¿Salvador o ilusionista déspota?

El nuevo Presidente de Venezuela sigue siendo una incógnita. Mientras el mundo intenta descifrarlo, él ha pasado a la acción.

Ana Julia Jatar
12 de febrero de 1999

Con esta perturbadora pregunta se refirió Gabriel García Márquez al Comandante Hugo Chávez Frías, al final de un artículo que escribió para el Universal de Venezuela y en el cual Gabo relata una larga conversación de avión con el recién inaugurado Presidente de Venezuela. Parece que ni siquiera el ambiente de confesionario que por alguna misteriosa razón tienen las butacas aéreas contiguas fue suficiente para que un hombre de la talla intelectual de García Márquez pudiera, como dicen los gringos, "figure the man out" o dicho en criollo, entender quién era el personaje. Debo confesar que las dudas de mi admirado Premio Nobel me animaron a escribir este artículo y tratar con ello de contribuir a la confusión generalizada que el ya conocido como "el otro comandante" (luego de Fidel) provoca en todos los que tratan de analizarlo.



Los venezolanos votaron por lo que no quieren, pero no dijeron qué esperaban a cambio.



Desde cuando empezó a perfilarse como el seguro ganador de las elecciones del 6 de diciembre en Venezuela, distintos analistas se empeñaron en compararlo con Menem, Fujimori, Bucaram, Fidel y Perón. A estas alturas, la confusión continúa. ¿Será un Menem? Quizás, pero el presidente argentino ha demostrado un respeto por las instituciones democráticas y por los mercados financieros internacionales que el Presidente venezolano no ha manifestado hasta la fecha. ¿Será un Bucaram? A lo mejor. Usa un estilo coloquial, se le sale el artista, toca el cuatro, canta coplas llaneras y le mete al béisbol, su base de poder en el pueblo y en los militares se fundamenta en la credibilidad de su historia personal, su indiscutible inteligencia y su carisma.



¿Y qué me dicen de Perón? ¿O Fidel? Un amigo y político argentino me decía en estos días que Chávez se le parecía cada vez más a Perón: militar, nacionalista, populista, buen orador y carismático. Puede ser. Pero Chávez tiene además un mesianismo mezclado con el idealismo de la izquierda de los 70 que lo acerca, sin duda, a personalidades como las del Che Guevara y Fidel Castro. En fin, no sabemos todavía quién es verdaderamente el presidente Hugo Chávez. Sólo nos queda especular hacia dónde se dirige, basándonos en su mensaje, su discurso y el proceso que lo convirtió en Presidente.



¿De dónde venimos?

Comencemos por entender lo fundamental. Chávez llega a la Presidencia montado sobre un proceso revolucionario que se inició en Venezuela con el golpe militar dirigido por él en 1992. Desafortunadamente, desde hace ya 7 años que venía rodando en Venezuela la peligrosa idea de que la democracia no es indispensable. El mismo día del golpe, cuando todavía había confusión sobre el resultado final del alzamiento, el ex presidente y entonces senador vitalicio Rafael Caldera alertó desde el Congreso y ante la mirada incrédula de los que somos demócratas de pura cepa, que "democracia con hambre no sirve".



Chávez fue el único capaz de articular la rabia y la frustración de una sociedad que se sentía traicionada.



La élite política y económica se sumó a esta alerta como una forma de protestar contra las medidas de liberalización económica y descentralización política que acaban de iniciarse y en ese momento comenzó la revolución. Lo que vino después ya es historia, se justificó el golpe militar, se desató un proceso de descrédito de las instituciones democráticas y se confundió el rechazo al liderazgo con el rechazo al sistema. Desde ese momento, se comenzó a configurar, basándose en la indiscutible bancarrota moral de la dirigencia política del país, lo que pronto sería la única oferta política con respaldo popular: un cambio total y radical de las instituciones políticas del país y de la forma de gobierno.



Así fue como Caldera ganó las elecciones y trató de cumplir su agenda contra el "neoliberalismo" y la corrupción. Persiguió banqueros, amenazó al Congreso, suspendió las garantías económicas, estableció controles de precios, paró las privatizaciones, hasta que no le quedó más remedio que echar marcha atrás en este camino populista. La frustración de la gente siguió creciendo.



Chávez, luego de pasar dos años en la cárcel y de ser liberado por Caldera, fue el único que supo articular la rabia y la frustración de una sociedad que se sentía traicionada y cada vez más alejada de los centros de decisión. Para darle un cauce democrático-institucional a la revolución, se empezó por ese entonces a hablar de la necesidad de reformar la Constitución y luego, cuando ello ya no era suficiente, se impuso la idea de una Asamblea Constituyente. La bandera Constituyente la tomó Chávez para su campaña, aunque ya se venía discutiendo en el país desde 1992. La dirigencia política estaba desgastada, la gente estaba cansada de promesas no cumplidas. Chávez se convirtió en la gran esperanza.



"Esta es una revolución pacífica", ha dicho Chávez en varias oportunidades. Para muchos, ésa sigue siendo una esperanza. El discurso que llevó a Chávez a su aplastante triunfo electoral fue, sin lugar a dudas, su agresivo tono frente a las élites políticas tradicionales. Mientras más agresivo, más votos: freír cabezas de los adecos, erradicar a los corruptos, acabar con la clase política dirigente, cerrar el Congreso, botar a jueces corruptos, cambiar a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia... En resumen, el electorado que votó por Chávez le dijo no a la dirigencia política tradicional, no a la corrupción, no al clientelismo político, no al continuismo. En materia política, los venezolanos votaron por lo que no quieren pero no dijeron qué esperaban a cambio. No le dieron un claro mandato al Presidente sobre el tipo de reformas que debe instrumentar.



La Constituyente se presenta como un cheque en blanco entregado al Presidente. Así lo interpreta Chávez y allí es donde está el peligro. Por otra parte, en el tema económico, el mensaje electoral fue populista con edulcorante para no espantar inversionistas. En ese sentido, Chávez no tiene ningún mandato. Ello ha generado una inmensa incertidumbre en los inversionistas nacionales e internacionales.



El gabinete nombrado por Chávez no le hace honor a la meritocracia, sino a la obediencia.



¿Hacia dónde vamos?



Apenas Chávez tomó posesión de su cargo, anunció un gabinete que, salvo honrosas excepciones, no le hace honor a la meritocracia, sino a la lealtad, a la amistad y a la obediencia.



Aunque no ha mencionado ninguna medida económica de relevancia, le ha pedido al Congreso una ley habilitante para decidir desde el Ejecutivo en materia fiscal, en especial en relación con el impuesto a las ventas y sobre la instrumentación de un impuesto a los débitos bancarios. Su ministro de Agricultura ha mencionado incluir en la Constitución la seguridad alimentaria y, mientras tanto, anunció la eliminación de las importaciones agrícolas y su sustitución por producción nacional. Algunos ya empiezan a preguntarse por las obvias implicaciones de estas medidas sobre el acuerdo de libre comercio con Colombia.



Sobre el tema de la Constituyente, decidió no esperar por el Congreso ni por la sociedad civil para realizar la convocatoria al referéndum y firmó un decreto presidencial apenas a dos horas de su toma de posesión en el que ordena el referéndum y establece que los votantes deben pronunciarse con un "sí" o un "no" sobre las siguientes dos preguntas:



* ¿Convoca usted a una Asamblea Nacional Constituyente con el propósito de transformar el Estado y crear un nuevo ordenamiento jurídico que permita el funcionamiento efectivo de una Democracia Social y Participativa?



* ¿Autoriza usted al Presidente de la República para que mediante un Acto de Gobierno fije, oída la opinión de los sectores políticos, sociales y económicos, las bases del proceso comicial en el cual se elegirán los integrantes de la Asamblea Nacional?



En primer lugar Chávez dice que va a establecer una democracia "social", la cual él mismo diferencia de la democracia política que hemos tenido en los últimos 40 años. Nadie sabe en realidad lo que en el fondo significa esto, pero puede ser que esté a favor del "socialismo" vs. "libertades pequeño-burguesas".



En segundo lugar, el presidente Chávez podría adoptar una norma electoral uninominal por circuito electoral y así con el 40% de los votos en todo el país podría obtener el 100% de la representación. En Venezuela, existe el temor de que gane el control total con una mayoría que vote "sí" por ambas. Lo que queda de la élite venezolana es presa o del terror o de la inmovilidad. Ya lo dijo Tocqueville, "cuando una nación destruye su élite en un proceso revolucionario casi automáticamente tiende hacia la centralización del poder".



Igualmente, hay quien opina que el Presidente quiere la Asamblea Constituyente para hacer que ésta disuelva los poderes legislativo y judicial y quedarse como déspota. ¿Será eso pura ilusión?



* Ana Julia Jatar es Senior Fellow en el Diálogo Interamericano en Washington y ex presidente de la Comisión Antimonopolio de Venezuela.