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Magia blanca

Contra todos los pronósticos, Colanta se ha convertido en el primer productor de leche colombiano y va en camino de alcanzar puestos de honor en Latinoamérica.

1 de octubre de 1995

Después de la fiebre del oro, las frías tierras del norte antioqueño se fueron a menos. Lavadas por la minería, perdieron vitalidad, y ya eran poco lo que ofrecían a sus moradores. Como única alternativa, existía una modesta actividad lechera, monopolizada hasta entonces por una sola empresa particular. Muchos labriegos esquivaban el monopolio con la venta callejera de leche cruda, pero una medida municipal de Medellín el principal mercado- prohibió la practica, y entonces sobrevino el caos.

Por si esto fuera poco, los vaivenes del calendario escolar arrojaban cuantiosas pérdidas por la reducción en el consumo. Y no que la situación favoreciera a los consumidores, porque la leche se vendía cada dos días -nunca en domingos ni en fiestas de guardar- a través de una red exclusiva de puntos de venta, que marginaba del negocio a tiendas y supermercados. Hoy se recuerdan las largas colas alrededor de los dispensadores. Y la escasez.

La ruta de salida provino de la Secretaría de Agricultura de Antioquia, mediante la fundación, en 1964, de una cooperativa integrada por 64 campesinos de esa región antioqueña, concretamente del municipio de Donmatías. En verdad, el nacimiento de Coolechera fue un acierto asociativo, mas no económico. En el curso de los próximos diez años, la entidad fue declarada legalmente en bancarrota en tres ocasiones. Pero el resuelto empeño de los pocos afiliados logró empujones milagrosos. Y aunque no se sabía cómo, la fórmula redentora siempre aparecía.

En 1973, un ex secretario de Agricultura del departamento y médico veterinario formado en Inglaterra, tomó las riendas de la golpeada entidad, que funcionaba desde un pequeño almacén de insumos en el centro de Medellín. Un primer paso fue rebautizarla. Se llamaría Colanta (Cooperativa Lechera de Antioquia). Entre las principales tareas del joven y aguerrido Jenaro Pérez Gutiérrez fue desarrollar un manejo integral del proceso. Había que mejorar, primero, los suelos y los pastos, para

luego incrementar la producción de leche y después sí intentar industria lizarla. Pero como no había mane de poner en marcha la simple teotía, Pérez adoptó el adagio cie que "haz todo lo que se deba, aunque debas todo lo que se haga".

C on $54 millones facilitados por Cofiagro, la Asamblea de Antioquia, los bancos Cafetero, Ganadero y Bogotá, el Nema y Financiacoop, Colanta puso en funcionamiento, el 25 de julio de 1976, su primera pasterizadora en Medellín. Cuando la factoría abrió sus puertas a los pequeños lecheros, Pérez dio con el primer tropezón: si bien el punto de equilibrio era de 28.000 litros diarios, al final de la dramática jornada se recibieron sólo ocho mil y se vendieron tres mil. "Mi fustración fue grande", confiesa hoy Pérez.

Obsesivamente celoso con la calidad, Pérez buscaba, además, vencer a la competencia con un producto de pureza inigualable, en un segmento donde la falta de higiene y los ilícitos rendimientos con agua estaban a la orden del día. Y le decía a sus colaboradores y amigos: "Estoy seguro de que apenas salga nuestra leche, esto va a ser un boom." Pero ahí sobrevino su segunda frustración: el sabor de la leche no gustó. Los consumidores estaban acostumbrados a la leche en polvo que los pasterizadores de la época -e incluso los de ahora- mezclaban con la líquida. Así las cosas, la de Colanta no se movía en las tiendas ni en los supermercados, y, obviamente, la preocupación de Pérez tocó techo.

Sin embargo, como muchas cosas en la vida, todo fue cuestión de tiempo. Cuando la marca y el sabor comenzaron a ser aceptados, las ventas aumentaron vertiginosamente, y ahí sí, animada por los resultados, la cooperativa inició una campaña publicitaria con el sugestivo eslogan de °Colanta no sabe a leche en polvo". Claro está que, por algún tiempo, se mantuvo una pequeña mentirilla, pues Pérez admite que, mientras se hizo la transición, "algo de polvo se le mezclaba". Y dice: "Necesitábamos educar el paladar. Por fortuna, hoy todo es al contrario".

En efecto, Colanta se ha convertido en la procesadora y distribuidora de leche fresca más grande de Colombia, y figura entre las 50 empresas más importantes del país y la séptima de la economía solidaria. Procesa 1.2 millones de litros diarios, repartidos en leche pasterizada, quesos, crema de leche, mantequilla, yogures y arequipe. Sus ventas, que vienen aumentando a un ritmo de 35% anual, se ubicaron en 1994

en cerca de $137.000 millones, o sea, más de US$100 millones, distribuidas así: 70% de leche y sus derivados y 30% de insumos agropecuarios.

Pese a la importancia nacional de Colanta, su participación en el gigantesco mercado de Bogotá es de apenas el 3%, con ingresos de $600 millones mensuales. Su plaza fuerte, con un dominio del 70%, está en Medellín y sus alrededores. Pero hay cambios a la vista, con el proyecto de una planta propia en la capital, posiblemente en Chía o en algún trayecto sabanero de la autopista a Medellín.

Colanta innovó la industria y puso en marcha una verdadera integración lechera, a través de carrotanques refrigerados que transportan el líquido desde Valledupar, en la Costa Atlántica, y Nariño, en el sur del país, hasta las plantas pasterizadoras de Medellín y Armenia, y la fábrica de derivados lácteos en el municipio antioqueño de San Pedro.

e los 64 campesinos que dieron origen a la cooperativa, se

ha pasado a 11.000 afiliados. En su conjunto, Colanta da empleo directo a 3.000 personas e indirecto a 100.000, y posee una estructura cooperativa y de capacitación continua para los asociados a través de veterinarios, agrónomos, zootecnistas y tecnólogos. Cuenta, asimismo, con 30 almacenes de insumos agropecuarios y más de 10 centros de acopio en distintas ciudades.

Colanta compró la planta de Quindío por $3.000 millones a la Federación Nacional de Cafeteros, entidad que la había adquirido con el ánimo de diversificar actividades en el eje cafetero. En estos treinta y un años de actividades, Colanta ha demostrado que no sólo sabe de leche, sino que, a través de la producción de sales mineralizadas y fertilizantes, también sabe de suelos y nutrientes para cultivos de pasto, papa y café. "Mi filosofía es que el afiliado viva de lo que tiene, y no necesariamente de la leche", dice Pérez.

i bien la transformación de las áridas tierras del norte antioque-

ño ha sido milagrosa, los cambios en el suelo sólo han beneficiado a un 15% del territorio potencial. En una reciente gira aérea por el lugar, el gobernador Alvaro Uribe Vélez, ganadero en su vida privada, decía: "Esta puede llegar a ser la cuenca lechera más importante del mundo". Y si se le suman las condiciones favorables en los departamentos de la Costa Atlántica, Boyacá y Cundinamarca, Nariño y Valle del Cauca, el porvenir de Colombia en este campo es promisorio.

En su manejo integral del negocio, Colanta ha aprendido que, además del cultivo de pastos, se debe educar permanentemente al productor en el manejo del hato, el cuidado de ubres, utensilios de ordeño y tanques domésticos de enfriamiento, y, quizás lo más importante, en la administración de las cuotas de producción, dependiendo de la temporada del año y los días de la semana. El consumo nacional baja sensiblemente los sábados, domingos y fiestas nacionales. Pero a cambio de estas normas y procedimientos, el lechero recibe una garantía que muy pocos trabajadores del campo colombiano disfrutan: la venta

segura del producto.

La fortaleza de esta estrategia ha permitido incrementar sensiblemente el consumo de leche en el país, aunque, en materia de diversificación, el sector todavía tiene mucho terreno por cubrir. En 1977, un año después del ingreso de Colanta a la actividad industrial, los colombia

nos tomaban un promedio de 51 litros por año. En 1994, el nivel ascendió a 118 litros, cifra aún ligeramente inferior a los 130 litros que recomienda la Organización Mundial de la Salud.

La desventaja de la política de compra fija que promueve Colanta es que los sobrantes pueden llegar a ser de entre 40.000 a 200.000 litros diarios de leche, que, en el caso de la cooperativa antioqueña, no repasteriza; los regala en los barrios pobres de Bogotá, Cali y Medellín. Solamente entre mayo y junio de 1994, en la época de la enlechada, Colanta regaló en la capital colombiana más de dos millones de litros, con un costo aproximado de $600 millones.

El año pasado, la cooperativa quiso alentar al gobierno para que emulara acciones como las de Suecia, Japón y Kenia, donde la población infantil recibe leche gratis por cuenta del Estado. La leche, según Winston Churchill, es la "mejor inversión social" a largo plazo. En consecuencia, la idea era pagar a la pasterizadora $100 por litro (Colanta paga $315 al productor), pero la respuesta nunca llegó.

Sobre la sensatez financiera de comprar leche para regalarla, Pérez se defiende diciendo que, en el fondo, se trata de una inversión. "Si no garantizamos la estabilidad en la producción, el campesino mata la vaca y, de paso, nos echa a todos nosotros la soga al cuello". Colanta, al igual que las demás empresas industriales del sector, han invertido millones de dólares en la adquisición de nueva tecnología para aumentar su capacidad de pasterización y elaboración de derivados.

No ayuda, tampoco, la libre importación de leche en polvo, realizada por 27 procesadores colombianos. En el primer semestre de 1995, la cifra llegó a 4.519 toneladas. "Es injusto que mientras se regala y se pierde leche por falta de compradores, se importe toda esta cantidad", dice María Isabel Hidalgo, gerente de la Federación Colombiana de Cooperativas de Leche (Fedecoleche). Según Hidalgo, hay que ponerle talanqueras fiscales a la entrada del producto, porque "algunas pasterizadoras prefieren adquirir leche en polvo importada que comprar leche líquida, con el consabido aumento del desempleo"

.

A este coro de someter la leche en polvo al régimen de licencia previa se sumó la Federación Colombiana de Ganaderos (Fedegan), aduciendo que ya sus afiliados enfrentan costosas pérdidas y sobrecostos por la extorsión, el abigeato y el secuestro. Se calcula que las pérdidas por estos fenómenos de delincuen-

cia sumaron el año pasado $726.000 millones.

Y pulula en el horizonte el impacto de multinacionales lecheras como Parmalat, de Italia, que ya se instaló en el centro del país. Parmalat es conocida por su patrocinio de equipos de fútbol como el Parma de Faustino Asprilla y de corredores de autos como Niky Lauda y Nelson Piquet. Desde sus plantas en Bogotá, Tenjo y Paipa busca ampliar la variedad de productos para diferentes grupos sociales como ancianos, niños y mujeres embarazadas. En Colombia, actualmente, sólo existen

dos clases de leche: entera y descremada.

Ante estos retos, Colanta invirtió $6.000 millones en el más moderno conjunto de pulverizadoras en el país. A través de dos plantas (Planeta Rica, en Córdova, y San Pedro, en Antioquia) se manejarán los excedentes que, durante tres años, la cooperativa donó a los barrios pobres de las grandes ciudades. En particular, Pérez tiene la mira puesta en los mercados de leche en polvo de Venezuela y Brasil, donde las importaciones, en el primer caso, son de 100.000 toneladas al año y, en el segundo, de 300.000 toneladas. Aunque estas plantas deben comenzar a producir a más tardar en enero, parte de la maquinaria aguarda nacionalización en el puerto de Cartagena. Colanta ha tirado algunos hilos dentro de la administración de Emesto Samper para que la exoneren de aranceles del 15%, pues, según Pérez, "no es lógico que implementos similares para la producción de cerveza sí estén exentos, mientras que los de leche no".

Adicionalmente, a través de nuevos equipos alemanes, franceses, italianos y norteamericanos, Colanta ha incursionado -y en algunos casos colonizado- segmentos de la producción de quesos (con una inversión de $3000 millones), yogures, arequipe, crema de leche, mantequilla y suero. En el segmento del queso blanco, con ventas solamente en Bogotá de seis mil kilos diarios, no tiene competidor que le resista. Asimismo, Colanta participa con un mercado creciente en las modalidades de mozarella y quesos fibrosos como el holandés y el parrillero. En Brasil, donde Colanta ya inició actividades de comercialización del queso mozarela, existe un mercado natural de cinco mil pizzerías, solamente en Sao Paulo.

Pero un punto negro en el firmamento continúa siendo la repetición de los brotes de fiebre aftosa en el país. Mientras que en la mayoría de las naciones vecinas un brote al año puede ser noticia, en Colombia ya se han registrado ocho en 1995. El control sólo se logra con

dos vacunaciones anuales, pero como la enfermedad no mata, el campesino no se preocupa. "Y tampoco son suficientes las campañas de prevención del Fondo Nacional del Ganado, que con recursos de $9.000 millones debería, más bien, ponerse a pinchar vacas", dice Pérez.

A fines de este año, Colanta explorará el mercado de jugos naturales de frutas, enriquecidos con suero de leche. Sólo falta idear el nombre comercial y diseñar las campañas de lanzamiento. La idea es diversificar la producción de los lecheros y aprovechar una infraestructura de pasterización y comercialización de amplias proporciones. Asimismo, Pérez acaba de firmar una alianza estratégica con la firma norteamericana Tampico Citrus Punch, para la producción, empaque y distribución de este popular refresco que se vende con éxito en 26 países. En el primer año, la meta es colocar 800.000 litros mensuales, por un monto de $15.000 millones.

En su actividad de producción de insumos agropecuarios, están ya muy adelantados los estudios para la elaboración de fertilizantes biológicos a base de vinazas, un subproducto de la fabricación de licores. En otras áreas, y en posible asocio con empresas españolas, Colanta proyecta entrar en la generación de energía en pequeña escala y en la instalación de una completa planta de úrea, sustancia que actualmente se importa de Rusia.

La expansión y diversificación de Colanta la coloca a años luz de sus accidentados principios. Y hoy, gracias en parte a la terquedad de Pérez, a quien muchos afiliados califican cariñosamente como "nuestro amado dictador", la cooperativa está asegurando una posición de liderazgo en el Pacto Andino, y su voz se escucha con respeto en las grandes ligas lecheras del sur del continente. La idea es hacer de Colombia una potencia lechera continental porque, según Pérez, "ya tenemos las tierras, ya tenemos la vocación y ya aprendimos a industrializarla. Y ahora es el momento de recoger los frutos".