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Jacuzzi petrolero

La fiebre por el oro negro y las protestas de los trabajadores del sector petrolero están transformando el negocio de los campamentos. Algunos de estos espacios cuentan ahora con piscina, aislamiento térmico, televisión satelital y hasta jacuzzi.

29 de febrero de 2012

Las protestas de trabajadores que paralizaron la producción de crudo de Pacific Rubiales en Puerto Gaitán (Meta), a finales de 2011, llevaron a que buena parte de las empresas petroleras del país decidieran meterse la mano al bolsillo para mejorar las condiciones de trabajo en cientos de campamentos donde habitan desde obreros rasos hasta ingenieros altamente calificados.

Una prueba del giro en las relaciones laborales es que las compañías proveedoras de estas infraestructuras ya no solo se dedican a adecuar contenedores de carga para volverlos sitios de trabajo, sino que están creando verdaderos apartamentos y suites 5 estrellas. Incluso, ingenieros de ‘alto pedigree’ de grandes empresas se dan el lujo de pedir jacuzzi y minicampos de golf.

“Es necesario consentir a los trabajadores porque se trabaja en lugares donde la temperatura promedio es de 40 grados centígrados, en medio de zonas de conflicto y a varias horas de cualquier centro urbano”, explica Humberto Escobar, gerente de Trayca, una firma colombo-venezolana que provee este tipo de espacios a empresas como Petrominerales, Cerrejón y Ecopetrol.

Aunque no todos los trabajadores de un campo petrolero o una mina se pueden dar el lujo de pedir a sus patronos un jacuzzi para su campamento, ya es muy común ver obreros disfrutando de aire acondicionado, salón de juegos, televisión satelital y baños privados.

Beneficios que empresas como Pacific Rubiales quieren convertir en común denominador en sus yacimientos. No hay que olvidar que luego de las protestas del año pasado, el Gobierno ordenó a esa empresa la adecuación de seis campamentos, la construcción de cocinas, zonas sociales, comedores, campos de juego e, incluso, espacios para el culto de distintas religiones.

Este jalón de orejas llevó a que la empresa le pusiera el acelerador a un megaproyecto para la construcción de un campamento residencial de US$150 millones. 

“Este complejo, que fue adjudicado hace poco a un consorcio integrado por Conconcreto, GHL y Typsa, no tiene reversa. Una vez firmado el contrato y obtenidas las licencias, se construirán las casas y apartamentos en 18 meses”, señala Jorge Alfredo Rodríguez, gerente del proyecto en Pacific Rubiales.

El campamento residencial –como ellos mismos lo denominan– contará con senderos verdes, piscinas, restaurantes, auditorios, gimnasios y siete canchas deportivas. “Con este complejo –que se llamará Maural– tendremos el estándar más alto en sitios de trabajo del país”, agrega Rodríguez.

Para todos los gustos
Pero no todos los campamentos son cinco estrellas. Para las compañías que no tienen el músculo financiero de las grandes petroleras, la industria ofrece campamentos para todos los gustos y presupuestos. Los hay desde contenedores adaptados, cuyo valor promedio asciende a $20 millones, hasta apartamentos modulares y desarmables de 55 m2, con cuatro habitaciones y cuatro baños por $100 millones.

Sin embargo, no solo se trata de un tema de espacio; el clima laboral es literalmente un elemento clave en la construcción de este tipo de espacios. Por eso, la firma barranquillera Containers.com.co centró sus esfuerzos en brindar campamentos con aislamiento térmico y acústico y con diseños inspirados en el confort y la seguridad industrial.

“Con estos revestimientos, los trabajadores de la alta Guajira disfrutarán de ambientes frescos aun cuando el aire acondicionado esté apagado, lo mismo que con un campamento ubicado en Santurbán (Santander) a 3.700 metros de altitud”, dice Nadim Tovio, gerente de Containers.com.co.

Y como el negocio crece a la par con la fiebre por el oro negro, su perspectiva es promisoria. Según datos de Trayca, en solo el alquiler de estos campamentos los negocios en 2011 llegaron a $200.000 millones, una cifra que podría crecer este año, teniendo en cuenta los varios billones de pesos que tienen previstas las petroleras en exploración de nuevos pozos. 

En 2009, las ventas de esta empresa aumentaron 35%, en 2010 un 60% y el año pasado 10%. “Tuvimos que poner freno porque la cautela también es necesaria en un negocio que está amarrado al comportamiento del precio del petróleo. Si se cae la cotización, todo se va al piso”, explica Tovio, quien hace tres años se asoció con la mayor proveedora de campamentos en Venezuela: Lamilara.

El mercado es tan bueno y próspero que el número de proveedores de campamentos pasó de ocho en el año 2000 a más de 35 en la actualidad, sin contar las compañías informales. Como en todo mercado, la competencia hará que sobrevivan los mejores y los beneficiados sean los trabajadores, porque campamentos con mejores especificaciones garantizarán que la locomotora minera entre al siglo XXI con un rostro más humano.