Experiencias de un gringo tercermundista

Bienvenido a Colombia

Cómo no obtener una visa de trabajo.

1 de mayo de 1993

Nada pudieron hacer los indígenas americanos para evitar que Colón y sus tripulantes cosecharan los frutos de su cultura, se apropiaran de sus tierras y le arrebataran la placidez a su mundo. Los indígenas les suplicaron, pero fue inútil. Lucharon, pero sus armas primitivas no pudieron competir con los armamentos españoles. Sin embargo, no tuvieron en cuenta su mayor defensa: una oficina de inmigración.

Es difícil creer que si hubieran existido funcionarios de inmigración en Suramérica, Colón hubiera podido convencer a la reina de que le financiara su viaje y le arreglara sus papeles. Y esto es sólo la punta del iceberg. También tendría que considerar a su tripulación. Y una vez aquí, hubieran existido el DAS, las ambiguas fábricas de notarías, y el temible enredo del infierno burocrático. Irónicamente, aunque Colombia, 500 años después, apoya el ingreso de extranjeros en el país, el asunto de obtener una visa es, para algunos, una tarea casi imposible.

Existen cuentos de hadas acerca de extranjeros que han llegado aquí y que prácticamente han recibido sus visas en el aeropuerto. Pero estos son simplemente reclutas de la British Petroleum o pedantes neuróticos que no irían a un cine sin entradas reservadas. El viajero temerario que se enamora del país, el joven e inexperto empresario en busca de oportunidades de negocios, el aventurero que busca experiencias, pasarán por el tamiz de un sistema de frustración implacable.

Soy uno de ellos. Como me habían prometido un trabajo en Colombia hace casi un año, Vine a Bogotá para enterarme que mi supuesto patrón había decidido abandonar el país y su negocio aparentemente fracasado. Me encontré entonces con una maleta de ropa, un puñado de español y ninguna pista sobre lo que iba hacer en el año que iba a pasar aquí antes de regresar a mi país.

Una de las muchas teorías que he elaborado desde entonces acerca del Ministerio de Relaciones Exteriores, responsable de otorgarme o negarme la visa, es ésta: obtener una visa es un trabajo tal en sí mismo que uno no tiene tiempo de hacer nada más. Si al final del día me siento más próximo al objetivo de obtener visa, creo que he sido productivo. Desafortunadamente las fotocopias, cartas, fotografías y autenticaciones no son comestibles, y esto es todo lo que tengo para mostrar después de un día de trabajo.

El procedimiento para obtener una visa es, en teoría, bastante simple. El Ministerio de Relaciones Exteriores, ubicado en la calle 98 de Bogotá, y la única oficina que puede conceder visas, le proporciona a la persona interesada una lista para cualquier visa que quiera obtener, sea de estudiante, temporal, o de residente.

El primer problema que los solicitantes encuentran es el desalentador horario para hacer la solicitud. El ministerio abre de las 9:00 a. m. hasta el mediodía. A las 10:00 las colas son tan ofensivamente largas que es difícil saber si se esta en la cola que es. No es imposible pasar toda la mañana en una cola y enterarse al llegar al primer puesto que usted ha estado en la fila equivocada. No hay más solución que regresar al día siguiente y volver a probar suerte.

La mejor manera de abordar el problema es simplemente llegar temprano y esperar

afuera del ministerio. Siempre hay 10 ó 15 personas media hora antes de que

abran las puertas y es bastante divertido intercambiar historias de horror con los demás. Lo que es frustrante es que, después de varias semanas en el ministerio, siempre se encuentra las mismas caras curtidas por la intemperie y agotadas esperando en la oficina, lo fue provoca la molesta sensación de que la visa es un

sueño imposible.

Pero, ¡en fin! No son las filas en el ministerio ni las personas que trabajan allí los principales obstáculos.

En realidad, es la larga lista de requisitos lo que parece más ridículo y difícil de obtener. Aún lo que parece más simple el ministerio lo hace más complicado.

Por ejemplo, requieren que cada solicitante escriba una carta explicando por qué quiere vivir, trabajar o estudiar en Colombia. ¿Cuál es el propósito de este requisito? ¿Acaso creen que con este filtro van a poder descartar a criminales y maleantes, como si alguien con la intención de asesinar al presidente lo fuera a declarar en una carta? Y aunque no es difícil redactar una carta genérica de buenas intenciones ("Quiero descubrir nuevas tierras y culturas, probar nuevos alimentos, hablar diferentes lenguas... ") el solicitante tiene la responsabilidad adicional de firmar ante un notario. ¿Qué objeto tiene esto? Puede existir el temor de que el solicitante le pida a alguien que escriba la carta y la firme ¿Y qué? ¿Quién se tomaría el trabajo de solicitar una visa y luego pedirle a alguien que falsifique su firma?

Permítanme en este momento hacer una disgresión y hablar acerca de uno de los mayores enigmas del proceso de visas: las notarías de Colombia. Parece haber una en cada esquina de Bogotá y cada una parece vivir llena de filas interminables de clientes. La gente entra y sale como si estuvieran en una correa transportadora de equipaje en cuyo final hay un gigantesco sello, que se estampa en cantidades infinitas de papeles.

Es bien interesante que los empleados de la notaría nunca se toman el trabajo de mirar en qué están poniendo los sellos. Simplemente toman su dinero, aplican el sello bruscamente en su papel que hasta el momento no era oficial, y lo despachan.

Otro ítem requerido por el ministerio es el dudoso "formulario". Es un largo cuestionario para llenar los espacios en blanco, el cual se debe comprar en el ministerio. Para obtener un formulario hay que ir primero a un banco, el cual no está tan cerca como para caminar ni tan lejos como para tomar un taxi. Cuando se llena el formulario también se necesita el inefable sello de la notaría. Cuando obtuve el mío, el formulario se me cayó accidentalmente al cruzar una calle y lo pisó un camión, dejando impresa la gruesa marca de la llanta. Me temo que ahora el ministerio no lo va a aceptar, a menos que busque el chofer del camión, lo haga firmar junto a la marca de la llanta, y luego le autentique su firma.

Hay otros requisitos exasperantes. El certificado de policía, por ejemplo, que se demora un mes para sacarlo si uno está en Colombia, es comprensiblemente necesario, pero sumamente difícil de obtener. El ministerio indica que uno debe ir al DAS para que le tomen sus huellas digitales. En el DAS entonces dicen que no pueden hacerlo sin una tarjeta oficial, y lo remiten a la respectiva embajada donde se consiguen las tarjetas. Naturalmente, la embajada no puede tomar las huellas digitales y entonces hay que volver al DAS por el sello de autenticidad oficial. ¿Por qué el DAS no puede tener copias de estas tarjetas para ahorrarle el viaje al solicitante? Esto, naturalmente, simplificaría demasiado las cosas.

¿Y qué tan cuidadoso es el ministerio con estos certificados? En el caso de los Estados Unidos, aceptan los certificados no sólo del FBI sino también de los distritos locales de Policía. No obstante, los distritos locales sólo buscan los crímenes cometidos en su respectivo estado. En otras palabras, si un hombre ha cometido asesinatos en cada estado con excepción de Nueva Jersey, y solicita su certificado allí, el ministerio lo puede aceptar como candidato para una visa.

También hay otros requisitos: carta de un médico, contrato para los que busquen empleo, extractos bancarios de los padres de los estudiantes en Colombia que están acá en Colombia demostrando su solvencia financiera. Y cada uno de estos documentos debe ser traducido oficialmente al español, sellado por el cónsul de Colombia, firmado ante notario, bendecido por el papa y rociado con agua bendita que sólo se encuentra en una capillita en las montañas del Tíbet.

He estado aquí casi un año y he pasado la mayor parte del tiempo tratando de obtener una visa. He tenido que pagar una multa muy alta y viajar al Ecuador dos veces para prorrogar mi visa de turista, para que el DAS no me escolte como deportado a los Estados Unidos. Un año después, puedo decir que no me siento muy cerca de obtener el objetivo. Pero no todo está perdido. La experiencia me ha hecho conocer gente de todas las partes del mundo, me ha acostumbrado a la burocracia, característica de todas las oficinas de inmigración del mundo, me ha permitido, o más bien me ha obligado a viajar, a aprender español, a sonreír sumisamente y a condescender ante la gente que tiene el poder de echarme del país.

Si hubiera existido una oficina de inmigración hace 500 años, el pobre Colón no hubiera descubierto nada fuera de trámites y largas colas, y hoy todos los funcionarios de inmigración serían indígenas americanos de pura sangre.