El votofinish de la 'Vía rápida'

Clinton se la juega toda este mes para obtener la autorización de negociar acuerdos comerciales. Colombia mira el partido desde la banca.

1 de noviembre de 1997

"Señor Presidente, necesito que me dé una lista de 70 demócratas que votarán a favor del 'fast track'. De lo contrario, es casi imposible sacar la legislación adelante y la causa del libre comercio se vería abocada a una vergonzosa derrota".



Las palabras son de Bill Archer, presidente de la Cámara de Representantes de Estados Unidos. La angustia de esa petición, hecha al mandatario estadounidense el pasado 22 de octubre, refleja la crucial batalla que se libra en el Congreso estadounidense en torno a una legislación que otrogaría una nueva autorización de "vía rápida" (fast track) al presidente de ese país. La vía rápida le permitiría a Clinton negociar acuerdos comerciales con otros países sin que el Congreso pudiera alterar el texto.



Si no se logra una votación afirmativa antes del próximo 14 de noviembre, cuando la Cámara de Representantes inicia su receso de fin de año, el tema se quedará para el año entrante, que coincide con las elecciones de "mitaca" para Congreso en Estados Unidos. Es muy improbable que la autorización llegue en ese contexto.



Sin la autorización de la vía rápida ningún país negociaría un acuerdo comercial con Estados Unidos, pues se expondría a que posteriormente el Legislativo cambiara lo acordado.



Analistas económicos pintan un panorama sombrío si no se entrega la autorización. Fred Bergsten, director del Instituto de Economía Internacional, con sede en Washington, es enfático al afirmar que lo que se juega en el Capitolio no es otra cosa que el futuro del sistema de intercambio comercial en el mundo.



La indecisión cuesta



Para los defensores de la iniciativa, la inacción estadounidense les está saliendo muy cara a los trabajadores y empresas de ese país. Los ejemplos que citan son dicientes. En el área de las telecomunicaciones, las compañías estadounidenses que buscan contratos en Chile se encuentran en desventaja debido a un acuerdo firmado en 1996 entre este país suramericano y Canadá, que elimina una tarifa de 11% en esta área, la cual Estados Unidos sí debe pagar con la consecuente pérdida de contratos y de trabajos para los estadounidenses.



En el comercio agrícola, la fruta chilena entra a Venezuela con un impuesto aduanero de sólo el 2% gracias a un acuerdo bilateral, mientras que la fruta estadounidense debe pagar uno del 15%. La embajada estadounidense de ese país asegura que si tuvieran las mismas condiciones de acceso, ese mercado crecería del actual 39% a una cifra del 67%.



En el sector de los textiles, los países del Grupo Andino, Colombia, Ecuador, Venezuela y Bolivia, aumentaron al 15% el impuesto a las importaciones. Sin un mecanismo de negociación, Estados Unidos no puede limitar estas barreras a la entrada en un mercado de 100 millones de personas.



Sin Estados Unidos, coinciden los analistas, se podrían evaporar también las posibilidades de concretar los acuerdos de la ronda Uruguay del Gatt. Un duro golpe sufrirían también el Area de Libre Comercio de las Américas (Alca) y el Fondo de Coperación Económica para Asia y el Pacífico (Apec).



Esta perspectiva ha motivado la creación de una coalición de los mayores exportadores estadounidenses, incluyendo las compañías de computación de Silicon Valley, en California, que hasta ahora han gastado una cifra superior al millón de dólares en publicidad de apoyo a la vía rápida.



Clinton, quien se remangó la camisa y ha hecho un intenso lobby entre los congresistas, logró que el Comité de Medios y Arbitrios de la Cámara aprobara una versión de la legislación. Es curioso que sólo cuatro de los 16 demócratas del Comité dieran su visto bueno al proyecto.



Gephardt y los sindicatos



En la otra orilla, los enemigos de la vía rápida en Estados Unidos, que son los sindicatos, los ambientalistas y los demócratas como el líder de la minoría de ese partido en la Cámara, Robert Gephardt (tal vez el hueso más duro de roer), se apoyan en su versión "de lo que ocurrió con el Nafta", el Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte.



Según ellos, el Nafta ocasionó la pérdida de 420 mil trabajos en territorio estadounidense una vez las compañías se trasladaron a México y Canadá. Además, afirman que quienes perdieron sus trabajos y se reengancharon otra vez, debieron aceptar una reducción considerable en sus salarios, calculada en un promedio de US$4.400 anuales. También sostienen que la contaminación del aire y del agua en la frontera entre México y Estados Unidos ha empeorado, y que la concentración de desechos tóxicos ha crecido un 30% sólo en el último año.



"Es un asunto moral, que tiene que ver con diseminar la democracia en los países con los cuales hacemos negocios", dice Gephardt, quien lidera la lucha en el Congreso y es un presidenciable para la campaña del año 2000.



Al respecto, Richard Trumka, secretario de la Federación Americana del Trabajo, asegura que "desde la firma del Nafta, en 1993, el pago por hora a un trabajador en México ha caído en un 36%, de US$2,40 a US$1,51, y en Canadá se ha visto también una erosión en la red social".



La respuesta de los defensores de la vía rápida a estos argumentos es sencilla: si no estamos nosotros, otros entrarán a esos mercados. Con respecto al Nafta, afirman que los resultados están lejos de ser tan negativos como los pintan sus detractores. La verdad es que, en lo que se refiere a su influencia sobre el empleo, economistas como Bergsten sostienen que el impacto del Nafta ha sido prácticamente nulo.



¿Qué pasa en América Latina?



En una cosa sí aciertan los defensores de la vía rápida, en que si no se aprueba esta medida la influencia de Estados Unidos sobre América Latina se reducirá.



El presidente francés Jacques Chirac visitó recientemente Argentina, en una clara intención de acercamiento de la Unión Europea a Mercosur, el exitoso experimento integracionista latinoamericano que agrupa un mercado de 200 millones de personas y un PIB conjunto de cerca de un billón de dólares.



El mismo Clinton, quien en su reciente gira por Venezuela, Argentina y Brasil, trató de contrarrestar esa ofensiva europea y a la vez reafirmar la presencia estadounidense en la región, reconoció que su afán de lograr la vía rápida tenía esa intención de no dejar que lo hicieran a un lado. "Ellos, los europeos, son los que están en la vía rápida" afirmó.



Para Estados Unidos era importante además medir fuerzas frente a Brasil, el gigante suramericano que busca posicionarse como líder continental.



Desde el punto de vista de Colombia, la situación es poco ventajosa. La conveniencia de una integración con Mercosur no es evidente y las perspectivas de avance en acuerdos comerciales con Estados Unidos son muy bajas debido al tema de las drogas. Al mismo tiempo, los países vecinos han ido tomando partido poco a poco. Venezuela está cada vez más cerca de Mercosur. Centroamérica se acerca a Estados Unidos. Tal vez la única ventaja con que se queda Colombia en este momento es la lentitud con que ha avanzado el proceso de integración continental, que ha permitido que el tiempo pase sin consecuencias. Si el proceso vuelve a tomar dinamismo, sin embargo, el país deberá tomar rápidamente unas decisiones para las que no parece preparado.