Un puente a medio construir

Colombia tiene una situación política estable, por lo que se puede concentrar en el comercio. En Venezuela los problemas son políticos.

John SWEENEY
1 de octubre de 1993

Si describiéramos la creciente integración de Venezuela con Colombia en términos de un puente colgante, el lado del puente que avanza desde Colombia estaría más adelantado, con cimientos más firmes y un sentido más claro de la dinámica de ingeniería involucrada en la construcción de ese puente. Más aún, avanzando unos cinco años en el futuro, es probable que el lado colombiano del puente adelantara más rápidamente que el venezolano. Esto se debe a que Colombia, a pesar de sus problemas con el narcotráfico y la guerrilla, no tiene que enfrentarse a la crisis institucional y política que Venezuela aún debe superar, y porque las instituciones colombianas hoy día son coherentes y funcionales que las venezolanas gracias a la Asamblea Constituyente de 1.991. Esta realidad le da a Colombia una ventaja importante, toda vez que permite concentrar mayores esfuerzos políticos sobre la modernización de la economía, mientras que Venezuela primero tendrá que resolver las raíces estructurales de su crisis económica y política, y eso no seria fácil, debido a que muchos venezolanos aun no están del todo convencidos de que no hay opción a la apertura económica para rescatar al país.

Puede que la economía venezolana sea mucho mayor que la colombiana gracias al petróleo, pero Colombia está adelantada años luz respecto a Venezuela en términos de su inserción en la economía global y su capacidad para competir exitosamente en muchas áreas. Esta realidad puede sorprender a los venezolanos, acostumbrados a pensar en Colombia como un país más pobre y, por lo tanto, menos desarrollado que Venezuela.

Colombia, dice Gabriela Febres Cordero, presidenta del World Trade Center Caracas, está más adelantada que Venezuela en muchas áreas, y dentro de cinco años la integración con Colombia será más importante para Venezuela que para la misma Colombia. Aunque a Venezuela aún le falta mucho camino por recorrer para alcanzar a Colombia en materia de reforma política y fortalecimiento de sus instituciones, lo cual a criterio de muchos sólo podrá lograrse cuando la clase política finalmente acepte la necesidad de convocar una Constituyente, ya se han sentado las bases legales para la integración económica, y no hay vuelta atrás. La zona de libre comercio, instalada hace 18 meses, ha reforzado el comercio bilateral a más de $1.000 millones anuales, de un total de $300 millones en 1988, y en enero próximo entrará en vigencia la primera unión aduanera latinoamericana verdadera. Si continúan las tendencias actuales de crecimiento, para 1998 el comercio bilateral podría totalizar fácilmente entre US$ 3.000 y $ 4.000 millones anuales. Sin embargo, no será fácil llegar allí.

Para lograr una verdadera integración, Colombia y Venezuela deben aprender cómo armonizar los pequeños detalles que aseguran el éxito o fracaso de las zonas de libre comercio y las uniones aduaneras. De hecho, los instrumentos y procedimientos utilizados por ambos países en la conducción de sus economías, así como para fomentar y proteger equitativamente a sus productores, deben estar en perfecta armonía, lo cual significa que debe existir una coordinación de políticas intensiva y continua por ambas partes, así como cambios fundamentales en las políticas de cada país cuando sea preciso alinear las políticas económicas. Para muchos venezolanos, una coordinación de políticas tan estrecha se acerca peligrosamente a la rendición de cierto grado de soberanía ante otro país, y sin duda muchos colombianos pensarán lo mismo; pero, a la larga, eso es exactamente lo que se necesita para lograr que la integración económica sea un éxito en los términos de armonización planteados por los ministros de Comercio Exterior de Colombia y Venezuela, Juan Manuel Santos y Miguel Rodríguez Mendoza.

Por ejemplo, las aduanas de ambos países figuran entre los principales dolores de cabeza que deben aguantar los productores colombianos y venezolanos. Uno de los problemas de abrir la economía de la región a las importaciones ha sido la inundación de productos textiles y de confección a bajo precio, originarios de Asia. En ambos países, las importaciones representan actualmente entre un tercio y la mitad del mercado interno, y los industriales claman por protección ante lo que, según afirman, sería un caso de subfacturación y dumping generalizados. El gobierno de Colombia ha actuado fijando precios de referencia y otros mecanismos para controlar más estrictamente a ciertas importaciones textiles asiáticas, pero si no se implementan mecanismos similares en Venezuela, el problema continuará en Colombia: bajo las nuevas reglas de zona de libre comercio vigentes actualmente, esas mismas importaciones pueden ser desviadas hacia Venezuela, desembarcadas en Paraguaná o Maracaibo y transportadas por vía terrestre a Colombia, a través de Cúcuta o Maicao, gracias a la corrupción e ineficiencia aduanera.

La única forma de asegurar que se usen mecanismos y procedimientos aduaneros similares en ambos lados de la frontera, es tener un servicio aduanero verdaderamente binacional, con los mismos procedimientos, permisología y sistemas automatizados, capaces de conectar un terminal de computadora en las oficinas aduaneras de la Guajira, digamos, con las oficinas aduaneras colombianas en Cali o Bogotá.

Otra área donde la armonización es necesaria es la relacionada con las políticas monetarias y cambiarias.

La falta de congruencia aquí puede tener graves efectos sobre la balanza comercial entre ambos países. Si el peso colombiano está sobrevaluado porque el gobierno de Gaviria usa la política cambiaria para controlar la inflación, pero el bolívar venezolano se está devaluando continuamente debido a que el gobierno utiliza las tasas de cambio para mantener la competitividad de las exportaciones venezolanas, las condiciones del intercambio comercial no tardarán mucho en distorsionarse. Este ya es un problema grave para los productores de arroz de Colombia, quienes no han logrado competir contra el arroz venezolano más barato, que disfruta de una ventaja cambiaria además de subsidios a la energía y los fertilizantes.

Colombia ha indicado que desearía armonizar sus políticas monetarias y cambiarias con las de Venezuela, pero el gobierno de Gaviria ha dejado en claro que no abandonaría su conservadorismo fiscal para permitir que el peso se devaluara, a fin de volver más competitivas las exportaciones colombianas, lo cual constituye un golpe fuerte para los industriales colombianos, tanto para los exportadores como para quienes suplen el mercado nacional, y que están perdiendo mercado ante las importaciones más baratas. Sin embargo, una política cambiaria estable es lo que le ha permitido a Colombia reducir su inflación a alrededor del 22% y reducir el déficit fiscal por debajo del 1% del PIB durante los

primeros seis meses del año. Este es un caso donde Venezuela tendría que realizar cambios fundamentales de políticas, los que aún el país no está preparado para aceptar.

Colombia también parece tener una idea más clara de los vínculos necesarios que deben existir entre el gobierno y los sectores productivos. A diferencia de

Venezuela, donde desde 1989 se viene practicando un laissez faire neoliberal fundamentalista, el gobierno de Colombia se ha mostrado más dispuesto a modificar ciertos aspectos de su programa económico, incluyendo la agricultura y ciertos sectores industriales (por ejemplo, textiles y vehículos). El gobierno interino del presidente Ramón J. Velásquez está manejando la agricultura con una visión más intervencionista que el gobierno de Carlos Andrés Pérez, pero no se le dará ningún trato especial a los textileros y productores de autopartes.

Desde Venezuela, 7a meta aparente de la política económica del gobierno de Gaviria parece ser la de ofrecer a los productores e inversionistas nacionales y extranjeros incentivos para invertir en los sectores productivos. Para precisar aquellas áreas donde existen mayores ventajas para Colombia, el gobierno contrató al gurú de la competitividad, Michael Porter, a fin de que estudiara la economía colombiana e identificar las áreas en que era competitiva. Los resultados de este estudio fueron presentados recientemente en Caracas. El estudio determinó que el 71% de las exportaciones de Colombia se basan en recursos naturales, y que la falta de infraestructura y capacidad en las áreas de transporte, generación de electricidad y telecomunicaciones, crea un grave problema para la economía colombiana completa. El estudio también halló que Colombia no es una economía fundamentalmente competitiva y que sus puntos más fuertes se encuentran en el área de los productos básicos (carbón, petróleo, ferroníquel, flores, esmeraldas, café, bananas, etc.), los cuales han venido perdiendo participación del mercado mundial en los últimos años.

Los autores del estudio analizaron 1.600 segmentos industriales, organizados en 16 categorías. en tres niveles. El primer nivel consistía de industrias corriente arriba, tales como materiales y metales, petróleo y productos químicos. El segundo nivel consiste en funciones industriales y de apoyo, donde tienen lugar las operaciones complejas de la economía. El tercer nivel consiste en consumo final corriente abajo. El estudio halló que Colombia es fuerte en el primer y tercer nivel producción primaria corriente arriba y consumo final corriente abajo pero que existe muy poco desarrollo en el segundo nivel, lo cual coloca al país en una situación desventajosa en términos de su competitividad.

Esta estructura se traslada a la balanza comercial de Colombia, la cual es negativa en los niveles corriente arriba e intermedios, pero positiva en el nivel corriente abajo, de consumo. El estudio examinó en particular el comercio colombo venezolano, hallando que, aunque' el intercambio comercial está equilibrado entre ambos países, los tipos de bienes negociados por ambos son productos básicos, con muy poco valor agregado.

A todo nivel, afirmó un miembro del equipo de Porter, la competitividad venezolana y colombiana existe principalmente en el área de los productos básicos. Las maquinarias y servicios de apoyo, que son los sectores más dinámicos de una economía en términos de crecimiento y creatividad, muestran muy poca actividad. El mensaje que se desprende de este estudio es que no se trata simplemente del nivel de exportaciones, sino de la calidad de dichas exportaciones. En el caso de Venezuela, las disparidades son probablemente aún más dramáticas.

El hecho de que Colombia esté consciente de esto representa una importante ventaja para los colombianos en el proceso de integración con Venezuela, según Febres Cordero, Colombia está a punto de experimentar un pequeño auge petrolero, con ingentes descubrimientos hasta de 4.000 millones de barriles que le asegurarían unos $15.000 millones en ingresos en divisas durante los próximos siete años. Según Febres Cordero, el estudio de competitividad realizado por Porter probablemente será usado por Colombia para identificar los sectores sobre los que debería enfocar la riqueza petrolera a fin de fomentar el rápido desarrollo de sus exportaciones. Esto ayudaría a empezar a romper la dependencia colombiana sobre las exportaciones de productos básicos.

Los colombianos son capaces de hacer esto, agregó Febres Cordero, porque su burocracia gubernamental es más sólida, más profesional y está mejor educada que su contraparte venezolana. A Venezuela aún le queda un largo camino por recorrer en esta área. Sin embargo, añadió que las presiones de una mayor competencia con los productores colombianos tendrían un efecto saludable sobre Venezuela, obligando a la nación a adaptarse rápidamente.

En última instancia, la velocidad a la que Venezuela se ponga a la par de Colombia depende de cómo se enfrente el próximo gobierno a la crisis política de la nación. Colombia cruzó el Rubicón político con la Constituyente de 1991. El proceso restableció la estabilidad del sistema político colombiano, oxigenando al estamento político y permitiendo que surgieran nuevos actores políticos. Como resultado, el próximo presidente de Colombia estará en libertad, de enfocar la mayor parte de sus energías sobre los temas económicos, mientras que el próximo presidente de Venezuela podría verse obligado a dedicar la mayoría de su tiempo y energía a estabilizar la situación política. En la carrera por terminar su puente comercial, los venezolanos hallarán que este desequilibrio le da ventajas comerciales y políticas a Colombia.