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La Cámara de Comercio de Bogotá.

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Cámara de Comercio de Bogotá, desgobierno corporativo

Las elecciones para la junta de esta Cámara son un nuevo escenario de opacidad. Empresarios y políticos están trabados en una batalla campal por el control de un presupuesto cercano a los $150.000 millones. ¿Dónde están los principios de gobierno corporativo en esta entidad privada?

2 de junio de 2010

Mañana jueves 3 de junio cerca de 15.000 afiliados de la Cámara de Comercio de Bogotá, CCB, votarán por 16 listas de candidatos que ocuparán ocho renglones de la junta directiva de esa entidad.

Esta vez, lo mismo que en la última elección hace dos años, hay una lucha enconada entre quienes quieren preservar el carácter empresarial de la Cámara y quienes quieren ponerla en la órbita de grupos particulares, políticos o empresariales.

La campaña se agita esta vez con avisos de radio y una parafernalia publicitaria parecida a la de una campaña para la Cámara de Representantes, una condición más bien extraña en entidades privadas como lo es la CCB. Pero,¿qué justifica este despliegue?¿qué es lo que mueve a los candidatos a conseguir un puesto en esta junta directiva? No es el salario, porque la junta no tiene remuneración. Entonces, ¿de qué se trata?

Cuál es el botín
Para personas bien intencionadas y altruistas, el incentivo estaría en usar la Cámara como lo que es: uno de los instrumentos más poderosos para mejorar la competitividad de las empresas de cualquier ciudad. Desde allí se pueden simplificar trámites, se puede mejorar el entorno para hacer negocios, se pueden facilitar las exportaciones o ayudar a formalizar las empresas.

Incluso se pueden orquestar los proyectos más relevantes para una región. El ejemplo de esto se encuentra en Medellín. Con el liderazgo permanente de su Cámara de Comercio, un grupo de empresarios y los gobiernos local y nacional, formularon el programa para la construcción de las Autopistas de la Montaña. Este no sólo es el plan de inversión más grande de la historia del departamento, sino que puso en marcha un sistema de financiación y de ejecución completamente novedosos en la contratación pública nacional.

Si esa motivación no fuera suficiente, habría una pequeña ganancia que va con el cargo. “Todas las semanas hay un evento con el Alcalde, con Planeación Nacional, con el BID. Estar en la junta les permite estar en esos círculos”, dijo un miembro actual del directorio.

Pero para otras personas, más interesadas en el bienestar propio y el de sus amigos, la Cámara de Bogotá significa más que fama, clientela y fortuna. Una forma de conseguirlas está en los puestos. No son quizás muchos, pero hay algunos. La entidad tiene menos de 1.000 cargos, y no todos ellos se pueden cambiar fácilmente por su naturaleza técnica, pero no por eso han dejado de ser apetecidos. “Los políticos de la junta elegida en 2008 pidieron la lista empleados, la lista de contratos, pidieron cambiar el código de ética”, le dijo a Dinero.com una persona cercana al proceso, para ilustrar que hubo intenciones serias de hacer remezones, más movidos por intereses de grupo que por necesidades de mejorar la eficiencia de la entidad.

De otra parte están los contratos. Para las personas que conocen el tema es bien claro que con una junta a favor, los contratos de la Cámara se pueden hacer llegar a los sectores o a los contratistas que ellos quieran. Y el dinero puede ser interesante. Un sólo proyecto como Bogotá Innova, puede costar varios millones de dólares, le dijo a Dinero.com un funcionario de la Cámara. Pero lo más serio del asunto es que una buena parte de los dineros que maneja la entidad son de origen público.

Así las cosas, los electores tendrán que tratar de develar las motivaciones de sus elegidos para tomar una decisión que permita resguardar a la CCB de la voracidad de intereses particulares.

Los grupos
La junta de la Cámara tiene doce miembros. Ocho nombrados por los afiliados en una elección como la del jueves, y otros cuatro designados por el gobierno nacional. En el sentir de los observadores de la junta, en este momento hay seis miembros políticos y seis de la línea dura empresarial. “Había una mayoría de empresarios frente a los políticos 6 a 5, pero cuando el gobierno nombró a Enrique Vargas Lleras hace dos años, quedaron 6 a 6”, dijo uno de los miembros de la junta. De modo que lo que se jugaría ahora es el balance entre los dos grupos, que naturalmente no se conocerá hasta que el presidente de la República escoja sus cuatro representantes después del 7 de agosto.

Hasta ahora, según algunos miembros actuales de la junta de la Cámara, habría tres grupos en contienda. De un lado perciben como típicamente de empresarios las listas que encabezan Gonzalo Echeverry, Jaime Mantilla, Juan Diego Trujillo, Francisco Durán Casas y Juan David Ángel.

De otra parte, perciben como políticos – cercanos a Enrique Vargas Lleras -, a las cabezas de lista Carlos Gustavo Palacino, Sergio Mutis, Efrén Cardona, José Blackburn, Leonor Serrano, Carlos Augusto Ramírez y Fabio Alberto Cardona.

Finalmente hay tres listas nuevas, encabezadas por Carlos Augusto Molano, José Franco y Alexander Torres.

¿Dónde está la verdad?
Es difícil afirmar que el interés de convertir a la CCB en el acelerador de la competitividad de las empresas bogotanas, sea exclusivo de alguno de estos grupos o de esas listas.

Sin embargo, hay algunos indicios de que los primeros quieren acelerar para su lado. Quizás las declaraciones del actual presidente de la junta, y candidato a la reelección, Carlos Augusto Ramírez, sirven para mostrar el tono en el que está planteada la discusión.

Refiriéndose a su lista dijo: “(En la Cámara) somos una entidad conformada por empresarios de todos los sectores. Lo que queremos es impedir que personas que no tengan arraigo de sector privado lleguen a la junta”.

Frente a esa posición clara, Ramírez aflojó en otras respuestas. A la solicitud directa de que señalara a los miembros actuales de la junta que tenían intereses políticos más que empresariales dijo, eludiéndola, que “de los doce, cuatro son de origen político y los otros ocho, de comerciantes y empresarios”.

Desestimó también el interés que podría tener un grupo político por la junta de la CCB. Aseguró que el número de empleados o el tamaño del presupuesto podría ser superado en 10 ó 15 veces por cualquier entidad nacional.

Ramírez le dijo finalmente a Dinero.com que al llegar a la junta en representación de algún sector, lo natural sería “propender para que (la Cámara) apoye a determinado sector” y señaló que se podrían reorientar recursos hacia allí. Y a la pregunta del periodista de Dinero.com sobre si los recursos se podrían “torcer” para beneficiar grupos de interés específicos, respondió: “Yo no diría torcer, priorizar”.

La posición del presidente de la junta aterraría a cualquier experto en mejores prácticas de gobierno corporativo, que señalan que una vez nombrado, los directores deben atender a los intereses de la entidad y de todos sus grupos de interés relevantes y no los del electorado particular que los puso en la junta. Esto quizás sería un asunto menor si no fuera porque la Cámara de Comercio de Bogotá es la entidad que administra el mayor programa de promoción de gobierno corporativo del país, desde el "Centro Nacional de Gobierno Corporativo".

Quizás no sobraría que en las elecciones de la CCB se aplique un poco de la disciplina y la seriedad corporativas y la transparencia que ellos mismos predican para los demás.