"Nos interesa económicamente seguir abriendo mercado en nuestro vecindario, especialmente con una nación que está creciendo como la suya", dijo Bush a Uribe hace unos meses.

Bush vuelve a Latinoamérica por última vez

En el lugar donde en 2002 empezó a tratar temas más allá del interés fronterizo, el presidente George W. Bush terminará este fin de semana sus periplos por Latinoamérica en medio de lo que fue la característica de su política exterior: mercados abiertos, desastres económicos, políticos en crisis y guerra.

19 de noviembre de 2008

Pero, como también ha sido el matiz de sus ocho años de gobierno, Bush habrá logrado parcialmente el éxito en lo que se propuso dejando para el futuro la eventualidad de ver plasmado lo que queda o fracasado.

Bush llegará a Lima el viernes en busca de convencer esta vez a gobernantes del Foro Asia-Pacífico para la Cooperación Económica (APEC) que lo ayuden en un plan de rescate de las finanzas mundiales, en una crisis que para muchos se origina en su política de promover mercados con ausencia casi total de regulaciones.

En marzo de 2002, el presidente estadounidense estuvo aquí en su primera salida a un país latinoamericano después de México y vino entonces en medio de una crisis de seguridad global por el terrorismo para hablar de comercio liberado con Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia.

La renovación de las preferencias comerciales para esas cuatro naciones andinas, un proceso que tenía por entonces dificultades en el Congreso después de 10 años de vigencia, fue la prioridad aparente de su viaje. La meta se cumplió semanas más tarde con una ampliación por cinco años, generando un ciclo de zozobra para esos países ante la necesidad de nuevas extensiones.

Su promoción de mercados libres, pese a sus grandes tropiezos con Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, los países del Mercosur, tiene sin embargo logros que mostrar en la región: ha suscrito acuerdos de libre comercio con más de la mitad de naciones latinoamericanas: Chile, cinco países de Centroamérica y uno del Caribe, así como Perú, Colombia y Panamá.

Pero también se llevará algo que no le llenará de orgullo: el fracaso de convertir a las América en un solo mercado a través del ALCA (Area de Libre Comercio de las Américas), una iniciativa mencionada por primera vez por su padre, el presidente George H.W. Bush a comienzos de los 90.

Al llegar Bush a la Casa Blanca en enero de 2001 había ya encontrado en funciones al presidente Hugo Chávez, de Venezuela, y por cierto a Fidel Castro, en Cuba, acostumbrado a sobrevivir a presidentes estadounidenses desde John F. Kennedy en los 60.

Al partir, ocho años más tarde, Bush se irá dejando todavía, aunque no en funciones directas, a Castro y sin haber concedido nunca una entrevista a Chávez ni a los presidentes Evo Morales, de Bolivia; Rafael Correa, Ecuador; Cristina Fernández, Argentina y Daniel Ortega, Nicaragua.

Criticado por miembros de la oposición demócrata en el Congreso por su falta de diálogo, reducción de ayuda humanitaria y abandono de interés por Latinoamérica, Bush dejará también el cargo cuando Estados Unidos no tiene embajadores en Venezuela y Bolivia, de donde fueron expulsados acusados de injerencia.

Un alto funcionario estadounidense del Departamento de Estado dijo en una ocasión en privado en Washington que Bush había tratado de hacer del presidente Alejandro Toledo, a quien encontró en su primera visita a Lima, un poderoso líder internacional con apoyo estadounidense. Lo mismo, afirmó hablando en privado, el presidente Bill Clinton trató de hacer con el presidente mexicano Vicente Fox.

Toledo, un ex lustrabotas descendiente de indígenas educado en Estados Unidos, acababa de asumir la presidencia después de un azaroso periodo de transición política en Perú tras la renuncia y fuga del presidente Alberto Fujimori. Pero, a diferencia de Fox quien tenía poco interés en esa propuesta y poco carisma, Toledo fue pronto el desencanto de Washington con un gobierno impopular y plagado de corrupción y escándalos.

Toledo, sin embargo, supo sostener durante su gobierno una firme política económica sobre las bases de estabilización que creó la ahora vapuleada administración del presidente Alberto Fujimori, quien está preso acusado de violaciones contra los derechos humanos.

En medio de esos precedentes, Bush retorna ahora a Lima en su último viaje internacional como presidente. Tendrá esta vez como interlocutor al presidente Alan García, cuyo primer gobierno en los 80 es considerado en medios políticos locales como uno de los peores de la historia nacional, pero que internacionalmente es visto como uno de los mejores de la región en funciones: espera un crecimiento económico para 2009 del 9%, el más alto de Latinoamérica.

García, a diferencia de entonces, ha abandonado sus políticas izquierdistas y convertido en gestor de programas económicos abiertos, con participación gravitante de la iniciativa privada a la cual hostilizó hace más de dos décadas.


Si algún mérito tendrá esta vez la visita de Bush sería el anuncio que espera hacer al lado de García de que el tratado bilateral de libre comercio (TLC) entrará en vigencia a partir del 1 de enero, después de tres años de negociaciones y un año de espera.


Pero, como en su primer viaje con el comercio andino, con Bush estará también presente la promesa incierta de que habrá nuevas aperturas económicas en el futuro inmediato: le volverá a decir al presidente colombiano Alvaro Uribe, uno de los asistentes y su más firme aliado, que el TLC con Estados Unidos "será aprobado" tarde o temprano por el Congreso de Washington.

Lo mismo le dirá a los líderes de APEC sobre el viejo proyecto de un área de libre comercio del Asia-Pacífico y sobre las posibilidades de disipación de la actual tormenta financiera global.

Pero, Bush no podrá librarse de políticos en crisis. Al igual que Toledo, García tiene los mismos problemas: está al frente de una gestión que apenas logra el apoyo de un 19% de sus compatriotas, no se ha librado de los escándalos, del desencanto público y tampoco la corrupción.

En su primer viaje al exterior, en febrero de 2001, Bush visitó México en su intento de demostrar que su prédica de hacer de Latinoamérica la prioridad de su gobierno era firme. Siete viajes más tarde por Centroamérica y Sudamérica, esa promesa ha sido incumplida y el propio Bush llega en una crisis de popularidad.

Allegados a los presidentes Luiz Inacio Lula da Silva, de Brasil; Michelle Bachelet, Chile; Felipe Calderón, México; y Tabaré Vázquez, Uruguay, han admitido que a esos gobernantes, que se han entrevistado con Bush les resultaba más tarde tenerlo como interlocutor en una región que suele acusarlo de intervencionistas y unilateralista.

En México, en febrero de 2001, Fox le presentó una lista de peticiones extremas que incluían el libre flujo de personas por la frontera. Si bien Bush las estuvo estudiando, siete meses después no sólo las abandonó con los ataques terroristas sino que se olvidó de Fox, amuralló la frontera y emprendió una campaña por la seguridad global con guerras en Afganistán e Irak.

Cuando Bush deje la Casa Blanca el 20 de enero, lo hará sabiendo que algo de lo que quiso lo hizo. Pero mucho de lo que no pudo dependerá de otros y del futuro. En algunos casos, quizá ya nunca más se reactualicen, porque su reemplazante, Barack Obama, puede que los deje de lado para siempre.

 

AP