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Los mayores países productores de gases de efecto invernadero (GEI) son China 18,7% y Estados Unidos 18,3%, y son los que se resisten a fijar metas vinculantes. | Foto: Santiago Gutiérrez Viana

Medio ambiente

Planear para lo inevitable

Las grandes tendencias globales se pueden pronosticar sin falla. Vienen cambios en la tecnología, en la geografía del crecimiento, en la ubicación de la población, en la longevidad de los humanos y en el clima. Lo que se debe hacer frente a ellas es claro: adaptarse y mitigar lo negativo. ¿Cómo se hace?

Santiago Gutiérrez Viana
3 de junio de 2011

Predecir el futuro en menos complicado de lo que muchos piensan. Algunas tendencias globales en los negocios se pueden pronosticar aquí y ahora, sin mucho temor a fallar. Algunas son casi inexorables. Quizás se equivoque el tiempo: que en vez de ocurrir en seis años se consoliden en diez, pero difícilmente dejarán de pasar. No es un problema de saber si ocurrirán, sino de establecer cuándo.

Frente a lo inevitable hay dos acciones. La primera, sin duda, es adaptarse. La segunda, cuando se trata de tendencias que afectan el bienestar, es el de tratar de mitigar sus efectos.

Los cambios vienen de varios frentes y todos tienen el efecto de cambiar profundamente la forma en la que se produce o se consume en el mundo. Un corto paseo por las más importantes permiten entrever rápidamente cuánto.

Las megatendencias de nuevo

Es bien claro que en tecnología las aplicaciones en la nube se tomarán una parte importante de la computación, que mejorará la capacidad de procesar datos y para hacer análisis predictivos, “En 2027 se podrá comprar un procesador con la capacidad similar a la del cerebro humanos por US$1”, dice María Álvarez, presidente de Telefónica para América Latina. Habrá una revolución de la movilidad: este año, por primera vez, habrá más consultas de internet desde equipos móviles que desde computadores de escritorio.

En la geografía de la riqueza también es claro que en un mundo que crece a dos velocidades, los países emergentes serán los artífices de un cambio global muy interesante. Construirán en los próximos años una clase media de un tamaño que no tiene precedentes y que consumirá bienes y servicios a tasas insospechadas. Las cifras son bien elocuentes. En América Latina en los últimos tres años han entrado 33 millones de personas a la clase media y en 10 años el aumento en la población de la región será iguala a la población actual del Reino Unido.

Esa mejora económica se traducirá en cambios en los patrones de consumo. Para solo mencionar una oportunidad que se genera con esa transformación, José María Álvarez recuerda que el 70% de los latinoamericanos no tienen una cuenta bancaria y que quizás se bancaricen en los próximos años.

La transformación en el consumo en un mundo más conectado – la globalización es por supuesto otra tendencia - ya se observa en el desempeño de las multinacionales que tienen presencia en esos países. Mientras que las ventas de vehículos Honda cayeron 10% en 2009, las de motos aumentaron 8,5% en unidades por su presencia en India y Vietnam.

Pero además, las empresas de los países emergentes también ampliarán su presencia más allá de sus fronteras, en muchos casos en otros países del Sur. Para no ir muy lejos, es el caso de las colombianas Argos, Nutresa, Aval y Bancolombia que, entre otras, se expandieron en el último año en Estados Unidos y Centroamérica. Esta nueva forma de internacionalización creará una nueva fuente de riqueza y más importante una conexión que transformará la cultura empresarial en las sedes de las multinacionales emergentes. Por eso, para solo citar un ejemplo, en la cementera Argos creció significativamente el número de colombianos francófonos, por cuanto la empresa debe atender los negocios de la planta en Haití.

Hay otras tendencias que con seguridad moldearán al mundo. La de urbanización y la de incremento en la esperanza de vida.

En urbanización, la mitad de la población del planeta vive en ciudades pero se espera que en 2030 la población de las ciudades crezca en al menos 50% y se concentre en mega ciudades. Pero al lado de las ventajas que generan las economías de aglomeración, hay retos bien documentados como el de la mayor pobreza y otros menos conocidos. “La urbanizacion de nuestras ciudades, le resta 7 millones de hectareas por año, a las tierras agrícolas”, dijo Friederich Berschawer de Bayer Cropscience. Esto es 75% más que toda el área cultivable que tiene Colombia en la actualidad.

En el lado del aumento en la esperanza de vida, también vienen cambios que parecen más dramáticos en los países emergentes. Los datos de la Organización Mundial de la Salud permiten ver que mientras la expectativa de vida aumentó 5,2% en los países de ingreso alto entre 1990 y 2009, se incrementó en casi 8% en los países de ingresos medios bajos en el mismo lapso.

En los lugares más pobres del planeta, las mejoras en las condiciones de salud que aumentan la expectativa de vida se consiguen con cambios sencillos, parecidos a los de Estados Unidos que en los 50 con la penicilina y las sulfas redujeron la mortalidad adulta drásticamente.

La otra mega tendencia: el medio ambiente y el clima
Pero a la par con esas tendencias en tecnología y economía, viene un movimiento claro de presión sobre el medio ambiente.

De un lado está el tremendo potencial de demanda de los nuevos consumidores, que puede tener un efecto devastador sobre el planeta. La advertencia de Naciones Unidas ya en bien conocida: “En el 2050, la humanidad podría devorar alrededor de 140 millones de toneladas de minerales, combustibles fósiles y de biomasa al año, tres veces su apetito actual”. Lo mismo la de la WWF, que pronostica para el mismo año que se requerirían dos planetas como la Tierra para atender la demanda si se mantiene su ritmo de crecimiento actual.

Al lado de esa presión sobre los recursos está la que genera el cambio en el clima. Esta es otra tendencia inexorable, que se aceleró en los últimos años. La Internacional Energy Agency (IEA) alertó esta semana sobre el descontrol en la emisión de gases de efecto invernadero. “El mundo llegó increíblemente cerca al nivel de emisión que debería haberse alcanzado solo en 2020”, le dijo a la prensa Fatih Birol, economista Jefe de IEA.

Con esto, el mundo muy seguramente enfrentará en 2020 un calentamiento mayor a los dos grados centígrados, que había vaticinado hace más de una década el Panel Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático (Ipcc).

Pero no solo subirá la temperatura. Habrá variaciones más fuertes en el clima. La temperatura normal en el verano ruso es de 20 grados, pero el de 2010 subió a 40 grados, un hecho que ocurre una vez cada 3.000 años. Las tremendas inundaciones del año pasado en Pakistán fueron causadas por volúmenes de lluvia que solo se ven una vez cada 5.000 años. “Tener dos fenómenos tan improbables en el mismo año muestra que cada vez con mayor frecuencia vamos a tener situaciones de clima extremo”, señaló Lawrence Bloom, vicepresidente de la organización británica Climate Prosperity Strategies y uno de los expertos más respetados de ese país en temas de cambio climático.

El funcionario le explicó a Dinero.com que el fenómeno obedece al descongelamiento de los casquetes polares, que cambia la salinidad de los mares. Las corrientes marinas se encargan que el desbalance salino se vuelve global. Para probar su efecto planetario, dice que ya el Reino Unido tuvo el verano más frío en años. Con ello, asegura, quedó en evidencia que nuestro clima es producido por sistemas muy frágiles y que ahora el mundo se tendrá que ajustar a un patrón de climas cada vez más extremos.

Adaptarse y evitar el desastre
El cambio climático en el corto plazo es al parecer inevitable, y por ello la primera acción que se debe emprender es la de adaptarse. La segunda acción es la de reducir la aceleración del cambio, para facilitar la adaptación y luego, en plazos más largos, revertir el calentamiento.

En Colombia la primera acción puede llegar de varios frentes. La tarea de Jorge Londoño frente a la fundación Colombia Humanitaria hará que haya una primera ola de cambios que le permitan a los poblados colombianos afrontar mejor la próxima temporada de lluvias. Los sistemas de manejo de aguas que prevé el ministerio de Agricultura para los campesinos tienen el mismo efecto.