| Foto: Presidencia de la República

COYUNTURA

¡No es solo la economía, estúpidos!

La última medición de la encuesta Gallup, realizada en junio de 2019 pone en tela de juicio al Gobierno de Iván Duque, pues según los resultados de dicha encuesta, tan solo un 29% de los colombianos aprueba la gestión del mandatario, mientras mantiene un porcentaje de desaprobación superior al 60%. ¿Qué está pasando? Un análisis de la politóloga Mariana Perea.

11 de julio de 2019

Estas cifras son preocupantes, ya que ningún Presidente ha tenido una favorabilidad tan baja comenzando su mandato, y esto deja al país dudando de su capacidad de gobernar eficazmente en lo que resta del mismo. Ahora ¿cuáles serán las causas del pesimismo que se ha apoderado del país, y de la impopularidad de un presidente que, a pesar de haber ganado con una amplia mayoría, hoy cuenta con un bajo apoyo ciudadano? ¿Serán las saludes que le trasmitió al Rey de España, será el vestido que usó la primera dama en su visita a Estados Unidos, serán las peleas con Maduro y la JEP, o como se decía en las épocas de Clinton, será la economía, estúpido?

Para algunos analistas, la caída de la aprobación de Duque tuvo que ver con hechos circunstanciales que marcaron la agenda mediática y la opinión pública en el mes de junio, como el video del asesinato de la lideresa María del Pilar Hurtado en Tierra Alta (Córdoba) y las denuncias contra las políticas internas de las fuerzas armadas, que podrían estar propiciando el resurgimiento de los falsos positivos. No obstante, estos hechos por sí solos no explican el aumento en la desaprobación de Duque, que ha ido creciendo desde el mes de abril, según las mediciones realizadas por Gallup. 

Entre tanto, otros expertos en temas políticos han dicho la percepción sobre el desempeño económico es fundamental para la favorabilidad del gobierno. Esto se ha demostrado en diferentes encuestas y artículos de investigación en distintos países del mundo, y Colombia no es la excepción.  La economía es un factor fundamental para evaluar el desempeño gubernamental, y en esta materia el gobierno colombiano no ha tenido los mejores resultados en los últimos meses. El incremento en las tasas de desempleo, el lento crecimiento del PIB, la devaluación del peso colombiano, son algunas de las variables que podrían explicar la desaprobación a la gestión del Presidente.

No obstante, si hacemos un análisis histórico de los últimos 16 años y estudiamos los gobiernos anteriores (Uribe y Santos) se puede demostrar que, si bien la economía ha sido un factor importante que incide en la favorabilidad hacia un gobernante, esta no es la variable que mejor explica la baja aprobación presidencial. Así, por ejemplo, en el segundo período gubernamental de Juan Manuel Santos, mientras el crecimiento económico permaneció estable, la percepción sobre el desempeño de la economía era más pesimista de lo que realmente demostraban las cifras del país y la aprobación de Santos estaba en picada (ver gráfico).

Este fenómeno puede tener varias explicaciones, pero tal vez, el motivo fundamental que ha determinado la percepción de la gestión gubernamental en Colombia, en los últimos años, ha sido la valoración de los colombianos frente a la posición del Gobierno para dar solución al conflicto armado, específicamente frente al conflicto con las Farc. El discurso político y el plan de gobierno tanto de Uribe (uno y dos) como de Santos (uno y dos) estuvo enfocado en el tratamiento al conflicto con la guerrilla. 

No hay que olvidar que el tema principal que le da la holgada victoria a Álvaro Uribe en primera vuelta, tanto en el 2002 como en el 2006, fue su posición firme de combate a la guerrilla y solución del conflicto armado por la vía militar. De hecho, la alta favorabilidad que mantuvo Uribe en sus ochos años de gobierno (mayor al 50% de aprobación según los datos del barómetro de las Américas) se explica en gran medida por los golpes militares a las Farc y las victorias que obtuvo en términos de bajas, desmovilizaciones y recuperación de zonas geográficas con una fuerte presencia guerrillera.

Por esto, en el 2010 Juan Manuel Santos, ministro de defensa de Uribe, ganó la presidencia con una amplia diferencia, frente a su contendor Antanas Mockus. El discurso de continuidad a la política de “Seguridad Democrática” fue uno de los factores que determinó la victoria de Santos en las elecciones y sus altos índices de aprobación en sus primeros dos años de gobierno, en parte por los golpes militares que dan de baja a dos altos comandantes de las Farc: el Mono Jojoy (septiembre 2010) y Alfonso Cano (noviembre de 2011). 

En contraste, en el 2014, Santos gana las elecciones con otro discurso y una política diferente para solucionar el conflicto con las Farc: la negociación política. Esta vez, las elecciones son muy ajustadas, el contendor de Santos, Óscar Iván Zuluaga representaba el retorno a la política de seguridad democrática, de solución militar al conflicto con la guerrilla. En la contienda, se sobrepone la idea del diálogo para terminar el conflicto con las Farc. Esto, no es solo esencial para obtener la presidencia, sino que, será el factor que determinará en mayor medida el apoyo a la gestión de Juan Manuel Santos. La fuerte oposición al proceso de paz, liderada por el expresidente Uribe, es el punto de quiebre que repercute en las percepciones de los colombianos sobre el desempeño del gobierno Santos.

Todo este recorrido para decir que las Farc fueron el foco que determinó el rumbo de los gobiernos colombianos, por lo menos, en los últimos 20 años. El discurso del tratamiento al conflicto armado con la guerrilla (bien sea por la vía armada, o por medio de una negociación) fue el punto de diferencia en las elecciones y en la gestión gubernamental. Si comparamos, en materia económica, o en política educativa, o en reformas sociales, los anteriores gobiernos representan más bien una continuidad en estos aspectos. Podría afirmarse que ni el gobierno de Pastrana, ni el de Uribe, ni el de Santos representan diferencias sustanciales en estos aspectos. La valoración que la opinión pública ha hecho de su gestión, se puede entender a grandes rasgos, por la posición que asumió cada uno frente a las Farc.

Desmovilizadas las Farc, el actual presidente, Iván Duque tuvo que cambiar la estrategia discursiva para ganar las elecciones. Las “correcciones” a partes del acuerdo que según su partido ponían en riesgo la institucionalidad del país, pero sobre todo, la amenaza que representaba el ingreso de un “gobierno populista de izquierda” al poder, encarnado en la imagen de Gustavo Petro, fueron el centro de la campaña ganadora. 

Al terminar con el problema de las Farc el gobierno Duque ha tenido que cambiar su discurso y la “cara” de sus antagonistas a lo largo de estos 11 meses de gobierno. Primero, fue la amenaza de un posible gobierno “castrochavista” en Colombia, pero, gobernar sobre este presupuesto era un absurdo, pues habiendo ganado con una coalición de derecha este riesgo estaba descartado, por lo menos por cuatro años. Después, Duque quiso darle rumbo a su gobierno, cazando una pelea con el presidente vecino. Sin embargo, una confrontación directa con Venezuela representa costos demasiado altos y tampoco representaba la fórmula precisa para incrementar su popularidad. 

Así las cosas, el gobierno decidió cambiar de nuevo su “enemigo”, encarando una pelea contra la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), pero gobernar con la agenda que busca torpedear los acuerdos de paz con las Farc, le ha costado al gobierno reproches en el ámbito internacional y nacional, lo que además ha afectado su gobernabilidad. Por ejemplo, retrasó la agenda legislativa y minó el trámite de proyectos del Ejecutivo. Entonces, al final, el partido de gobierno ha decidido transformar nuevamente la imagen del “antagonista”, enfrentándose ahora directamente con el funcionamiento del Estado de Derecho actual. 

Es la falta de un plan de gobierno claro y una idea que aglutine lo que significa el “gobierno Duque” y esto es lo que hoy en día afecta en mayor medida la aprobación del Presidente. Esto se suma a una plena incertidumbre, donde la ausencia de un discurso concreto, ha dado pie para que toda clase de exabruptos puedan tener lugar en la política colombiana, como por ejemplo, convocar a una constituyente. Mientras tanto, los problemas reales del país siguen sin tener responsables directos y la ciudadanía percibe que el gobierno aún no sabe qué posición asumir. Tal es el caso del asesinato diario de líderes sociales, los casos de corrupción, los problemas sociales, las malas ejecuciones de infraestructura como Hidroituango y la vía al Llano, entre otros. En conclusión, no es solo la economía, estúpidos: se acabaron las Farc y no saben cómo gobernar.