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¿Cómo sería el mundo sin humanos trabajando?

El temor de que los robots les quiten el empleo a los humanos llevó a Daniel Susskind a preguntarse cómo será esa nueva sociedad.

6 de febrero de 2020

Cuando se habla del fin del trabajo a raíz de la aparición de robots y aparatos tecnológicos surgen dos grupos: en un lado están los pesimistas, que ven ese futuro como la peor tragedia que ha vivido el ser humano, y los optimistas, que piensan en las ventajas de una vida de esparcimiento sin preocuparse por llamadas del jefe, ni regaños el lunes en la mañana. Por el contrario, una vida de sábados eternos.

En este libro, Daniel Susskind, catedrático de economía y exasesor de política gubernamental, no viene a dirimir las diferencias entre unos y otros sino más bien a explicar lo que significa el desempleo tecnológico, como lo llaman muchos expertos.

A diferencia de lo que sucedió en el pasado, cuando una nueva tecnología llegaba a reemplazar una labor y se creaba un nuevo trabajo a raíz de esta invención, esta vez el mundo esta ante una revolución, pues la nueva tecnología involucra inteligencia artificial y eso cambia drásticamente la situación.

John Maynard Keynes, uno de los optimistas del tema, en 1931 creía que en 2030 la gente trabajaría menos (32 horas). Pero en este momento la idea de que los robots se tomen todos los trabajos posibles del ser humano no solo es probable sino casi un hecho. "Tarde o temprano nos quedaremos sin trabajo", dice el autor. En la lista de profesiones que desaparecerían están médicos, obreros, aseguradores, periodistas, profesores y muchos más, lo que pondría punto final a la era del trabajo. "Las máquinas del futuro van a sobrepasar en capacidad incluso a los más competentes humanos de hoy".

En esas circunstancias, y teniendo en cuenta que el trabajo es hoy un eje importante en la vida del ser humano, una fuente de validación e identidad y de motivación, el autor dice que el reto de un mundo sin trabajo es más grande de lo que parece, y no se debe ver solo desde la perspectiva económica sino también desde la mirada política y psicológica. Además, un tema preocupante es que la inequidad sería aún mayor y el mundo post trabajo crearía una gran brecha entre ricos y pobres. Susskind tiene otros interrogantes que lo inquietan ante esta misma perspectiva. Como, por ejemplo: ¿Qué hará la gente durante el día? ¿Cómo manejará la soledad que se deriva de la falta de necesidad de conectarse con los demás? ¿Cómo administrar el aburrimiento por la falta de misiones ni proyectos?

La solución de Susskind es establecer un tiempo de transición para pasar del modelo laboral de trabajo actual en el que se espera un compromiso 24 /7 a uno en el que no se necesita de la mano de obra de los seres humanos. En esta transición habría que crear un salario básico universal que se financie de los impuestos y se reparta entre todos. El poco trabajo disponible en esta etapa debe ser distribuido equitativamente en la población. En otras palabras, el Estado tendrá que ser capaz de redistribuir mejor la riqueza.

Esa, para el autor, es la etapa sencilla. La parte complicada será mover a la sociedad del modo trabajo remunerado al modo descanso permanente. Para esto se requerirá crear políticas de ocio en todos los niveles, desde la planeación de las ciudades hasta la educación. El reto mayor será el cambio de pensamiento, pues el ser humano tendrá que pensar qué significa, en ese escenario, vivir una vida satisfactoria y al mismo tiempo llena de sentido.

Aunque su pronóstico puede no suceder, su libro es un buen ejercicio sobre cómo crear una sociedad más justa.