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OPINION

La educación como bien estratégico

Para bien del país, la educación ha venido siendo un asunto de preocupación creciente para diversos sectores sociales, aunque todavía no se tocan muchos de los puntos críticos que rodean el tema. Columna de Francisco Cajiao.

19 de agosto de 2005

Desde hace unos ocho años el periódico El Tiempo, junto con las fundaciones Corona y Restrepo Barco iniciaron el proyecto de educación compromiso de todos, cuyo objeto era involucrar a diversos sectores sociales en la discusión pública de la educación, y así cualificar la información que aparece en los medios de comunicación. A la vez, se quería generar un intercambio permanente con el gobierno para hacer un seguimiento de las promesas de campaña y las ejecutorias posteriores del gobierno. De otro lado se han destacado algunos grupos de empresarios interesados en colaborar con las políticas del gobierno, tanto en el nivel territorial como nacional, y de allí surgió la fundación de Empresarios por la Educación. Hace ya una década, a raíz de la misión de ciencia educación y desarrollo se creó Corpoeducación, con aportes de fundaciones privadas y de entidades del Estado, con la idea de que fuera un centro de alto nivel que contribuyera en el desarrollo de investigación sobre la calidad de la educación básica. A estos esfuerzos deben sumarse los de otras organizaciones de la sociedad civil definitivamente interesadas en contribuir al desarrollo educativo.



Sin embargo, se tiene la sensación de que tantos esfuerzos se han concentrado en temas muy relacionados con la gestión del sistema, pero con poco impacto en la discusión pública de los asuntos cruciales que se proyectan en el largo plazo. Para muchos no resulta claro cuáles son esos temas centrales en los cuales debería centrarse el debate político.



En primer lugar hay que decir que la educación es un sector estratégico en el desarrollo: no es gratuito que países como Estados Unidos y Francia lo hayan calificado como un "asunto de seguridad nacional" en épocas recientes. En efecto, el papel de un país en el conjunto de las naciones en un mundo globalizado y altamente competitivo no es posible sin una educación de altísima calidad en todos sus niveles. Desde luego, es indispensable asegurar la cobertura, pero ella por sí sola es inocua si no cumple con altos niveles de calidad. El tema político por excelencia no es, entonces, la cobertura, sino la calidad. Y este tema tendría que ser la preocupación por excelencia del mundo empresarial, porque de esto depende su supervivencia.



La cuestión es comenzar a entender que cuando se aborda la calidad más allá de la aplicación de unas pruebas de conocimientos, para pensar en la formación de seres humanos capaces de construir una sociedad más justa, más democrática, con mayores niveles de confianza entre ciudadanos, con más altas expectativas culturales y con más sentido de pertenencia, se entra de lleno en una discusión política más seria. Sin discutir el tipo de sociedad que queremos es muy difícil juzgar si estrategias administrativas como la contratación privada de la educación es una política buena en el mediano y largo plazo. Igualmente, estas discusiones son fundamentales para evaluar la relación de costo beneficio de la inversión en educación pública. Tampoco es posible avanzar en políticas coherentes de desarrollo de la educación superior si antes no se han discutido objetivos de mediano y largo plazo sobre temas de ciencia, tecnología e innovación.



Ojalá el esfuerzo de todas las instituciones de carácter privado e institucional comenzara a enfocarse con mayor énfasis hacia estos enfoques conceptuales de la política, pues sin duda permitirían alimentar los programas de los partidos políticos y de los candidatos que ya se han lanzado a la competencia por la presidencia de la república.



Como lo he sostenido en diferentes foros, las metas, las acciones administrativas y las cifras que miden el progreso de los propósitos hechos son muy necesarias y hay que trabajar para continuar mejorándolas, pero no son suficientes para asegurar que un país va por una senda segura hacia un desarrollo civilizado. Mientras en el país no haya mayores niveles de equidad no hay progreso efectivo. Desafortunadamente tenemos la manía de pensar a corto plazo, considerando más a las personas y las circunstancias inmediatas que la institucionalidad del país y con esta perspectiva es imposible comprender hasta qué punto la educación es nuestro más preciado instrumento crecimiento económico y humano.