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Pese al embargo impuesto por Washington hace 45 años al gobierno de Fidel Castro, las ventas en la isla siguen llevando dinero a los bolsillos de las empresas estadounidenses. Zapatos deportivos Nike, dentífricos Colgate, cigarrillos Marlboro, cremas de afeitar Gillette, pantalones vaqueros Jordache... todo es fácil de encontrar aquí. Los cubanos que usan lentes de contacto pueden adquirir la marca Bausch & Lomb. Los padres pueden obsequiar a sus niños un camión de bomberos de Mickey Mouse.

Consumo

Muchas marcas estadounidenses se venden en Cuba

Los arcos dorados, símbolo de McDonald's, no son visibles aquí. Tampoco hay un solo Starbucks ni un Wal-Mart. Es imposible comprar una Budweisser, un Corvette o una Dell.

14 de mayo de 2007

Pero incluso en Cuba, se puede comprar una Coca-Cola.

Decenas de marcas estadounidenses están a la venta aquí, y no en alguna suerte de mercado negro o en un callejón oscuro. Están en los vestíbulos de los lujosos hoteles administrados por el gobierno y en los supermercados o farmacias que responden al gobierno comunista.

Las compañías señalan que no tienen conocimiento directo de las ventas en Cuba, y que el dinero involucrado representa un monto pequeño, por lo que sería poco práctico el frenar las operaciones. Pero resulta difícil negar que una parte de las transacciones termina en Estados Unidos.

"Tratamos de hacer y hacemos lo posible para vigilar... pero en una economía globalizada, es imposible detener todo", dijo Vada Manager, director de administración de asuntos globales de Nike Inc.

Las sanciones comerciales prohiben que los turistas estadounidenses visiten Cuba y permiten sólo que Estados Unidos exporte productos alimentarios y agrícolas, medicamentos y cierto equipo de telecomunicaciones. Pero los mayoristas y distribuidores en Europa, Asia, América Latina y Canadá suelen vender algunas de las marcas más reconocidas de Estados Unidos a los importadores cubanos.

Durante años, Cuba ha buscado bienes estadounidenses como una forma de burlar el embargo. Los directivos en tres empresas de importaciones, propiedad de extranjeros, que operan en La Habana, dijeron que el propio gobierno comunista importa la gran mayoría de los artículos estadounidenses.

Las fuentes pidieron permanecer en el anonimato, por temor a represalias económicas.

Christopher Padilla, subsecretario estadounidense de comercio para la administración de las exportaciones, dijo en Washington que Cuba envía incluso a delegaciones en "misiones de compra", que buscan productos específicos de Estados Unidos en otros países, para revenderlos en la isla. Las autoridades cubanas de prensa no ofrecieron entrevistas con funcionarios prominentes para hablar de esta supuesta práctica.

En un país donde el turismo es la fuente principal de ingresos, la oferta de marcas estadounidenses permite atender mejor a los visitantes, según Daniel Erikson, un experto en economía de Cuba, en la organización Inter-American Dialogue, en Washington.

"La gente, incluido el cubano promedio, prefiere beber una Coca-Cola que una gaseosa genérica sin nombre con la que no están familiarizados. Ello significa que el gobierno puede cobrar más", dijo Erikson. "Y evidentemente para la industria turística, es importante el que los extranjeros que visitan Cuba vean productos que conocen y en los que confían".

Todos los productos estadounidenses se venden en pesos convertibles, considerados divisa extranjera, con un tipo de cambio de 1,08 dólares --unas 25 veces más que el peso regular de la isla--. Aunque los salarios del gobierno se han incrementado recientemente, la paga mensual promedia todavía los 15 dólares, lo que significa que muy pocos cubanos pueden adquirir productos estadounidenses.

Pero el mes pasado, el ministro de Economía y Planificación de Cuba, dijo que el 57% de la población tenía acceso a dólares o pesos convertibles, ya fuera mediante empleos en el turismo o remesas provenientes de familiares en el extranjero. Un informe emitido en el 2004 por la Comisión Estadounidense para la Asistencia a una Cuba Libre, estimó que las remesas, tan sólo de Estados Unidos, totalizan 1.000 millones de dólares al año.

La llegada de las marcas estadounidenses comenzó formalmente en 1993, cuando Cuba derogó las leyes que prohibían a sus ciudadanos poseer dólares. Los cubanos conocen los productos estadounidenses, pese a que prácticamente no hay publicidad en la isla. Angel Hernández, un pensionado de 62 años, no mostró dudas cuando se le presentó un par de zapatos modelo "Air Jordan".

"Eso es Nike", dijo.

Los zapatos, fabricados en China, se venden en 129,40 pesos convertibles (unos 140 dólares) en una tienda del Parque Central de La Habana. Abundan también los modelos apócrifos. Varias tiendas, incluida una dentro del Hotel Habana Libre --el Havana Hilton antes de la revolución de 1959-- ofrecen modelos Max Air 80 que se asemejan a los originales, pero Nike no los fabrica.

En el Hotel Comodoro, una tienda de ropa ofrece en 40 dólares un maletín para gimnasio. La etiqueta dice "Hecho en Indonesia" y "Nike de México", lo que daría una pista sobre cómo llegó el artículo a Cuba.

El gerente dijo que probablemente, los productos Nike a la venta en Cuba son "piratas". Sin embargo, reconoció que los distribuidores legítimos fuera de Estados Unidos podrían estar vendiendo productos a importadores cubanos, y que Nike podría estar recibiendo algo del dinero generado por esas ventas. "Pero de lo que hablamos aquí es de un volumen muy pequeño", dijo. "Y si somos capaces de detectar de dónde provienen los productos, ese distribuidor o detallista corre el riesgo de perder su cuenta con nosotros".

John Kavulich, un prominente asesor político de U.S.-Cuba Trade and Economic Council Inc. en Nueva York, dijo que "en ninguna forma debe decirse que ésta es una forma en que las empresas estadounidenses eluden las restricciones; no es así". "Resulta casi imposible para las empresas estadounidenses el detener esto", añadió Kavulich. "Desde luego, en cierto momento de la transacción, justo al comienzo, cuando el distribuidor legítimo adquirió el producto a Nike o a otra compañía, el dinero llegó a Estados Unidos".

Kavulich estimó que el valor de las marcas estadounidenses vendidas en Cuba es "probablemente de 20 millones de dólares o menos al año", pero destacó que menos del 5% de ese monto representa utilidades para las empresas estadounidenses, debido a todos los estratos de transacciones por los que pasan los productos para llegar a la isla. Los dibujos animados producidos hace décadas por Walt Disney se transmiten cada tarde en la televisión estatal, y las tiendas ofrecen juguetes o papel para envolver regalos con la figura de Mickey Mouse, así como productos con la imagen de Snoopy.

Al menos dos tiendas de ropa en La Habana llevan el nombre Jordache y una utiliza incluso el logotipo de la compañía --la cabeza de un caballo-- en su marquesina. Los estantes están repletos de pantalones vaqueros, camisas y blusas con etiquetas de la marca.

Steven Nakash, director de licencias de Jordache Enterprises en Nueva York, dijo que la compañía ha tenido noticias sobre el uso no autorizado de su marca en Cuba desde hace varios años, pero no tomó medidas porque "es muy difícil que una empresa estadounidense... combata esto en territorio extranjero".

Nakash, miembro de la familia fundadora de Jordache, dijo que la empresa tiene distribuidores internacionales, pero otorga también licencias de su marca a los fabricantes, incluido uno en México. Añadió que no está seguro de dónde provienen los productos ofrecidos en Cuba.

"¿Me llega algo de los ingresos de Cuba? Absolutamente no", dijo Nakash.

Incluso después de que Castro tomó el poder, más de 100 corporaciones estadounidenses --incluida Ford Motor Co.-- obtuvieron licencias para operar aquí mediante filiales extranjeras. Una ley federal promulgada en 1992 prohibió esas transacciones, aunque autorizó la exportación de medicamentos estadounidenses. Ocho años después, el Congreso permitió las ventas directas de alimentos y productos agropecuarios a Cuba, desde arroz, helado y ganado hasta maderas y cigarrillos.

Desde entonces el ketchup Heinz, la salsa Tabasco y el pollo Tyson's han estado disponibles esporádicamente en los supermercados del gobierno cubano, y Estados Unidos se ha convertido en el principal proveedor de alimentos y productos agropecuarios para la isla. Los precios pueden ascender al doble que en las tiendas estadounidenses. Un envase de dentífrico Colgate cuesta un mínimo de 4,85 dólares.

También es posible encontrar otros productos que incluyen champú, acondicionador y jabón de Colgate-Palmolive Co., con sede en Nueva York. Una crema para afeitar de Gillette Series, distribuida por Procter & Gamble Zurich cuesta 4,80 dólares el envase.

¿Puede considerarse a estos artículos medicamentos? Difícilmente, según las autoridades estadounidenses.

Pero el determinar si algún producto estadounidense llega a Cuba legalmente resulta difícil, pues el Departamento de la Tesorería no revela quién obtiene licencias de exportación, con base en las leyes del secreto comercial. Ninguna marca estadounidense se encuentra más fácilmente en Cuba que la Coca-Cola, pero la fabricante, con sede en Atlanta, no ha pedido licencias para exportar a la isla, pese a que el producto sería considerado un alimento.

Embotellada principalmente en México, la Coca-Cola se vende en un dólar en las tiendas, casi el mismo precio que en Estados Unidos. El precio se cuadruplica en los restaurantes de las zonas turísticas. Charles Sutlive, portavoz de Coca-Cola Co. en Atlanta, dijo que la empresa no ha autorizado que ningún embotellador venda o distribuya productos en Cuba. Sin embargo, añadió que la compañía "no tiene la autoridad para impedir este tipo de actividades en países donde las empresas que llevan productos a Cuba tienen la libertad de operar".

De hecho, los distribuidores de artículos estadounidenses que operan en otros países insisten en que pueden ser incluso multados por sus gobiernos si se niegan a exportar a Cuba. México multó al Hotel María Isabel Sheraton de la capital, en el 2005, después de que cedió a las presiones del Departamento de la Tesorería estadounidense y expulsó a los funcionarios cubanos que se hospedaban ahí.

Padilla, del Departamento de Comercio, dijo que las sanciones estadounidenses tienen alcance internacional, y se aplican a productos estadounidenses en cualquier lugar del mundo. "Si las empresas venden algo intencionalmente a un productor cubano, pueden ser procesadas", advirtió. "Hacerse de la vista gorda no es una excusa para violar la ley en estos asuntos".

Pero Nakash confesó que siente cierto orgullo por ver que su marca llegó a La Habana.

"Aprecio mucho el ver una tienda Jordache allá", dijo. "Como estadounidense, no puedo viajar a Cuba, pero nuestra marca sí".

 

 

 

AP