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El café es símbolo de la globalización, este libro explica por qué

La historia de cómo la bebida llegó de Londres a San Salvador sirve para explicar cómo este grano tendió las bases de la economía global.

14 de mayo de 2020

El grano de café fue descubierto en Etiopía en el siglo XVI. Muy pronto sus propiedades fueron conociéndose en el mundo islámico hasta llegar a Turquía. De ahí a que el rumor de la bebida tan negra como la tinta saltara a Europa no pasó mucho tiempo, y para el siglo XVII ya era popular en Londres, no solo para espantar el sueño sino como antídoto para la impotencia. En cuestión de 100 años el café pasó de ser una planta totalmente desconocida a convertirse en un grano que generaba interrogantes por sus efectos fisiológicos. Cinco siglos después es una bebida que tiene el don de la ubicuidad; es el líquido de la productividad laboral por excelencia, el combustible del mundo capitalista.

Esta fascinante historia de cómo el café fue cautivando adeptos en el mundo es parte del libro Coffeeland, de Augustine Sedgewick, profesor del City College de Nueva York, que no trata exclusivamente sobre la historia del café sino que transcurre bajo la tesis de que esta bebida está detrás de la globalización del capitalismo.

En el siglo XVII y XVIII, y viendo que era una bebida tan popular, que hacía a la gente más sociable, Inglaterra desarrolló un interés profundo en cultivarla en sus colonias.

Fue así como llegó al Caribe e incluso a los estados de New England y Virginia. Allí se inició una competencia de intercambio comercial con los árabes que ya tenían sus rutas de exportación. Con el café se introdujo una bebida que competía con otra que había sido exportada con mayor éxito por los británicos: el té.

Es así como el autor termina centrado en la historia de la familia Hill, en El Salvador, a partir de que el inglés James Hill llegó al país centroamericano en 1889. Para 1920 ya era conocido como rey del café en esas tierras. En 1979 su nieto Jaime Hill fue secuestrado por la guerrilla.

La trama se desenreda en el tiempo que sucede entre esas dos fechas y el hilo conector es el café: las cadenas de suministro, el flujo de capital global, los mercados de consumo, la movilización de la fuerza de trabajo son parte de los capítulos de la obra de Sedgewick, quien cuenta cómo el café es un bien que conecta a los países ricos que lo consumen y a los pobres que lo producen. El café no solo refleja esa división, sino que, según el autor, ayudó a darle forma. En otras palabras el café, más que cualquier otro producto, da cuenta de cómo funciona la economía mundial.

Coffeeland es un relato de las decisiones de los productores e importadores, de los empresarios que comercializaron el producto y de cómo estas impactaron procesos políticos y sociales locales en sus países. Por lo tanto, en esencia el libro es un estado de balance en el que se observan las consecuencias de una economía dedicada a un solo producto, pues mientras la familia Hill decide poner más hectáreas para el cultivo del café, las familias salvadoreñas agricultoras van quedando sin opciones. Una decisión que lentamente los sumió en la pobreza.

Así, en este país, donde la economía era dominada por la producción de esta bebida, se estableció la dictadura del café en la cual los que lo cultivaban gozaban del monopolio en la política y las opciones de los ciudadanos eran migrar o alzarse en armas. En efecto esto llevó a un conflicto en pleno siglo XX entre los cultivadores y los terratenientes. Eso explica el secuestro de Jaime Hill en 1979, tema con el cual arranca el libro. Se trata de una historia fascinante, persuasiva y convincente que merece leerse acompañada por una buena taza de café.