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El presidente Álvaro Uribe firmó el TLC con la Unión Europea, que abre nuevas oportunidades al comercio colombiano, pese a la fuerte oposición del sector lechero. José Manuel Barroso fue su contraparte en la firma.

Comercio Exterior Y TLC

Diez lecciones de los TLC

Reconocer que toda negociación tiene un costo político y puede generar inconformidad es clave. Pero mucho más importante es evitar la tentación de salir a comprar apoyos de los opositores, aseguran expertos.

28 de mayo de 2010

En medio de una fuerte polémica generada por la oposición de los gremios y productores de leche en el país, el 19 de mayo pasado se firmó en Madrid el Tratado de Libre Comercio de Colombia con la Unión Europea. Se trata de una de las negociaciones más ambiciosas que ha hecho el país, pues abre las puertas a los empresarios colombianos para incursionar en un mercado de más de 500 millones de consumidores, 27 países y un ingreso per cápita promedio de US$30.000.

Tras la firma, el acuerdo iniciará un proceso de revisión y traducción de textos antes de iniciar su paso por los Congresos para su respectiva aprobación y puesta en vigencia. Mientras el Gobierno y la mayoría de gremios de la industria, el comercio, la infraestructura y la banca destacan los resultados de la negociación, se mantienen los resquemores en algunos productores que se sienten sacrificados por este proceso.

Por eso Dinero quiso consultar la opinión de cuatro ex Ministros de Comercio para conocer cuáles son las principales lecciones que en las dos últimas décadas ha dejado la negociación de los acuerdos comerciales vigentes y cómo deberían manejarse los temas más complejos.

Estas son las diez lecciones que en materia de acuerdos comerciales destacan los ex ministros Marta Lucía Ramírez, Ángela María Orozco, Carlos Ronderos y Jorge Humberto Botero.

1. Un TLC no reemplaza la política pública. Por muchas disciplinas que terminen negociándose en un acuerdo comercial, estas nunca pueden subsanar los 'huecos' que genera la falta de políticas en materia agropecuaria, industrial o de competitividad. Para Marta Lucía Ramírez, el Estado debe definir, previo a un tratado, cómo fortalecerá el aparato productivo, cómo facilitará las transacciones, de manera que los exportadores realmente tengan opciones en otros mercados. "Me da temor que, con la firma de un tratado, muchos crean que cogemos el cielo con las manos, cuando hacen falta políticas públicas, mejorar la competitividad y hacer más eficiente el aparato productivo colombiano", explica.

2. La internacionalización no depende solo de los TLC. Es fundamental, antes de iniciar estos acuerdos, tener en cuenta la viabilidad del país en temas fiscales, cambiarios y de infraestructura que pasan por la simple firma de un tratado. Jorge Humberto Botero sostiene que el tema de la infraestructura resulta fundamental y debe ser prioritario y en ello el Gobierno debe comprometer recursos que pueden provenir de la venta de activos no estratégicos. Para el caso específico del agro, sostiene que "el Estado debe hacer una adecuada provisión de bienes públicos para el desarrollo, vías terciarias, centros de acopio, sistemas de riego, microseguros y subsidios exclusivamente para la población campesina, no para los ricos".

3. Hay qué saber para qué se quiere hacer un TLC. Negociar por negociar no debe ser un objetivo. Carlos Ronderos explica que, si bien los tratados son buenos como mensaje para promover el desarrollo, antes de negociarlos tenemos que saber para qué nos sirven y, en su opinión, el país parece no tener claro este tema.

En este punto coincide Marta Lucía Ramírez, quien además cree que, en el caso de Europa, debe analizarse con cuidado si el tratado resulta mejor que las preferencias que ya tenía el país. "Si uno vuelve estas preferencias una negociación, lo único que espera es que sea muy buena y que otorgue ventajas adicionales para que se justifique, porque en el caso de Europa en ningún momento se habló de que las iban a quitar", afirma.

4. No solo hay que firmarlos, hay que sacarles jugo. Aunque el país ya tiene firmados varios acuerdos, hoy buena parte de sus exportaciones siguen concentradas en bienes que se vendían hace tres décadas. Para Carlos Ronderos, muchos acuerdos no se han utilizado o no se les ha sacado el debido provecho. "No tenemos una oferta exportable que nos permita sacar provecho de unas preferencias, cada día dependemos más de las exportaciones de bienes primarios y está por verse si los TLC, en la práctica, le sirven a Colombia, pues el Mercosur es un acuerdo parcial y solo se negociaron aranceles, lo mismo que con el Triángulo Norte; los de Estados Unidos y Europa no están ratificados y el único nuevo, que amplía el ya existente con Chile, apenas entró en vigencia".

Jorge Humberto Botero coincide en que "Colombia se beneficia poquísimo de los tratados suscritos y en esto debería haber un programa mucho más fuerte encaminado a identificar oportunidades para que más empresarios le saquen provecho".

5. Competir es importante, pero es clave tener competitividad. Para Ángela Orozco, someter la economía a la competencia es clave "porque la sola expectativa que genera la posibilidad de tener mayor competencia produce una ingente necesidad, a todos los actores domésticos, de revisarse, reinventarse y ser más competitivos". El caso más claro, señala, es la negociación con Estados Unidos, que impulsó a partir de 2003 una serie de inversiones en el aparato productivo colombiano que posiblemente no se hubiera dado de no haber existido la expectativa del TLC con este país.

Para Marta Lucía Ramírez, "acuerdos sin una política de competitividad constante y permanente son un saludo a la bandera". Este tema debe implicar una obligación del gobierno nacional y los actores locales para mejorar las prácticas y generar ventajas competitivas que deben ir más allá de los documentos para convertirse en una realidad.

6. Saber medir el costo político. Por buena que sea, toda negociación va a dejar descontentos a algunos, por eso es importante calcular el impacto de las inconformidades y hacer primar el bien general sobre el particular, pero sin terminar 'pagando' de más los afectados. Para Jorge Humberto Botero, una vez se haya medido la importancia de un acuerdo, no se debe ceder ante las presiones de quienes se oponen. "El país debe entender que el beneficio común, general, está por encima de los intereses particulares. Sectores minoritarios no pueden tener el derecho, por políticamente poderosos que sean, de detener una agenda de incuestionable importancia para el país".

7. Ningún sector puede tener derecho a veto. Tras algunas negociaciones, se han generado resquemores que han llevado a algunos sectores a pedir compensaciones adicionales. Para Ángela María Orozco, "es realmente triste que después de veinte años de negociar acuerdos comerciales se siga manejando en algunos sectores el temor al cambio de una manera conflictiva, sin visión de largo plazo y con amenazas, ultimátums, mejor dicho, sin salidas".

Jorge Humberto Botero va más allá y sostiene que ningún sector debe tener derecho al veto; pero más que eso, el Gobierno debe evitar la tentación de salir a comprar apoyos de sectores opositores a un precio que puede resultar muy alto. "Ojo como se concibe por ejemplo el Conpes lechero -que se ha pedido para el TLC con Europa-: si es una versión similar a lo que fue Agro Ingreso Seguro. Si es una política agropecuaria, bienvenida; pero de lo contrario no, porque el país no puede continuar otorgando subsidios a los ricos".

8. Asociatividad o el trabajo en cadena. Muchos sectores productivos entienden los acuerdos como oportunidades que pueden aprovechar solo de manera individual. Para Marta Lucía Ramírez, "este es un mito que tenemos que vencer, porque las individualidades deben derrotarse para lograr un trabajo en cadenas en el que se pueda entender que en el mercado externo, las empresas colombianas no deben verse como competidores o enemigos entre sí sino como parte de un mismo equipo que debe trabajar unido para conseguir mejores resultados".

9. La preparación de los negociadores es clave. Aunque desde comienzos de la década de los 90 el país ha venido negociando tratados de libre comercio, los constantes cambios de este tipo de personal técnico han impedido que se mantenga una base con la experiencia y constancia requeridas. Marta Lucía Ramírez asegura que una lección fundamental es mejorar la preparación de los negociadores. "Hemos visto que el país ha venido haciendo una escuela de negociadores pero me preocupa que ellos tienen una rotación muy alta. Es lamentable cómo este proceso de formación de negociadores se está desperdiciando, a diferencia de lo que ocurre en Brasil o Chile, donde los equipos se mantienen",explica.

10. Las ventanas de oportunidad son únicas. Hoy muchos sectores y funcionarios lamentan haber dejado pasar la oportunidad de negociar y poner en vigencia el TLC con Estados Unidos. Jorge Humberto Botero es el primero en reconocer que uno de los problemas para poner en vigencia el TLC con Estados Unidos fue la demora que se generó alrededor de un proceso de concertación que tomó más tiempo del debido y terminó por afectar el resultado esperado. "Una lección clara en el TLC con Estados Unidos es que nos demoramos mucho buscando perfeccionar consensos políticos, sectoriales y con el Congreso y se nos cerró la ventana de oportunidad. Por eso, creo que es importante lograr el mayor grado de consenso posible pero sin concederle a nadie el derecho al veto", asegura.

Marta Lucía Ramírez coincide en que el país perdió una ventana de oportunidad muy importante para negociar con Estados Unidos porque "los negociadores y los Ministros no supieron interpretar el momento y esta era una ventana que no podía estar abierta permanentemente", explica.