Valeria Suárez y Juan Diego Mosquera, miembros de Ya Tengo Donde Escribir. | Foto: Dinero

EMPRENDIMIENTO SOCIAL

El arte de convertir cajas de cereales en cuadernos

Por cada cuaderno que venden regalan tres kits escolares a niños. Los hacen con cajas de cereales y hojas recicladas bajo el lema "en la basura de unos está el tesoro de otros".

17 de diciembre de 2018

Por más de de cinco años lo vienen haciendo; a la bogotana Camila Fierro se le ocurrió que, a partir de la necesidad que hay en el país ante la falta de recursos y útiles para la educación, las cajas de cereales servirían como portadas y las hojas que sobran podrían ser cuadernos.

Sin darse cuenta ni estar institucionalizada, había regalado más de 300 cuadernos. Así nació la fundación Ya Tengo Donde Escribir, de la que hacen parte la estudiante de derecho Valeria Suárez y el internacionalista Juan Diego Mosquera.

Esta es ahora una empresa social que usa el modelo de subsidio cruzado, una forma de ingreso que sirve si el producto o servicio soluciona un problema a gente que puede pagar por la solución.

Con los $15.000 que vale un cuaderno de Ya Tengo Donde Escribir financian hasta tres kits escolares para dar a niños. Hasta la fecha, han entregado más de 6.000 cuadernos.

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Valeria señala que este año han recibido casi 4.000 cajas de cereales que han sido donadas por voluntarios y aliados como restaurantes y hoteles. Se suman estudiantes de más de 10 colegios que donan las hojas que no utilizan. La elaboración llega por parte de 75 voluntarios que se reúnen miércoles y jueves para hacer los cuadernos.

"Por cada cuaderno que tienen, los niños no usan entre 15 y 20 hojas. Imagina cuántas hojas se desperdician cada año mientras que muchos otros no tienen donde escribir", expresa Suárez.

Entre tanto, Juan Diego afirma que desde hace varios meses se dieron cuenta que no era suficiente dar un regalo, sino entregar una herramienta de vida, por lo que con su equipo han consolidado un voluntariado complementado con cursos, talleres de liderazgo y talleres de sueño. Para ello, están acudiendo a donaciones que les avalen abordar el presupuesto que necesitan.

"Somos un emprendimiento social satélite. La idea es llegarle a la gente y realzar los valores básicos de la sociedad. Cada misión nos cuesta $7 millones porque vamos con refrigerios, herramientas, transporte y talleres", agrega.

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Para el cierre de año están trabajando en comunidades de San Antionio, Lutaima, Santa Ana (Cundinamarca), Cazucá y Santa Marta (en Bogotá).

"En pleno sigo XXI todavía hay analfabetismo, no puedes integrarte a la sociedad si no sabes leer ni escribir", comenta Suárez, y afirma que también están promoviendo la educación ecológica.

Tienen una oficina en donde reúnen las hojas, las perfilan, las arreglan, cortan las cajas del tamaño de las hojas, perforan y argollan. Al proceso productivo que tienen quieren vincular distintos actores como recicladores, colegios aliados, los voluntarios, los que producen los cuadernos y los que los venden.

La distribución se divide en el voluntariado y en la venta de los cuadernos. "A niños y jóvenes de colegios y universidades les están gustando porque están teniendo un impacto social cada vez que compran el cuaderno", complementa Mosquera.

Para Suárez estas tapas son originales porque las personas se pueden involucrar para ser parte del voluntariado. "Hay muchos jóvenes como nosotros que están interesados en generar un impacto social". Para adquirir los cuadernos, las personas los solicitan en la cuenta de Instagram @Yatengodondeescribir.

Estos líderes resumen que desde Ya Tengo Donde Escribir están llegando a zonas vulnerables con una herramienta de vida e incentivando la ecología. "Nuestro lema es que en la basura de unos está el tesoro de otros", resume Valeria.

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