros oficios y 7,6% en servicios. Las ciudades donde se concentra más el trabajo infantil son Montería (12,9%), Bucaramanga (12,1%) e Ibagué (10,9%).

A todas luces, a los niños trabajadores se les están violando sus derechos. El niño que entra al mercado laboral está perdiendo el derecho a descansar y a jugar. Aunque en apariencia estos son derechos superfluos, son realmente fundamentales para adquirir otras competencias, que van desde la capacidad de mostrar afecto hasta la facilidad de aprender matemáticas. El cerebro de un niño, todavía en crecimiento, necesita del descanso y el juego para terminar de crearse.

La violación de derechos es mucho más grave cuando se habla de la explotación sexual o el reclutamiento forzoso para el conflicto armado. “Las niñas sufren una pérdida de futuro cuando son víctimas de explotación sexual”, afirma Ximena Norato, directora de la Agencia Pandi, una agencia de comunicaciones dedicada a promover la defensa de los Derechos Humanos y especialmente los derechos de la niñez. “Piensan que no nacieron para nada más”.

Es aún peor lo que sucede en los casos de reclutamiento en el conflicto armado, que también es una forma de trabajo infantil. “En estos casos el niño pierde todos sus derechos, es un objeto de guerra utilizado para la guerra”, agrega Norato. Los niños que trabajan pierden una etapa irrecuperable de sus vidas, tanto para su formación académica como humana.

 

De igual forma, para el niño o niña el trabajo tiene unas consecuencias físicas, especialmente cuando éstos empiezan a trabajar en industrias como ladrilleras, cementeras, y plazas de mercado. Sus huesos no han terminado de formarse, son todavía elásticos, es decir, que al mandar a un niño a trabajar, o al darle trabajo a un niño, se está contribuyendo a deformar a esta persona.

Ahora, más allá del individuo, están los costos sociales de tener niños trabajando. Al contratar a un infante se está frenando el mismo desarrollo del país. La realidad es que mientras menos gente educada haya en la fuerza laboral, más tiempo tomará alcanzar el desarrollo anhelado.

Los niños que trabajan son personas que prolongan el espiral de pobreza. Según Gloria Carrascal de la fundación Estructurar, una entidad sin ánimo de lucro que se dedica a luchar contra el trabajo infantil en Bucaramanga y sus alrededores, los niños simplemente se convierten en replicantes de su misma situación. Es decir, que al no tener herramientas necesarias para superar sus condiciones de pobreza, tampoco podrán inculcarlas en sus hijos. “Pueden además darse casos de prostitución, actividades delictivas, ingreso a pandillas, consumo de sustancias psicoactivas”.

Y por otra parte, los niños trabajadores salen a asumir una vida para la cual no están preparados. Un niño que trabaja en la calle está expuesto al sol, la lluvia, el smog, el tránsito. Así mismo, según la Organización Internacional del Trabajo el trabajo en el sector agrícola aumenta el riesgo de los niños trabajadores, pues están en contacto permanente con químicos pesticidas, y herramientas peligrosas como machetes y cuchillas.

Sin embargo, el tema del trabajo infantil en el campo es un debate que puede ampliarse. Para Hernán Correa, de la Fundación Escuela Nueva, la cultura campesina implica unas dinámicas sociales diferentes. El principio del trabajo es radicalmente distinto, pues tiene más que ver con colaborar y continuar el aprendizaje y menos con “ganarse el jornal”. Sin embargo, concuerda con Carrascal y Norato en que, cuando las condiciones de pobreza son tan extremas que el niño debe abandonar la escuela y dedicarse a trabajar en el campo, es una pérdida para el proyecto de crecimiento del país.

Más allá de los debates, la solución frente al trabajo infantil depende de un cambio cultural y de un esfuerzo de la sociedad como conjunto. Tal parece que nos hemos hecho insensibles frente al trabajo infantil hasta llegar a considerarlo parte del paisaje, cosa que debe llegar a su fin. Hace falta hacer un examen de consciencia y preguntarse si será correcto ignorar, o en el peor de los casos promover el trabajo infantil.

“El Estado, la familia y la sociedad tienen que actuar juntos, de manera articulada y sostenida para lograr resultados en esa tarea que nos involucra a todos”, se lee en un estudio publicado la semana pasada por la Fundación Telefónica, que lleva más de diez años adelantando el programa Proniño contra el trabajo infantil.

Norato agrega que no es trabajo únicamente de una fundación ni del Estado, sino un problema de absolutamente toda la sociedad, que tiene que visibilizar el problema, sacarlo del paisaje y participar para acabar de raíz con el trabajo infantil.

Para quienes trabajan en el tema, debe hacerse una intervención sistémica, que incluya a los padres de familia como participantes de la experiencia. Es decir, que no vale nada sacar a los niños del mercado laboral si esta necesidad viene desde los padres. Inculcarles a los padres la importancia de evitar el trabajo infantil resulta inevitablemente en el retorno de los niños al esquema de la educación formal.

Por otra parte, cuenta Gloria Carrascal, para hacer un trabajo efectivo debe hacerse gradualmente y con flexibilidad. Estructurar, por ejemplo, organiza sus actividades alrededor del trabajo de los niños, y han descubierto que esta actitud es muy efectiva pues eventualmente los niños dejan el trabajo y, con el apoyo de sus familias, entran tiempo completo a la fundación, que se dedica a la educación y preparación vocacional de los jóvenes.

Y ya, como individuos, podemos luchar contra este flagelo diciendo NO. No a contratar empleadas domésticas menores de edad, no a la medicidad, no a los niños que quieren cargar nuestros paquetes en las plazas de mercado. Además de denunciar y participar en actividades de prevención. Sólo haciendo frente a la situación lograremos un cambio.

Además, estas organizaciones trabajan por un cambio, promoviendo la educación y diciéndole NO al trabajo infantil:

- Formemos: Educa integral y preventivamente a niños y niñas, campesinos y desplazados de poblaciones vulnerables, posicionándolos en un nivel productivo del sector rural.

- Estructurar: Lidera procesos orientados a mejorar la calidad de vida de familias en comunidades de alto riesgo social en Bucaramanga y su área metropolitana, a través de un programa de atención integral para niños, niñas, jóvenes y menores trabajadores, con énfasis en educación y formación orientada al trabajo.

- Hogar Niños por un nuevo planeta: Brinda atención integral y personalizada a niños, niñas y sus familias que han sido víctimas de maltrato y violencia sexual, teniendo en cuenta las necesidades específicas de cada uno.

 

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