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ANÁLISIS

Un momento emergente

¿Será el 2018 el año en el que se desate la anunciada crisis del mundo emergente?

1 de octubre de 2018

Durante los últimos años mucho se ha escrito sobre la crisis del mundo emergente. Desde 2015, “The Economist” en una famosa portada llamada “The Chronicles of Debt. A saga that haunts the world economy”, viene expresando su preocupación por el “fracaso de los mercados emergentes”.

No obstante, pese a las debilidades estructurales de estas economías en condiciones de liquidez globales menos favorables y el surgimiento periódico de “emerging moments” en palabras de Mohamed El-Erian (Chief Economist de Allianz) el éxodo de capitales en busca de refugio se estabiliza, cae la aversión al riesgo y se incrementa nuevamente la demanda por este tipo de activos.

Asimismo, aunque con descensos transitorios, los flujos acumulados desde 2009 continúan en máximos históricos. ¿Será el 2018 el año en el que se desate la anunciada crisis del mundo emergente? En opinión de Estudios Económicos Fidubogotá la respuesta es no.

Sobre el particular, es importante citar que la denominada “Trifecta” (El-Erian) o “tormenta perfecta” para el mundo emergente, se encuentra fundamentalmente explicada por 3 factores: mayores precios del petróleo, aumento de las tasas de la Reserva Federal (FED) y fortalecimiento del dólar a nivel global.

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Efectivamente, emergentes grandes como China e India, importadores de petróleo, están siendo triplemente heridos por el encarecimiento del crudo en un contexto de repliegue de la liquidez en dólares; tanto desde el punto de vista de la cantidad (reducción del balance de la FED) como desde el punto de vista del precio de la moneda (aumento en la tasa de interés).

Aunado a lo anterior, el impulso fiscal introducido por el presidente Trump busca, entre otros, atraer capitales a la economía estadounidense. Así, el dinero barato inyectado durante los años de relajación monetaria que indujo la afluencia masiva de flujos hacia el mundo emergente, impulsando la valorización de sus activos y compensando en algunos casos sus déficits estructurales, está teniendo incentivos para regresar a Estados Unidos.

De esta manera, países como Turquía -pese a sus evidentes desequilibrios externos- consiguieron durante estos años fondear sus déficits estructurales en cuenta corriente con superávits en la cuenta de capitales.

En el caso turco el faltante de dólares provino del alto endeudamiento del sector corporativo en el exterior, especialmente de corto plazo, lo que venía exponiendo la economía a una crisis de balanza de pagos.

Lo anterior, aunado a la ampliación del déficit en cuenta corriente, caída de la inversión extranjera directa, niveles inadecuados de reservas internacionales, altos vencimientos de deuda de corto plazo y un complejo panorama político con la reelección de Erdogan, que desafió la ortodoxia macro y generó dudas sobre la independencia de las autoridades económicas, disparó el precio interno del dólar (devaluación) ante las obvias señales de escasez, los CDS (Credit Default Swaps) que miden el riesgo de impago y la inflación, exacerbando los temores por la vulnerabilidad de otras economías y la posibilidad de contagio.

Paralelamente, Argentina también fue severamente atacada por los mercados pese al préstamo solicitado ante el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el manejo ortodoxo de sus dificultades. Indudablemente su pésimo historial en materia de defaults, la falta de confianza en la capacidad del país para cumplir con las estrictas condiciones impuestas, y los riesgos sociales y políticos asociados al descontento de la población de cara a las elecciones en 2019, acentuaron el nerviosismo.

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No obstante, en las últimas semanas los mercados han empezado a tranquilizarse y los inversionistas continúan diferenciando entre los países con fundamentales económicos más sólidos y estabilidad política. De esta manera, aunque el re direccionamiento de los flujos era esperado y el rebalanceo de los portafolios alrededor del mundo necesariamente implica que los flujos hacia emergentes como tipo de activo deberían reducirse frente a la exuberancia de los últimos años, países como Colombia continúan viéndose comparativamente favorecidos dentro del reordenamiento económico y financiero mundial.

Particularmente, el precio del petróleo en niveles cercanos a US$70 (WTI) y USD80 (Brent), ha sido un gran “escudo protector” en medio de la reciente turbulencia. Asimismo, a diferencia de países como Turquía o Argentina, Colombia ha mostrado fortaleza institucional, económica y política, lo cual se ha reflejado en la gran resiliencia de nuestros activos frente a las perturbaciones externas, presentando desvalorizaciones moderadas y recientes ganancias (dólar, TES).

Entre otros factores, el petróleo, la confianza de las calificadores de riesgo pasadas las elecciones presidenciales, las compras de los Fondos de Capital Extranjero (FCE) por US$6,1 billones en 2018 de deuda local (TES), las mejoras en el déficit en cuenta corriente y el compromiso del país con la reducción del déficit fiscal así como el anclaje de la inflación y sus expectativas dentro del rango meta del Banco de la República (BR), han mantenido a lo largo del año a los activos locales protegidos y en una mejor posición relativa frente a otros emergentes.

Por: Alejandra María Rangel - Gerente de Estudios Económicos de Fidubogotá