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MACROECONOMÍA

Las preguntas que nos está dejando el coronavirus sobre el futuro de Colombia

En materia económica, el coronavirus tomó por sorpresa a todos. Pero eso no quiere decir que no haya servido para aprender importantes lecciones.

20 de abril de 2020

El coronavirus, desde una perspectiva económica, ha suspendido todos los términos del sistema, por lo menos para una parte importante de la población mundial. Por primera vez una plaga transnacional dejó sin la posibilidad de ganar dinero al menos a 50% de los habitantes del planeta. Eso ha hecho que muchas autoridades, gobiernos y expertos se queden sin argumentos o salidas fáciles.

Las crisis habituales han surgido por desequilibrios financieros, fiscales o externos. Es decir, por países que han administrado mal sus economías. Pero en este caso la mayoría de los habitantes ha tenido que quedarse en casa, las empresas han tenido que parar sus máquinas y el aparato productivo en general entró en modo hibernación.

Así, los gobiernos tienen que resolver la cuadratura del círculo: ¿cómo hacer para que el aparato productivo salga indemne si la gente permanece encerrada?

En muchos aspectos, el coronavirus ha dejado lecciones claras. Las más recientes crisis derivaron en nuevas instituciones, decisiones arriesgadas o simplemente en ajustes que sirvieron estructuralmente para poner a las economías en otros niveles.

La reactivación económica dependerá de la idea que quede entre los actores productivos sobre la eventualidad de que la pandemia resurja con más fuerza.

Por ejemplo, en el caso de Colombia, la crisis de 1999 puso de relieve la importancia de tener recursos disponibles para garantizar los ahorros del público. Como consecuencia, el país decidió fortalecer al Fondo de Garantías de Instituciones Financieras (Fogafín), hoy una entidad sólida que cuenta con recursos muy importantes para el seguro de depósitos. En la actualidad tiene unas reservas cercanas a $20 billones que respaldarán cualquier crisis del sistema financiero.

De esa misma crisis viene el actual sistema de libertad cambiaria, que ha mostrado sus bondades tanto en 2008 como en 2014, años de duros choques externos.

Las normas sobre ajuste fiscal en las regiones, la propia regla fiscal y el nuevo marco para las regalías provienen de situaciones en las que las crisis obligaron a pensar en salidas innovadoras, efectivas y realistas.

Pero ahora todo es distinto. Al parecer, ningún país del planeta contaba con una institucionalidad capaz de enfrentar una parada súbita de la producción.

En la actual circunstancia otros factores adquieren importancia. Por ejemplo, la posibilidad de garantizar ingreso a una buena parte de la población sin condiciones. Es decir, regalar (sin eufemismos) plata a la gente. Inclusive a aquella que antes de la pandemia no parecía ni de lejos vulnerable.

Es probable que de esta crisis salgan conclusiones sorprendentes.

¿Rumbo a la renta mínima universal?

Claramente, el país cuenta con una sólida red de protección social que ha servido para garantizar el ingreso a millones de personas beneficiadas con programas como Familias en Acción, Jóvenes en Acción y Colombia Mayor.

Pero ahora, el Gobierno ha incluido en estas ayudas a 3 millones de familias a través del programa Ingreso Solidario.

Roberto Angulo, experto en temas de política pública y actualmente asesor del Distrito en temas sociales, explicó que, gracias a la urgencia por llevar ingreso a una parte de la población que hasta el momento no estaba en el radar de los programas sociales del Gobierno, “las plataformas que se han abierto están completando lo que se requiere para tener conectados a los deciles bajos de la población. Se rompió una barrera tecnológica”, comentó.

Así, explicó, “vamos a quedar listos para tener un ingreso mínimo garantizado nacional”.

La industria petrolera va a enfrentar nuevos desafíos. Hay que pensar en cómo invertir la riqueza que pueda generar este sector en el futuro próximo.

Se trataría de un avance solo considerado en países nórdicos. El concepto de la renta básica universal empezó a desarrollarse con fuerza desde la década de los setenta. Y en los últimos años lo defienden autores como Steven Pinker y Rutger Bergman. Este último la defiende en un provocador libro llamado Utopía para realistas. En pocas palabras, se trata de entregar plata a todos sin excepción. Con una premisa sencilla: es la mejor manera de redistribuir el ingreso.

Con la sincronización de bases de datos, la necesidad de adelantar la devolución del IVA, el afán por crear Ingreso Solidario y el fortalecimiento de los programas a cargo del Departamento de la Prosperidad Social, esta vía queda abierta.

Ambiente para reformar

Si el país reconoce las bondades de las transferencias directas a la población y admite que se avance hacia una estructura de "renta básica universal para los colombianos", el siguiente debate tiene que ver con la estructura de ingresos para financiar semejante avance.

El ministro de Hacienda, Alberto Carrasquila, había puesto sobre la mesa el tema durante la discusión legislativa de la pasada reforma tributaria.

Si se consolida esa institución, se puede pasar a una estructura tributaria con un impuesto al valor agregado generalizado. Eso permitirá combatir la evasión y fortalecer las finanzas públicas. Ese debate debe quedar abierto.

Keynes tiene razón

El mundo siempre vuelve sobre los principios de uno de los más grandes economistas del siglo XX: John Maynard Keynes.

Este inglés, que tuvo una enorme incidencia en la institucionalidad mundial de las políticas económicas de la posguerra, se preocupaba por entender por qué un sistema económico fundado en la libertad terminaba en algún momento en elevados niveles de desocupación.

No hay que olvidar el efecto de la incertidumbre sobre el futuro y la manera como ello incide en las decisiones de inversión de la gente. Dudley Dillard en su obra sobre el pensamiento keynesiano muestra por qué todos los días alguien tiene que pensar en el economista inglés y cómo el pensamiento clásico económico se ve en serios aprietos en un mundo dominado por la incertidumbre.

En el futuro próximo, la economía de un país definirá su fortaleza no solo por su capacidad productiva sino por su resiliencia ante duros choques.

"En un mundo en que el futuro económico es sumamente incierto y en que el dinero es una forma importante de acumular riqueza, el nivel general de empleo depende de la relación entre los beneficios esperados de la inversión en bienes de capital y el precio del interés que hay que pagar para inducir a los ricos a transferir el dominio de su dinero. (...) Cuando falta la confianza en el futuro y las previsiones de beneficios son sombrías, el premio necesario para conseguir que los poseedores de riqueza se desprendan de su dinero excederá al tipo esperado de rendimiento. La inversión y el empleo descenderán a un nivel bajo. Una depresión es un periodo en que el premio que hay que pagar por desatesorar dinero excede al tipo de rendimiento esperado por levantar nuevos bienes de capital de casi todos los tipos".

Este es uno de los asuntos centrales que van a tener que enfrentar las autoridades, pues no es de esperar que la salida de la pandemia derive en una reactivación económica inmediata. Aún falta por ver de qué manera van a asumir los actores económicos el futuro y si ello va a hacer que se mantenga su aversión por invertir. Eso haría más difícil la recuperación.

De aquí se desprenden dos interrogantes clave: ¿es necesario acudir a la emisión primaria para enfrentar la crisis? Y dos, ¿qué tipo de recuperación va a vivir el planeta?

Emitir o no

La discusión económica actual tiene en su centro la idea de emitir o no hacerlo. Es decir, "socializar" el déficit público que se derive de la pandemia. El tema plantea la pregunta de si sacar más dinero al mercado podría implicar una mayor inflación. Todo depende de a qué destine el Gobierno los recursos de la emisión y dos, en qué gaste la gente ese dinero que reciba del Estado.

La administración central destinaría cualquier recurso de emisión a pagar costos derivados de la pandemia: salud, trabajo y alimentación. Hasta el momento nadie ha discutido la emisión en Colombia, pero muchos economistas estarían a favor de hacerla.

La otra pregunta clave es cuál es el tipo de recuperación que va a enfrentar la economía. Aquí el tema sensible es la idea del futuro que tengan los agentes económicos. Si las autoridades no demuestran que cuentan con todos los medios para enfrentar este virus o cualquiera otra enfermedad, la economía va a quedar altamente resentida. Generar confianza sobre las políticas de salud pública puede desencadenar una recuperación en "V" de victoria.

¿En qué invertir?

La pandemia ha puesto de presente otro aspecto: la capacidad de los países para enfrentar pandemias marcará la diferencia en los nuevos tiempos. En consecuencia, el gasto en salud y en investigación será vital para reducir los impactos en estos casos.

Así que el país enfrenta un desafío importante. Los recursos para el sector salud son amplios, pero es claro que falta avanzar para convertir al país en un hub de investigación. Ese no es un objetivo remoto. Un ejemplo de ello es el de los estudios clínicos: un documento de 2016 realizado por Pugatch Consilium para el laboratorio Amgen, señala que Colombia podría atraer hasta US$500 millones en inversión para realizar estudios clínicos para nuevas medicinas o productos dedicados a la salud. Sin lugar a dudas allí hay una oportunidad.

La pandemia ha mostrado la primera gran amenaza planetaria en la historia. Ha tenido un impacto enorme. Pero eso no debe ser obstáculo para ver las lecciones que se pueden aprender. No hacerlo permitirá repetir los errores en el futuro.