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Economía Regional

América Latina: Oportunidad perdida o nueva encrucijada

Un panel de lujo con expertos claves en la formulación de política económica para el desarrollo de América Latina tuvo oportunidad de reunirse en Washington para discutir cómo enfrentará la región las turbulencias de la economía mundial.

Daniel Niño Tarazona
6 de noviembre de 2015

Tras haber sido inclusivos para la mayoría de la población, la región debe ahora sortear un escenario bastante adverso en la segunda mitad de esta década. Los ciclos buenos o malos de América Latina dependen un 80% del contexto externo.

El Brookings puso a debatir a los representantes del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo sobre qué le espera a la región. Realmente el debate se hizo sobre Suramérica, cuya realidad es opuesta a las mejores perspectivas de Centroamérica y el Caribe.
 
Primero las felicitaciones. Aunque suene para muchos extraño, América Latina está en una evidente desaceleración desde 2013 y aunque la tormenta global no ha hecho sino intensificarse, la región en otras épocas del pasado con condiciones parecidas ya estaba navegando en medio de crisis bancarias, sin acceso internacional a crédito y sorteando crisis cambiarias.

Segundo, los reproches. Tras casi una década de bonanza no se hizo el ahorro necesario y sólo pocos países realmente pueden hacer un estímulo fiscal,  permitirse déficits mayores al igual que usar el ahorro o contratar más deuda para afrontar una reactivación económica basada en iniciativas de gasto e inversión pública. Muchos países tendrán por el contrario que reducir el déficit fiscal, contener el aumento de la deuda y para ello recortar su gasto público.

Tercero, las inquietudes. Tras  desarrollar una mayor clase media, casi el 66% de la población, el gran reto será sostener el empleo de forma que el ajuste no sea al estilo tradicional de los años 80 y 90. Esta mayor clase media podría suponer muchos mayores retos para la gobernabilidad en caso que se hicieran ajustes como los habituales en el pasado. Se deberán desarrollar nuevas fuentes de crecimiento y enfocarse en mayores competencias tecnológicas para introducir valor agregado a las materias primas que se producen.

Cuarto, los temores. El FMI tendrá que volver a la región para aplicar medidas que generen un ajuste ordenado y creíble en los casos en que el bajo capital político no permita a los gobiernos hacer las reformas y  aplicar los correctivos necesarios a tiempo.

Quinto, la amenaza. El escenario externo que más afecta a la región apenas comienza y difícilmente se puede decir que ha terminado. Tanto el viraje en las estrategias de crecimiento de China como las mayores tasas de la Reserva Federal están apenas en proceso de materializarse. El potencial efecto de las mismas sobre las principales economías de la región apenas está en etapa de formación.

Sexto, la incertidumbre. La velocidad del cambio y la calificación de mano de obra que se requiere en la era tecnológica amplia la brecha con las economías avanzadas. Los débiles mercados laborales y la baja calificación que tienen casi todos los países empeoran el panorama. Los retrocesos en las conquistas sociales y económicas de la región pueden condenar especialmente a los jóvenes al desempleo. Los organismos multilaterales ven como prioridad el énfasis en educación y entrenamiento laboral.

Séptimo, la esperanza. Contrario a hace 30 años la región ha consolidado en la mayoría de casos una más robusta democracia si bien hay varios países donde la calidad de esa democracia es profundamente cuestionada por carecer de contrapesos y balances.

El nuevo escenario económico pondrá contra la pared las agendas de fortalecimiento institucional de las autoridades. Este punto por lo mismo supone la necesidad de hacer un énfasis especial sobre las instituciones pues de lo contrario se pueden debilitar los esfuerzos de desarrollo en los países de la región. Es posible que el efecto global genere visiones contrarias a profundizar la internacionalización y a liberar aún más el comercio, pero sin ello las perspectivas de recuperar altas tasas de crecimiento serían poco alentadoras. 

Coincidencia o realidad, las mejores perspectivas para fortalecer la integración comercial en la región no son sobre el Atlántico (donde están países con profundos problemas como Venezuela, Brasil y Argentina) sino sobre el Pacifico (donde están México, Colombia, Perú y Chile). Es importante apostarle a Asia como ya lo está haciendo el Acuerdo Transpacífico.