Dilma Rousseff, presidente de Brasil. | Foto: Daniela Botero

Internacional

Dilma, ¡a mais grande!

Con más éxito del esperado, Dilma Rousseff cumplió 100 días como la primera mujer en asumir la presidencia de Brasil, uno de los países más influyentes en el actual escenario internacional. Dinero.com hace un recuento de sus primeros meses de gestión.

Daniela Botero
16 de mayo de 2011

Dilma Vana Rousseff nunca soñó con ser famosa, mucho menos con despertar un día en el Palacio de la Aurora (residencia oficial de todos los mandatarios brasileros), y ser rodeada de micrófonos y cámaras atentas a cada uno de sus movimientos.

Y es que, a diferencia de su antecesor, el carismático ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, Rousseff es una persona discreta, de pocas palabras y gestos.

Lo anterior le ha valido todo tipo de críticas de parte de sus opositores, quienes la describen como una persona dura y fría, una especie de ‘Dama de Hierro’ brasilera.

Sin embargo, a pesar de las críticas, de la inflación y de la alarmante reevaluación del real, el 73% de los brasileros aprueba el mandato de Dilma, así lo señala una encuesta realizada conjuntamente por el Ibope (Instituto Brasilero de Opinión Pública y Estadística) y la Confederación Nacional de Industria (CNI).

El estudio, realizado entre el 20 y el 23 de marzo de 2011, señala también que el 68% de los brasileros cree que el actual Gobierno realizará una ‘excelente’ gestión durante los próximos años.

Muchos pensaban que Dilma sería una simple marioneta que obedecería sin vacilar las órdenes del popular ex mandatario, quien para su último día de gobierno (31 de diciembre de 2010), contaba con una histórica aprobación del 85% de la población.

Sin embargo, la Presidente ha dado grandes sorpresas en sus primeros meses de Gobierno.

¿Lula con falda?
Cuando en la noche del 31 de Octubre de 2010, tras una reñida contienda electoral, Dilma Rousseff fue proclamada presidente electa de Brasil, corría el rumor de que la nueva mandataria seguiría al pie de la letra las instrucciones del presidente saliente.

Para muchos, Lula sería el poder detrás del trono, lo que supondría una seria amenaza para la continuidad de una democracia transparente, forma de gobierno que, desde el derrocamiento del régimen militar en 1985, los brasileros han defendido a capa y espada.

Los opositores de Rousseff, provenientes en su gran mayoría del Partido Social Demócrata y seguidores de José Serra, su principal rival en las elecciones presidenciales, no vacilaban incluso en llamarla “Lula con falda”.

No obstante, a pesar de pertenecer al mismo partido político y de haber trabajado juntos por más de siete años, Lula y Dilma no son tan parecidos como podría esperarse. La misma encuesta realizada por el Ibope hizo un estudio acerca de la percepción que tienen los brasileros de ambos mandatarios.

El 39% de los encuestados considera que no hay diferencias en la forma de dirigir el país, en contraste con un 40% que afirmó que existe "un poco" de diferencia. Únicamente el 14% de la población considera muy distintos a Lula y Dilma.

Para el profesor Mauricio Jaramillo, docente en la facultad de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario, ambos mandatarios se parecen en la medida en que “provienen de un sector disidente frente al régimen militar que estuvo en el poder entre 1964 y 1985 (...) Por lo tanto, ambos provienen de una izquierda que pasó de la clandestinidad a la legalidad luego del reestablecimiento democrático”.

Sin embargo, existen varias diferencias entre Lula y Dilma.

“La principal diferencia consiste en talantes más que en ideologías. En el caso de Lula se trataba de un mandatario carismático, acostumbrado a buscar consensos por sus actividades sindicales (...) Además, Lula generó un clima de incertidumbre cuando llegó al poder porque se temía por un programa de izquierda radical. El hecho de no caer en radicalismo le permitió ganar credibilidad. Rousseff llega en otro clima y tiene otro talante. No es una figura tan carismática, de hecho los cambios en su imagen vienen de sus asesores y enfrenta un reto enorme y es el de continuar con políticas moderadas como las de Lula con impactos visibles. Ese clima es bien complejo” añade Jaramillo.

Política Exterior
En el pasado mes de marzo, Dilma llamó la atención del mundo por haber asumido dos posturas fuertes con respecto a temas bastante susceptibles en el escenario internacional.

El 22 de marzo, Brasil fue uno de los países en votar a favor de una resolución emitida por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU para enviar un relator especial de Derechos Humanos a Irán. La medida fue impulsada principalmente por los gobiernos de Estados Unidos y Suecia.

Esta era, no obstante, una acción previsible, pues pocos días después de asumir la presidencia, Dilma fue contundente al criticar el apedreamiento al que son sometidas las mujeres adúlteras en Irán y las ejecuciones a los homosexuales en ese país, resaltando que tales actos constituyen claras violaciones a los derechos humanos: “Mi Gobierno será un incansable defensor de la igualdad y de los derechos humanos en cualquier parte del mundo” declaró Rousseff el pasado 31 de enero.

Sin embargo, esto no implica necesariamente que se vaya a producir un abrupto rompimiento de relaciones con Irán.

Para Jaramillo, “Las relaciones entre Brasil e Irán son buenas en general porque ambos comparten un ideal global: la democratización del mundo y un discurso anti-hegemónico. El voto de Brasil muestra un país coherente en el tema de Derechos Humanos, pero que simpatiza con algunos ideales iraníes hacia fuera como en el tema nuclear, o en algunos disensos con respecto a EEUU.”

Así mismo, fiel a la independencia que caracteriza a Brasil en el escenario internacional, Dilma no se alineó con Washington. Cuando el Presidente Barack Obama visitó Brasil el pasado 19 de marzo, la mandataria no tuvo reparo alguno en criticar las trabas comerciales que Estados Unidos le impone a ciertos productos brasileños:

“Buscamos relaciones comerciales más justas y equilibradas. Para nosotros es fundamental que se rompan las barreras que se yerguen contra nuestros productos: el etanol, la carne bovina, el algodón, el jugo de naranja y el acero” manifestó Rousseff.

Sin duda alguna, la visita de Obama a Brasil se vio opacada por los bombardeos a Libia, que comenzaron justo cuando el Presidente se encontró con Dilma.

Días después, la mandataria justificó la abstención de su país al bombardeo: "Bombardear e intervenir Libia no es una garantía. Todas las prácticas de exterminio con ataques a civiles tienen que ser repudiadas por la comunidad internacional”.

Para Jaramillo, la abstención “fue una forma de enviar una señal de condena sin asumir una postura clara (…) A Brasil no le interesa enfrentarse a las grandes potencias, porque las necesita para ser miembro permanente del Consejo de Seguridad. No obstante también quiere mostrarse como abanderado del Sur”.

Ahora bien, en cuanto al ingreso de Brasil como miembro permanente al Consejo de Seguridad de la ONU, una prioridad en la agenda internacional de Dilma, Jaramillo opina que habrá mayores oportunidades de éxito si Brasil actúa solo y si la ampliación no se plantea en conjunto:

“(…) hasta ahora, Brasil ha planteado su entrada desde el G4, junto con Alemania, India y Japón. Es difícil pensar en una ampliación en bloque. En septiembre de 2006, no alcanzó el consenso para hacerlo. China, que es aliado de Brasil en ese orden, está dispuesta a aceptar una ampliación, pero no si está Japón. Eso complica a Brasil”, agregó el docente.

Varios países latinoamericanos, entre éstos Colombia, se oponen tajantemente a la inclusión de Brasil como miembro permanente del Consejo de Seguridad. Tal como lo explica Jaramillo “Colombia considera que no existe afinidad entre los interese globales de Brasil y los colombianos, es decir, hay un problema de representatividad”.

México y Argentina, países que buscan reivindicar el liderazgo latinoamericano, tampoco ven con buenos ojos la inclusión de Brasil dentro de este selecto grupo.

Política Interna
Si los retos que Dilma debe afrontar en el escenario internacional son difíciles, las cosas en casa no son menos complicadas.

La inflación es un constante fantasma que amenaza con desestabilizar la economía brasilera.

 

En lo corrido del último año, los pecios de varios bienes y servicios han aumentado un 6.3% y desde enero, mes en el que asumió Rousseff, el alza ha sido de un 2.44%, eliminando así la esperanza de culminar el 2011 con una meta inflacionaria establecida en 4.5%

Sin embargo, en pronunciamiento oficial conmemorando el día del trabajo, Dilma hizo un llamado a la calma y le pidió al pueblo brasilero que depositara toda su confianza en el Gbierno:

“Estamos atentos a los menores detalles de la economía y buscando soluciones a estos problemas. Por eso, tengan certeza, que así como fuimos uno de los dos países que mejor resistieron a la crisis financiera internacional, estamos preparados para enfrentar las presiones inflacionarias que rondan, en estos momentos, en la economía mundial”, dijo la Mandataria.

Uno de los proyectos principales de la mandataria se llama “Brasil sin miseria”, donde su Gobierno intentará capacitar a miles de jóvenes para realizar labores técnicas y hacer las veces de mano de obra calificada.

“Brasil ya es un país grande, un pueblo fuerte con economía pujante, pero seremos un país verdaderamente rico y feliz cuando formemos un país sin pobreza, cuyas familias puedan ascender en la vida. Brasil va a realizar ese gran sueño colectivo y materializar los sueños de millones de brasileros que se encuentran esperando por una oportunidad en la vida, un cambio en el camino”, manifestó Dilma el 1 de mayo del 2011.

Y es que la pobreza es uno de los problemas que más aqueja al pueblo brasilero. Tal como lo expone Mauricio Jaramillo: “Brasil hace énfasis en su discurso exterior en cerrar la brecha entre ricos y pobres en el mundo, pero la concentración de la riqueza en este país sigue siendo preocupante”.

El orden público y la vulnerabilidad energética son otros grandes problemas internos que debe afrontar la nueva mandataria, siendo el último de estos un “talón de Aquiles” que produce la dependencia de Brasil de sus vecinos, especialmente de Bolivia y Paraguay, principales suministradores de energía en el país.

Muchos meses quedan por delante, tiempo durante el cual los ojos del mundo estarán puestos en la primera mujer en asumir el poder ejecutivo de Brasil. Del éxito de sus programas económicos dependerá su futura popularidad ante el pueblo brasilero.

Sin embargo, a los cien primeros días de mandato, una sola cosa es certera: Luiz Inácio Lula da Silva no es el poder detrás del trono.