Rodolfo Llinás, director del Departamento de Fisiología y Neurociencia de la Universidad de Nueva York.

El valor es un asunto del cerebro

Limitar la riqueza personal, hacer riqueza para la colectividad. El neurólogo colombiano Rodolfo Llinás propone una teoría que se apoya en sus hallazgos sobre neuroeconomía y que pone patas arriba al capitalismo ¿Tiene razón el científico? Una entrevista polémica de Dinero.com y Revista Semana.

21 de abril de 2009

Cachaco, completamente cachaco. Arrolladoramente simpático y con un acento santafereño difícil encontrar, incluso en otros bogotanos. Así es el director del Departamento de Fisiología y Neurociencia de la Universidad de Nueva York, el neurólogo colombiano Rodolfo Llinás.

El tema de su última visita a Colombia, la neuroeconomía. ¿Qué hace el cerebro para que las personas funcionen de una cierta forma cuando están produciendo, consumiendo o intercambiando bienes y servicios? ¿Cuál es el valor de las cosas?

Para los economistas profesionales, las respuestas de Llinás a esas preguntas son urticantes. Algunos estarían dispuestos a hacer un pacto con el médico. Se comprometerían a no hacer una jamás una operación cerebral, a cambio de que él dejara de opinar sobre economía.

Pero no es una buena época para los que quieren esos tratos. Llinás no está interesado en guardar sus hipótesis en secreto, y además golpea con su desparpajo natural uno de los cimientos sobre los cuales se construye la teoría económica: el valor de las cosas no está en sus características intrínsecas sino que está en el cerebro de las personas, dice.

La implicación de esta afirmación es enorme. Para el médico javeriano eso significa poner patas arriba al capitalismo. “Tener un capitalismo que esté en beneficio no de una persona sino de la sociedad”.

Rodolfo Llinás habló con Dinero.com y con la Revista Semana, de economía y de consumo. Para quienes concuerden con él o para quienes discrepen, las respuestas de este científico son materia de interés, de todas maneras.


¿La forma de decidir de las personas cambia cuando hay crisis?
Las situaciones de crisis producen un estado en el cuál la gente hace estupideces increíbles.

¿Tienden a tomar decisiones equivocadas?
Claro, Absolutamente. Porque no se puede pensar. El pensamiento requiere cierta cantidad de energía y si la gente – por ejemplo - ve que se le está desapareciendo la plata y que todos están vendiendo, ellos venden. Pero es mal momento para vender. El inmediatismo no los deja pensar claramente. Las personas no están generalmente educadas para entender que hay que esperar un poco a ver cómo va la situación.

¿Por qué los economistas no saben predecir las crisis?
Porque están mirando el problema desde afuera. Es una cosa que a veces no entienden. El problema de la economía es que el punto central no está fuera, sino dentro del cerebro. Es el concepto de valor Y si no se puede definir el concepto de valor, todo el andamiaje matemático se va a caer de vez en cuando.

La ventaja de la matemática, que es ciencia dura, es que uno sabe exactamente lo que está midiendo. Pero aquí ellos no tienen la menor idea de lo que están midiendo.

El problema es que el valor cambia directamente con la actitud de la sociedad. Si todo el mundo dice venda, yo no me quiero quedar atrás. Y de pronto vender es mala idea, pero es lo que todos están haciendo.

¿Entonces en vez de predecir, hay que cambiar los valores?
Hay que educar los valores. En esto, lo primero que hay que hacer es, que nadie pueda tener más de una cierta cantidad de plata. Lo tienen que limitar. La gente no entiende que no hay derecho, que no debía existir una persona que tuviera US$60.000 millones. ¿Una sola persona? No es posible.

Pero los economistas dicen que el deseo de acumular riquezas es el motor de las sociedades y de la innovación...
Si, pero entonces hay que ponerle control. Lo que hemos aprendido es que no se puede dejar sin control.

Con esa visión parecería que el deseo de acumular riquezas fuera como una enfermedad ¿En qué momento el gusto por la plata se vuelve enfermedad?
Los insectos chupan la sangre de sus ‘victimas’ con una especie de bomba muy poderosa. Pero tienen un sistema que les dice cuando están llenos. Si siguieran bombeando, estallarían. La enfermedad empieza cuando la gente que tiene la bomba no deja de bombear cuando le dicen, no bombee más.

Entonces habría que diseñar mecanismos sociales para limitar la acumulación...
Unos son los empresarios y otros los reguladores. Y tiene que existir ambos, porque si no el sistema se revienta.

¿Y cómo se le dice a un especulador que pare?
La situación es sencilla, porque eso puede ser: si usted gana más de cierta cantidad, se la quitamos.

¿Y eso no es un desperdicio social en términos de que se pierde el motor de la economía?
Es un desperdicio social si la gente cree que la única manera de hacer economía es aumentar de modo ilimitado el capital. Ese es el problema, que no se puede. El sistema educativo tiene que cambiar.

¿Cambiar hacia qué?
Es que es muy sencillo. Que no sea ‘yo’. Que seamos ‘nosotros’. La meta sería que en esta sociedad vamos a tratar de conseguir tanto dinero como sea posible, pero una sola persona no, porque eso no mejora la sociedad, la empeora.

Entonces el deseo por la plata se debe tratar como una adicción, como cualquier otra obsesión...
Es que la de la plata no es adicción a la plata, es adicción al poder que da la plata. Que yo soy mejor que usted porque tengo más plata, soy feliz porque tengo plata en el banco, soy infeliz porque no tengo plata en el banco. ¡Pero qué falta de originalidad!

¿Malo?
No digo que las adicciones sean malas. Pero hay que controlarlas.

Y otras obsesiones fuertes como las amorosas ¿También hay que limitarlas?
Las adicciones de ese tipo, que generalmente no tienen efectos secundarios, no tienen ningún problema. Pero claro, usted no tiene derecho de querer a esa persona tanto como para comerse sus brazos. Te quiero tanto que me vuelvo antropófago. Sería una bestialidad.

Y entonces, ¿su solución?
Tener un capitalismo que esté en beneficio no de una persona sino de la sociedad.

ASUNTOS DE CONSUMO 
En consumo a uno lo pueden condicionar para que tome decisiones de una manera específica...
Si. Mire en la televisión. A uno le venden una máquina de escribir con una mujer bella, como si las dos cosas estuvieran relacionadas. Entre menos vestido tenga, venden más. En esta situación lo están engañando.

El manejo de esas asociaciones y relaciones cerebrales es una manipulación
Es muy eficaz, pero es grave. Es manipulación. Eso es engañar, absolutamente.

¿Y qué habría que hacer para evitar ese engaño?
Si se regulara lo que se puede decir en la televisión con respecto al producto. Es que cuántas porquerías no venden... Pero la televisión gana, el que vende las porquerías gana. Los únicos que pierden son las personas que compran.

Para salir de la crisis de estos días, se dice que hay que consumir. ¿Entonces cómo induce el consumo?
Es posible de manejar si se explica la situación. Si uno le explica a la gente que tienen que tener suficiente fe en el sistema. La fe en este caso es la capacidad de gastar. Aunque no sea tanta como antes, es la que mantiene la economía. En una depresión no hay la suficiente fe, porque la gente no gasta el dinero. Hay que explicarles por qué hay que hacerlo.

¿Cómo?
Sencillo. El valor de las cosas no cambia. Esa máquina de escribir es buena de todas maneras. Cuánto cuesta es una cosa diferente. Entonces no se va a acabar. Los edificios no se van a caer. Hay una realidad más allá de la plata, que es la que la gente tiene que entender. Que hay ferias y fiestas pero esa no es la realidad.

Difícil, ¿no?
Las personas pueden ser irracionales pero son entendibles. El hecho de que no haya patrones de acción fijos, no quiere decir que no se puedan modificar, o que o se puedan entender.

Se pueden controlar, sobre todo si la sociedad los controla. No hay ninguna otra solución. Estas cuestiones sociales tienen unos problemas inmensos.

Rodolfo Llinás termina de desayunar de manera extraordinariamente frugal. Un café con un pandeyuca, que disfruta claramente. Se levanta de la mesa y se encuentra con un grupo de gente que lo espera para poder hablar un momento corto con él o para conseguir un autógrafo en alguna de sus publicaciones. Esta especie de celebridad científica ya está en otro tema. El de la economía se quedó en la mesa, para que lo debatan los que quieran controvertir sus ideas. Y sin duda, eso ocurrirá.