Bolsonaro se ha quejado de la falta de colaboración del Congreso para aprobar su reforma, una consecuencia de gobernar sin coaliciones. | Foto: Afp

REFORMAS

El pulso por la reforma pensional en Brasil

Jair Bolsonaro dice que la economía del país mejorará si se aprueba su reforma pensional. Aún así, no ha logrado el apoyo necesario.

18 de julio de 2019

El año pasado, a lo largo de su campaña para la presidencia, Jair Bolsonaro prometió a los cuatro vientos que solamente él podría reactivar la estancada economía del país. Como si fuera un mantra que repitió sin cesar, el candidato de la ultraderecha señaló a los pasados gobiernos de izquierda del Partido de los Trabajadores (PT) como los únicos culpables del desaceleramiento del aparato productivo del país. Ahora, tras más de seis meses en el poder, el exmilitar ha encontrado otro culpable: el Congreso brasileño.

¿Por qué los congresistas se convirtieron en el nuevo saco de boxeo del presidente? Por la razón a la que apuntan tanto políticos como expertos económicos: la enorme dificultad de aprobar su ambiciosa reforma pensional. En este momento, la mayoría de discusiones políticas tiene como centro las pensiones y los cambios que deben hacerse, si Brasil aspira a reactivar su economía.

La situación económica del gigante suramericano no levanta cabeza. Aunque no está en recesión, tal como pasó en 2016, el crecimiento está estancado. Como le dijo a Dinero Munir Jalil, director de Investigaciones Económicas del banco de inversiones BTG Pactual Colombia, “el crecimiento es ciertamente decepcionante este año. Las estimaciones comenzaron en 2,5% de crecimiento y ya apuntan a una expansión modesta (inferior a 1%), más baja que en 2018”.

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Aunque hay más de un responsable para esta situación (la crisis de Argentina, un desastre minero a comienzos de año), expertos apuntan a que la dificultad para aprobar la reforma a la seguridad social ha espantado a algunos inversionistas. Sin su respaldo, difícilmente habrá crecimiento.

Las cifras alrededor de las pensiones demuestran la importancia de que se lleve a cabo una reforma. Hoy en día representan 44% del gasto federal, lo que significa un gasto equivalente a 8,5% del Producto Interno Bruto. Tal como lo ha señalado el actual ministro de Hacienda, Paulo Guedes, con la reforma que ha planteado el gobierno se podrían ahorrar US$230.000 millones en los próximos 10 años. Según un artículo de The Economist, Brasil gasta siete veces más fondos en sus ciudadanos más mayores que en los más jóvenes.

Miles de ciudadanos han protestado contra el proyecto de reforma pensional de Bolsonaro.

Uno de los puntos más cuestionados de la reforma pensional de Bolsonaro consiste en que los hombres tengan una edad mínima de jubilación de 65 años y que las mujeres lo hagan cuando lleguen a los 62. Hoy en día, muchos brasileros se jubilan con apenas 55 años. Eso representa un ajuste draconiano para la población.

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Esto, sumado a una reglamentación más estricta para los pagos de beneficios, despertó la indignación de un amplio grupo de ciudadanos. Varias marchas han llenado las calles de las principales ciudades del país exigiendo que el sistema no afecte a la golpeada clase media brasilera o a los trabajadores que están a punto de pensionarse con el anterior sistema. Tal como le dijo a Dinero el equipo de análisis del Banco Itaú en Colombia, “la baja aprobación ciudadana probablemente viene del mayor esfuerzo que deberá hacer la ciudadanía para alcanzar mejores pensiones”.

A estas protestas se han sumado muchos políticos del Partido de los Trabajadores, quienes han utilizado la inconformidad ciudadana para criticar y torpedear a Bolsonaro. Según el PT, el bienestar económico del país no tiene que ponerse por encima de un privilegio social del que gozan los brasileños en el presente. Es decir, sostienen que el crecimiento de la economía se puede potenciar sin que afecte a la ciudadanía.

Sin importar las marchas o protestas, Bolsonaro y su gobierno insisten en que el Congreso apruebe su ambiciosa reforma. No lo han logrado: cambiar el sistema de la seguridad social obliga a modificar la Constitución, lo que a su vez implica conseguir las tres quintas partes del Congreso, tanto del Senado como de la Cámara de diputados.

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Como Bolsonaro prometió que no formaría gobierno por medio de coaliciones (pues considera que esa práctica ha promovido la corrupción política), el exmilitar ha tenido serios problemas en conseguir las mayorías que necesita. Por el momento, algunos congresistas posicionados en el centro del espectro ideológico han apoyado su reforma, pero aún le queda un buen número por convencer. Para Bolsonaro ha sido tan desgastante convencer al Congreso que, en varias oportunidades, el presidente ha afirmado que la rama legislativa ha vuelto "ingobernable" a Brasil.

Sin embargo, la comisión especial de la Cámara de Diputados aprobó la reforma con unas ligeras modificiaciones. Ahora la reforma será discutida por la plenaria de la Cámara y luego pasará al Senado. Queda un largo camino para que Bolsonaro demuestre que esta reforma puede impulsar la economía de su país, tal como lo prometió en su campaña presidencial.