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Las victorias del Cid

Industrias e Inversiones Cid es la primera exportadora de confecciones de Colombia. ¿Cómo lo hace?

1 de enero de 1995

En mayo de 1993, un grupo de visitantes insignes recorrió Medellín sin que la mayoría en la ciudad lo notara. La delegación estaba encabezada por Hicks Lanier, un apuesto hombre de cabellos plateados, cuya empresa, Oxford Industries, domina el mercado estadounidense de ropa masculina.

El anfitrión de Lanier era el empresario colombiano Guillermo Valencia Jaramillo, un antioqueño que, al frente de Industrias e Inversiones Cid, ha protagonizado el milagro de ser el mayor exportador de confecciones, sin competidores a la vista. Pese a la fama internacional de Medellín, Lanier y sus ejecutivos más cercanos se desplazaban por la ciudad sin sobresaltos, respirando seguridad y confianza, consecuencia de la relación de cercanía con Cid. En esas fechas, precisamente, las dos empresas celebraban 20 años de fructíferos nexos comerciales y personales. Y el ambiente era festivo. Aunque no parecía haber nada de extraño en una reunión de empresarios amigos, sí cabían sorpresas. En términos objetivos, no hay relación entre confeccionistas que dure tanto tiempo, ni motivo social que desplace de su área de operaciones a un ejecutivo como Lanier, cuyas firmas venden US$800 millones al año. De manera que algún motivo de justificación tenía que existir.

La nota perdurable de la visita, sin embargo, no la produjo la cena de festejo ni el intercambio de regalos en el restaurante Podestá, en la elegante zona de El Poblado. Tampoco la confesión de Lanier, dueño de una absoluta sobriedad, que había recorrido el mundo entero, y nunca había encontrado "a nadie que lo iguale a usted, Guillermo, ni a su equipo en Industrias Cid, y por eso anhelamos que nuestra relación dure otros veinte años".

Pero no. El hecho imborrable de la visita lo protagonizó una sencilla operaria de la planta, durante la "gira" de cortesía que Lanier y su grupo realizaron por las gigantescas instalaciones, de 16 mil metros cuadrados, en tres edificaciones. Libia María Apolinar Fernández -una entre 4.000 trabajadores directos e indirectos- quería presentarle sus respetos al poderoso ejecutivo estadounidense, por su confianza en ella y sus demás colegas, y por la posibilidad de tener empleo. Y para demostrar su gratitud, sacó una pequeña bolsa de plástico que tenía debajo de la máquina cosedora y se la entregó a Lanier. No contenía nada especial: una botellita de aguardiente, un pequeño poncho de algodón y un diminuto carriel.

"Tú lo montaste", dijo Lanier a Valencia. "No Hicks, no tenía ni idea, te lo prometo", respondió Valencia. Conmovido, Lanier ordenó un ramo de flores para Libia María Apolinar, y de su puño y letra le firmó una tarjeta de cortesía. Aun después de su partida, Lanier recordaba en una carta el significado de ese detalle. "Jamás lo olvidaré" escribió.

Este es uno de los muchos ejemplos elocuentes de lo que todos en el sector consideran quo es el fuerte de Guillermo Valencia Jaramillo y la empresa a su cargo: tina atención al cliente, sin límites ni rodeos. Porque se sabe cuándo empiezan las relaciones comerciales del Cid, pero nunca, cuándo acaban.

Muchas empresas nacen como Cid, que 35 años atrás se dedicaba a la venta de ropa para hombre en Medellín. Su fundador, Pedro José Alvarez, se había inspirado, para bautizar su marca, en la imagen de invencibilidad del Cid Campeador. Con el apoyo constante de Raul, su hijo, conformó una pequeña operación industrial, con 20 operarios. Pero ambos veían mas allá. y, la calidad de los productos de Cid pronto repercutió en el crecimiento de la empresa, que a la vuelta de un par de años había aumentado su nómina a 100 personas.

Por los siguientes doce años. o sea hasta 1972, Cid no cambió su línea masculina de sacos y pantalones, ni pensó en exportar. Pero en ese año, a través de los, buenos oficios de Coltejer y del ingreso de Guillermo Valencia Jaramillo a la empresa, Cid adquirió en exclusividad la licencia para producir prendas femeninas de la marca Bobbie Brooks. Esta ampliación de la gama puso a la empresa en posición de buscar contratos internacionales. El primer contacto fue con Oxford Industrien Lo malo era que la gigantesca firma norteamericana había puesto a Cid a competir con otro proveedor de confecciones, con la idea de medir el grado de eficiencia de cada uno. Mientras Cid despachos su pedido a los 30 días, la otra empresa vino a hacerlo al cabo de un seis meses.

A partir de ese momento, Cid inició un proceso de crecimiento sin fronteras. Hoy es el principal exportador de confecciones, con despachos semanales de 25 toneladas de ropa para hombre y mujer. El año pasado exportó US$30 millones, cifra que la coloca entre las diez industrias colombianas más exportadoras.

En la planta de Medellín, no muy lejos del aeroparque Enrique Olaya Herrera, Industrias e Inversiones" Cid es una de las principales empleadoras ole la ciudad y de las poblaciones antioqueñas de Sopetrán y Don Matías. Las cuatro mil familias que dependen de la empresa para su subsistencia trabajan con lo que el especialista Roque 0spina, director ejecutivo de Inexmoda, Ilama una "lealtad a toda prueba", inspirada, principalmente, por el espíritu -franco y abierto- de `Valencia.



Cid no trabaja marcas cualquiera. Todos los productos Oscar de la Renta vendidos en Estados Unidos se elaboran en Medellín, lo mismo que parte ole la exquisita producción de Donna Karan New York, Oleg Cassim (el diseñador de Jacqueline Kennedy) y Calvin Klein. Baco. Hace unas semanas, la célebre empresa Land's End visitó la planta, y se fue encantada.

Como usuaria del plan Vallejo, Cid no guarda stocks de su impecable producción. Hasta las segundas se despachan a los clientes. Pero el potencial que se le abre al país con el nivel de mano de obra que maneja Cid es, prácticamente. ilimitado. Lo que está por verse aún es si hay quien tiente a los empleados de la factoría a tomar otros empleos.

Para valencia el éxito de Cid demuestra que las posibilidades de crecimiento y de generación de empleo en Colombia están en el sector exportador, "así la frase suene a clisé".

En Cid, las palabras mágicas servicio al cliente lo dominan casi todo. La atención sé entiende allí como una inversión y no como un sobrecosto. La planta está disponible para sus clientes los 365 días del año, no importa si eso implica trabajar domingos, días de fiesta o la Navidad. Incluso, Cid compensa con horas extras y turnos dominicales y festivos las fallas de los proveedores internacionales de telas de sus principales clientes. "Ellos no deben pagar los platos rotos de otros", dice Valencia. Quizás por esto, y en las palabras de Andrés Angel, presidente de Caribú Internacional, "no hay en Colombia un especialista como él".

Para ser la principal planta de confección en Colombia,

Cid maneja un número reducidísimo de clientes: no mil, no cien, ni siquiera cincuenta; sólo seis. Con 21 años de relaciones ininterrumpidas, Oxford Industries y B&B Corporation encabezan la lista de usuarios exclusivos y permanentes. Le siguen, en orden cronológico descendente, Schneider Fashion y Kubach Moden, de Alemania, con 13 años de trabajo continuo, y Knight Industries y Donna Karan New York, con siete y cuatro años, respectivamente.

Como en cualquier arreglo matrimonial, tal duración no se alcanza sin la necesaria dosis de fidelidad, dice Valencia. `Jamás hemos jugado a que hoy tenemos uno y mañana otro; a nuestros clientes establecidos no los cambiamos por nada, así nos ofrezcan más por el trabajo. Definitivamente, creemos que una relación a largo plazo paga mejores dividendos que estar cambiando todos los días".

La modernización de maquinaria no es otro término de moda en Cid, sino una realidad constante desde su creación. Por ejemplo, los controles de las máquinas cosedoras más elementales son electrónicos, y los computadores están esparcidos en las mesas de producción. "Aquí no practicamos la regla de modernizar cuando los equipos se hagan obsoletos, porque con esa actitud no hay plata que pague la nueva tecnología", dice Valencia.

L a apertura mental de directivos y operarios es otra clave, aprovechando que en la planta casi siempre hay un técnico o ingeniero extranjero de visita. Está ahí para ver qué máquina nueva se puede incorporar en el proceso, qué puede hacerse para cumplir funciones más complejas en menor tiempo. "Si todos los días no trabajamos en esa dirección, nos salimos del mercado", dice Valencia. Esta política de apertura total semanalmente es con montarse en una bicicleta y trepar las lomas de Rionegro acompañado de sus hijos.

Entre Valencia y el visitante sólo está de por medio la recepción. Una vez autorizado a entrar, uno sigue la flecha hasta dar con la "Oficina de Guillermo Valencia J." Nada más. Es un pequeño espacio con páneles de madera y escritorio sencillo, pesado y de buen gusto, sobre el cual reposan algunas de las revistas nacionales e internacionales a las que está suscrito. "La verdad, sí soy un estudioso", dice, y admite que también siente especial debilidad por los libros de economía y publicaciones períodicas como The Harvard Business Review. Y algo inusual en un alto ejecutivo de su talla, es que toma directamente de la recepción sus llamadas y las devuelve él mismo. Esa permanente mirada hacia afuera le dan argumentos para cuestionar con vehemencia la insularidad del empresariado antioqueño y la obsesión por su bajo perfil. El antídoto contra el encierro es la globalización total, que sólo se logrará si la industria pone a funcionar hacia afuera los mismos motores que la convirtieron en lo que es hoy a nivel nacional. "Hay que reconocer y aceptar las virtudes y los defectos", dice.

Su voz es oída en todos los foros gremiales de textiles y confecciones, y su asesoría es permanentemente solicitada por ministros, altos funcionarios y hasta presidentes. Otro indicio de su personalidad batalladora es la actitud valerosa frente a males como el contrabando y la competencia desleal, que a él personalmente no lo afectan. "Pero basta con que le duelan a Colombia para que me duelan a mí". Tal vez por todo ello, en opinión de Roque Ospina, director ejecutivo de Inexmoda, el de Valencia y Cid es "ejemplo digno de emular".