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INTERNACIONAL

La economista 'trans' que defiende al libre mercado, no al socialismo

Deirdre McCloskey se encuentra en el Hay Festival. Tiene poco en común con Donald Trump. Tal vez apenas el nombre de pila, que compartían antes de que ella se cambiara de sexo con 53 años. BBC Mundo conversó con ella sobre liberalismo y otras cuestiones.

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1 de febrero de 2019

"Soy economista, pero también enseño y escribo sobre historia, inglés, comunicación, filosofía, arte y estudios culturales. Como diría May West: ‘Yo era Blancanieves... ¡pero me desvié!‘. Hasta 1995 me llamaba -y era- ‘Donald‘. Criada en Boston, trabajé siempre en el Medio Oeste (de Estados Unidos). Casado durante 30 años felices, con dos hijos mayores (que no me hablan desde 1995), vivo en Printer‘s Row, Chicago, con mi Norwich terrier llamado Will Shakespeare y mi iglesia episcopal al otro lado de la calle, razón por la cual siempre llego tarde a misa".

Así se presenta a sí misma Deirdre McCloskey (1942) en su página web.

La prestigiosa y aclamada economista e historiadora estadounidense, tiene un currículo impresionante. Y único: autora de 17 libros y de alrededor de 400 artículos académicos, estudió en la Universidad de Harvard, dio clases durante 12 años en la Universidad de Chicago y enseñó durante casi dos décadas en la Universidad de Iowa. Ahora es profesora en Illinois, en Chicago.

Sus posiciones económicas conservadoras y su firme, inmovible y apasionada defensa del libre mercado ha hecho alzar las cejas a más de un colega.

Pero lo que a muchos dejó directamente boquiabiertos fue la operación de cambio de sexo a la que se sometió a los 53 años, y gracias a la cual pasó de ser Donald McCloskey a la flamante Deirdre McCloskey.

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BBC Mundo habló con ella en el marco del HAY Festival Cartagena.

Si no me equivoco, de joven usted era anarco-comunista, pero posteriormente se convirtió en una gran defensora del libre mercado. ¿Qué le hizo cambiar de postura?

La evidencia.

Robert Heilbroner (1919-2005), durante décadas socialista y profesor en la New School for Social Research (de tendencia marxista), escribió en 1989, justo antes del repentino e impredecible colapso de la Unión Soviética:

"Menos de 75 años después de su inicio oficial, la pugna entre capitalismo y socialismo ha llegado a su fin: el capitalismo ha ganado… El capitalismo organiza los asuntos materiales de la humanidad de manera más satisfactoria que el socialismo".

Actualmente puede ver un ejemplo de ello en Cuba o en Venezuela, en contraste con Chile o Colombia.

Y en 1992 el mismo Heilbroner escribió:

"El capitalismo ha sido un éxito tan incuestionable como fracaso ha sido el socialismo".

Alabó a los liberales Milton Friedman, Friedrich Hayek y Ludwig von Mises por su defensa de la libertad, destacando que "las libertades democráticas no aparecen, excepto fugazmente, en ninguna nación que se haya declarado fundamentalmente anti-capitalista".

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Deirdre McCloskey

McCloskey dice que el liberalismo es "el enriquecimiento cultural de los países ricos". Foto: ALEXANDRE MAZZO.

Piense de nuevo en Venezuela. Junto con miles de exsocialistas y excomunistas, mi lema es que cuando tengo nueva información -los desastres de la URSS, de la China de Mao, de Cuba- cambio de postura.

Yo les pregunto a sus lectores: ¿ellos qué hacen?

¿Cuáles son en su opinión los principales beneficios del libre mercado?

El ejercicio de la libertad por parte de individuos adultos, a los que proporciona la dignidad de cuidar de sí mismos y de sus familias.

El gigantesco enriquecimiento de los pobres, que han pasado de disponer de US$2 al día a US$50 o US$100, como ha ocurrido en todas las economías que se han guiado por un liberalismo real.

El desplome de la tiranía.

El enriquecimiento cultural de todos los países ricos.

Entonces, ¿por qué el capitalismo concentra tantas críticas? Usted habla de un clima de pesimismo cultural, ¿no es así?

El gran y ya desaparecido Hans Rosling trata de explicar ese pesimismo en su libro póstumo "Factfulness" (2018).

Rosling pensaba que ese pesimismo se debe a que la gente no conoce los hechos, como por ejemplo que desde los años 60 la renta per cápita ha crecido más rápidamente que en cualquier otro momento en la historia, sacando a los más pobres de entre los pobres (en China, en India o en Latinoamérica, por ejemplo) de la peor de las miserias.

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También destaca que la gente tiende a asumir que los ricos actuales lo son porque les viene dado de manera natural, lo que les lleva a ignorar qué los hizo ricos.

Personalmente, también creo que el anticapitalismo tiene mucho que ver con la propia palabra "capitalismo", que hace que la gente piense que acumular capital es lo que nos ha hecho ricos en comparación con nuestros míseros antepasados.

Y no, no lo es.

Lo que nos hizo ricos fueron las buenas ideas para el uso del capital y nuestros otros talentos y energías.

Hay autos, fertilizantes artificiales, antibióticos, contenedores, cajas de cartón, pasta de dientes, computadoras, universidades, votaciones secretas, la liberación de la mujer, la píldora, ferrocarriles, asfalto, cemento estructural, radio, acero barato, keroseno, la venta a plazos, tractores, semáforos, generación de electricidad, internet, aviones, periódicos realizados en prensas de vapor y con papel barato y millones de otras ideas, para las cuales el capital a veces es necesario, y a veces no mucho.

¿Qué opina entonces de las políticas económicas de Donald Trump, muchas de ellas claramente proteccionistas?

Creo que Trump es un idiota neofascista, con la capacidad de atención y los impulsos sexuales de un niño de 14 años.

Sus políticas económicas provienen literalmente del fascismo ("nuevo nacionalismo") de sus consejeros Stephen Bannon y Stephen Miller y de la locura proteccionista económica de Peter Navarro.

Navarro obtuvo su doctorado en Harvard. Yo estoy pensando en devolver el mío como forma de protesta.

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En su libro "Why Economics Can‘t Explain the Modern World" (Por qué la economía no puede explicar el mundo moderno) usted sostiene que el increíble y sin precedente aumento de la riqueza que se ha producido en los siglos XIX y XX, pasando de US$2 o US$3 al día por persona a unos US$100, no es mérito del capitalismo, sino de la innovación. ¿A qué se refiere exactamente? ¿El capitalismo y la innovación se necesitan el uno al otro?

La innovación necesita muchas cosas: aire, leyes, paz, agua, personas sensatas, tiempo…

El capital es sólo una de las necesidades de la innovación, y con frecuencia no muy importante.

Deirdre McCloskey

La historiadora considera que Trump es "un idiota neofascista". Foto: CORTESÍA DE DEIRDRE MCCLOSKEY

La universidad moderna, inventada en la Universidad de Berlín en 1810, necesita unos pocos edificios, pero sobre todo es una idea organizativa.

Tendemos a pensar en el mal llamado "capitalismo" en términos, por ejemplo, de ferrocarriles, que de hecho necesitan enormes masas de capital.

Pero las buenas ideas obtienen capital de manera bastante fácil.

Y las malas ideas, como los trenes de alta velocidad que ahora hay por toda China en viaductos de 20 metros de altura, obtienen el capital a través de subvenciones del gobierno que provienen de impuestos obligatorios.

Pero el capitalismo también tiene defectos, ¿no? ¿Cuáles son sus mayores fallos? Varios estudios, como por ejemplo el de Thomas Picketty, alertan de que el capitalismo está aumentado la brecha entre ricos y pobres…

El "capitalismo" -yo prefiero llamarlo "innovismo"- tiene algunos pocos defectos. Pero saca a los pobres de la peor de las pobrezas y ofrece a los niños la oportunidad de entrar en la clase media.

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En particular, la desigualdad no es un defecto del innovismo.

Si los gobiernos permiten a la gente competir (cosa que con frecuencia no hacen), el innovismo reduce, de hecho, la desigualdad.

Picketty se equivoca con los datos, hasta el punto de que él mismo lo admite en su libro, destacando que los únicos países de su estudio en los que la desigualdad ha crecido son Reino Unido, Estados Unidos y Canadá.

Respecto al resto de países, se limita meramente a sugerir ese miedo.

La verdadera brecha entre los ricos y los pobres en realidad se ha reducido dramáticamente desde 1800, 1900, 1906 o cualquier otra fecha con la que se mida. Los ricos han conseguido una nueva pulsera de diamantes. Y los pobres tienen suficiente para comer. ¿Qué es más importante?

La igualdad real ha aumentado, continuamente.

Debemos concentrarnos en elevar los ingresos de los más pobres, no en estúpidas e ineficaces formas de quitar dinero a los ricos, que de todos modos termina principalmente en manos de otros ricos o funcionarios corruptos.

Usted ha estudiado en profundidad a la burguesía. ¿Está la clase media actualmente en peligro? ¿Cómo será a medio plazo?

No, la burguesía no está en peligro.

Está creciendo en porcentaje y en términos absolutos a nivel mundial. Pero los intelectuales la odian. Siempre la han odiado.

Deirdre McCloskey

A la escritoria no le gusta la palabra capitalismo, prefiere llamarlo "innovismo". Foto: TAYLOR GLASCOCK

Gustave Flaubert escribió a George Sands en 1867 que el odio al burgués es el comienzo de la virtud.

Y el odio apoya los infinitos esquemas para "cambiar el sistema", todo lo cual ha supuesto un desastre para los pobres.

¿Necesito mencionar una vez más a Venezuela?

A usted no le gusta la palabra capitalismo, ¿verdad? ¿Por qué?

Porque confunde a la gente y la lleva a pensar que la acumulación de capital es la clave del progreso. Y no lo es. La innovación sí lo es.

Los humanos siempre han acumulado: el Homo Erectus empezó a acumular hachas de piedra; los romanos construyeron grandes carreteras; los chinos La Gran Muralla.

Sin embargo, no hubo progreso para una persona media hasta las innovaciones del siglo XIX y posteriores, a partir de un verdadero liberalismo que otorga a las personas la misma dignidad y mayor igualdad de oportunidades.

Nada es perfecto.

Hay que hacer más por los pobres, especialmente eliminando las "protecciones" (que mejor deberían llamarse "favoritismos" para los poderosos y sus clientes).

Hagámoslo.

Pero no nos equivoquemos sobre cómo hemos llegado hasta aquí: no por los gobiernos o quitándole dinero a los ricos, sino a través del innovismo que empuja a millones de personas normales y corrientes a aventurarse en un nuevo trabajo o en una nueva empresa.

Usted es profesora de Economía, pero también enseña Filosofía y Literatura. Las Humanidades, asegura usted, son necesarias para estudiar la economía, para humanizarla y evitar que sea sólo números y estadísticas. Usted defiende de hecho el término "humanomics", la economía de lo humano.

Sí, "humanomics", economía con los humanos dentro.

Pero eso tampoco significa dejar de lado las matemáticas o las estadísticas.

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Significa complementarlos, con toda la evidencia, verbal y estadísticamente significativa, la evidencia de la conversación humana y la literatura humana, desde los cuentos populares a la Epopeya de Gilgamesh.

Ha estudiado la retórica de la economía. ¿Considera manipulador el lenguaje económico? A mí por ejemplo siempre me ha fascinado el término "crecimiento negativo", que suena bastante bien pero en realidad es catastrófico.

Por supuesto, el lenguaje es "manipulador". No puede ser de otro modo. Nos pasamos los días tratando de influirnos los unos a los otros, para lo bueno y lo malo.

Los científicos, por ejemplo, tratan de persuadir a sus colegas de que esta o aquella teoría es correcta. Bien por ellos. La persuasión, la "dulce charla", es la única alternativa a la violencia.

Deirdre McCloskey

"No existe ningún ‘crecimiento negativo‘, excepto en el realismo mágico de la izquierda", asegura McCloskey. Foto: CORTESÍA DE DEIRDRE MCCLOSKEY

Nadie lo sabe mejor que los colombianos que han tenido que hacer frente a las FARC o los peruanos que se han enfrentado a Sendero Luminoso. La "dulce charla" mueve la economía, y debe hacerlo.

No existe ningún "crecimiento negativo", excepto en el realismo mágico de la izquierda, que desde 1848 anhela ver el fin del "capitalismo".

Por el contrario, las mejoras comerciales demostradas han salvado a los desdichados de la tierra, y continuarán haciéndolo si no lo estropeamos con fantasías sobre el socialismo, tristemente prevalecientes en la literatura latinoamericana.

Una de sus principales áreas de estudio es el mundo post revolución industrial. ¿Cree que la actual revolución tecnológica que estamos viviendo será aún más profunda? ¿Pronostica, como muchos de sus colegas, un futuro escenario con un gigantesco desempleo a causa de la robotización?

El periodo de gran enriquecimiento de los siglos XIX y XX ha sido bastante "profundo".

Permitió a nuestros antepasados salir del campo y de la cocina, un cambio impactante hecho posible por "robots" que hicieron ferrocarriles, cosechadoras mecánicas y maíz híbrido.

El miedo al desempleo es infantil y olvida la historia.

Cualquier dispositivo humano, desde una pala hasta una computadora, es un "robot", y aunque desde 1800 el innovismo ha traído millones de esos dispositivos -mecánicos, biológicos y organizativos- eso no ha resultado en un desempleo permanente.

Nuestros antepasados eran prácticamente todos campesinos (los míos desde luego lo eran). Ahora en Estados Unidos sólo el 2% de la mano de obra está en granjas. ¡Y el 98% de la restante mano de obra no está desempleada!

Y, de hecho, si fuera cierto que todos los bienes y servicios podrán producirse simplemente pulsando un botón, sería maravilloso. Estaríamos en el Edén, no en el infierno.

Usted se define a sí misma como "literaria, cuantitativa, posmoderna, pro libre mercado, progresista-episcopal, cristiana libertaria mujer del medio oeste de Boston que una vez fue hombre". ¿Necesitó mucho valor para decidir en 1995, cuando tenía 53 años, someterse a una operación de cambio de sexo y convertirse en mujer? ¿Qué consejo le daría a alguien en su misma situación?

Usted y yo y todo el mundo necesita valor para vivir.

La madre que se levanta todas las mañanas para ayudar a su hijo gravemente discapacitado tiene más valor que muchos soldados. El hombre que hace tres trabajos para darles a sus hijos una vida mejor es un santo del valor.

La gente piensa que el cambio de sexo precisa de un enorme valor porque ellos no lo quieren hacer, ¡como saltar de un avión sin paracaídas!

Mi consejo es aprovechar las ventajas de una sociedad libre en la que puedes tomar una decisión así -no recomiendo lo del paracaídas- y luego seguir adelante con tu vida.

¿Se ha sentido alguna vez discriminada por ser transgénero? ¿O por ser mujer?

Por haber cambiado de género no directamente, al menos hasta donde yo sé.

Pero puede haber formas más sutiles de las que no me he percatado, a lo mejor habría conseguido ese trabajo en Harvard si no me hubiera operado (aunque en realidad no lo creo).

Y sí, sé que he sido discriminada por ser mujer.

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Alrededor de un mes después de mi transición de género, estaba hablando con un puñado de economistas hombres sobre economía. Hice una observación. Los hombres la ignoraron.

Y unos minutos después John hizo la misma e idéntica observación, y todos los hombres le elogiaron y le pusieron por las nubes. Me dije a mí misma: "Sí, me están tratando como a una mujer".

Fue la primera, y la última vez, que disfruté de esa sensación.

¿Es usted una persona religiosa?

Sí, después de mi cambio de género me convertí del agnosticismo al anglicanismo.

Es protestantismo jerárquico, como la Iglesia Luterana en Alemania y Escandinavia. Nosotros los anglicanos tenemos obispos, por ejemplo, aunque nada como un Papa.

¿Tiene la religión algún impacto en la economía? ¿Coincide con Max Weber en que el capitalismo es producto de la ética protestante?

Sí, por supuesto que tiene impacto, especialmente cuando casi todo el mundo en Europa y sus alrededores es más o menos un creyente cristiano. ¿Cómo no podría tenerlo?

El principal impacto que, por ejemplo, estudié en mi libro "Bourgeois Equality" (2016) es el de las iglesias gobernadas sin jerarquías, como el congregacionalismo, el cuaquerismo o el baptismo.

Esos protestantes radicales (no nosotros los anglicanos o los luteranos, debo decir) eligen en su propia y pequeña localidad a sus propios sacerdotes, a los que llaman "ministros".

Creo que eso transmite a la gente la idea de que ellos también pueden elegir sus propias aventuras económicas.

Pero Weber estaba bastante equivocado, como se ha mostrado con detalle desde 1905 una y otra vez. La teología, la economía, la sociología, la historia... en todo se equivocó.

El mundo es cada día menos y menos religioso. ¿Tendrá eso también un efecto en la economía?

Yo creo que es un error decir que el mundo es cada vez menos religioso.

Mire la explosión de iglesias protestantes evangélicas en América Latina y África.

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En ambos lugares el resultado es que los hombres están dejando de gastar sus salarios en beber e irse con prostitutas, y se convierten en padres y maridos sobrios. Y todo eso es bueno económicamente, porque les da a sus hijos una oportunidad.

Allí donde las mujeres ganan dinero lo gastan en sus hijos, y las mujeres generalmente son más religiosas.

*Este artículo es parte de la versión digital del Hay Festival Cartagena, un encuentro de escritores y pensadores que se realiza en esa ciudad colombiana entre el 31 de enero y el 3 de febrero de 2019. Fue escrito por: Irene Hernández Velasco