Con el avance exponencial de la pandemia, millones de trabajadores no saben con certeza qué será de sus empleos. | Foto: Getty Image

PANDEMIA

Coronavirus: cómo será el día después

La pandemia puede abrir el camino hacia una nueva era de desarrollo. De lo contrario, el progreso económico y social podría debilitarse por décadas. Análisis de McKinsey & Company.

7 de mayo de 2020

Atravesamos el momento más incierto de nuestros tiempos. Los líderes políticos son conscientes de que el distanciamiento físico será una realidad al menos durante varios meses. Y se preguntan si podrán –y cómo– sostener cierres indefinidos sin comprometer los medios de subsistencia de sus ciudadanos.

Con el avance exponencial de la pandemia, millones de trabajadores no saben con certeza qué será de sus empleos tras semanas de aislamiento obligatorio. Las empresas, con dificultades para pagar salarios y cubrir sus gastos operativos, desconocen si tendrán clientes después de la reapertura. Bancos e inversionistas son cada vez más conscientes de que muchas compañías no podrán pagar sus deudas. Entre tanto, los gobiernos calculan la magnitud del shock y afinan sus herramientas para salvar a las economías del colapso.

Los gobiernos pueden abordar dichas decisiones de manera estratégica. En efecto, están atendiendo a dos pacientes que reaccionan a la misma medicina –el distanciamiento físico– de maneras distintas. Uno es el sistema público de salud. El distanciamiento físico puede curar o aliviar sus síntomas, si bien a costa del bienestar del otro paciente: la economía.

Los diferentes niveles de aislamiento físico afectan las condiciones económicas de manera distinta. Los países pueden esquivar los peores escenarios si se ponen a trabajar de inmediato en tres líneas de acción: minimizar el impacto del distanciamiento físico en la economía, aumentar el gasto para mantenerla a flote; y destinar aún más gasto para acelerar la recuperación y cerrar brechas históricas.

Minimizar el impacto

Las políticas de distanciamiento físico localizado a nivel regional, sectorial o individual pueden producir mejores resultados que los cierres generalizados de países enteros. Creemos que es momento de cuantificar el impacto de las cuarentenas en los medios de subsistencia.

La analítica avanzada puede ser útil para estimar, con un alto grado de confianza, el shock en la economía, con datos de consumo energético, gasto con tarjetas de débito y crédito, solicitudes de seguro de desempleo, tasas de incumplimiento y recaudo fiscal.

Los países que implementen distanciamiento físico localizado podrían estar en condiciones de medir cuántas personas están en la calle en un momento dado y el nivel de actividad económica que generan. Los gobiernos pueden cuantificar la cantidad de trabajadores en actividades esenciales que continúan funcionando y determinar qué regiones o estados deben permanecer bajo confinamiento total y cuáles sectores podrían operar bajo estrictos protocolos de salud en otras zonas. También es posible contabilizar la cantidad de personas que trabajan desde sus casas en cada sector y sus aportes a la economía nacional.

Esta información detallada permitirá a los gobiernos medir el impacto del distanciamiento, semana a semana, en el PIB, la productividad, la demanda agregada, los ingresos, el desempleo, la pobreza y el déficit fiscal por región y sector de la economía. Contar con toda esa información permitirá conocer el costo del confinamiento para los medios de vida de las personas.

Las políticas de distanciamiento físico localizado producen mejores resultados que los cierres de países enteros. 

Aumentar el gasto

Para recuperarnos de las consecuencias sanitarias y económicas de la pandemia, debemos preservar y proteger el contrato social, la relación implícita entre individuos e instituciones. La economía de mercado y el tejido social que la sostiene quedarían gravemente comprometidos, o hasta socavados, si se perdieran grandes cantidades de puestos de trabajo, los proveedores no podrían cumplir sus contratos, se multiplicarían los incumplimientos y nadie pagaría sus impuestos. Los gobiernos deben cuantificar el nivel de ingreso básico requerido por los hogares para satisfacer sus necesidades básicas, el nivel de liquidez mínimo que las empresas necesitan para cubrir sus costos (incluidos salarios), el grado de liquidez necesario para que los bancos puedan hacer frente a mayores tasas de incumplimiento, y la cantidad de dinero que se necesita para cumplir todos esos requerimientos. ¿Cómo es cada uno de ellos?

Los trabajadores formales, informales e independientes, tendrán necesidades financieras específicas. Lo mismo sucederá con la población más vulnerable. Las autoridades deben establecer el nivel de soporte adecuado para cada segmento de la población y escoger los canales de distribución. Familias en Acción en Colombia y Janani Suraksha Yojana (JSY) en India, por ejemplo, son programas de transferencias monetarias condicionadas que dan apoyo a millones de personas en situación de vulnerabilidad. Este tipo de programas podrían expandirse temporalmente para llegar a otros segmentos de la población. También sería necesario consolidar bases de datos y sistemas de información y digitalizar todos los pagos.

Debido al desplome de los ingresos, muchas empresas necesitan ayuda para mantener los puestos de trabajo. Las necesidades varían significativamente entre los distintos sectores de la economía; las firmas de servicios profesionales, por ejemplo, suelen tener el doble de días de capital de trabajo que los restaurantes. Como primera medida para ayudarlas, varios países han postergado los pagos de impuestos y obligaciones de seguridad social. Algunos están recurriendo a instrumentos innovadores para irrigar fondos, como capitalizar las agencias nacionales de reaseguro para cubrir buena parte de las pérdidas esperadas producto de los préstamos para capital de trabajo y pago de salarios.

Los bancos pueden jugar un papel relevante durante la crisis de dos maneras fundamentales: prestando dinero a las compañías en apuros y reconociendo que algunas de ellas no sobrevivirán. Si las tasas de incumplimiento de las carteras de préstamo actuales se dispararan, el consecuente impacto en los ingresos y en la oferta y demanda podría poner en riesgo la solvencia de algunos sistemas bancarios. Además de evaluar una flexibilización de los requerimientos de solvencia y de garantía, los gobiernos pueden considerar soluciones creativas, como segmentar a los bancos según sus carteras de crédito para fortalecer sus balances e inyectar préstamos convertibles con garantía estatal a cambio de compromisos de reestructuración y eventual participación en el capital –como sucedió en la crisis asiática de 1997, la crisis latinoamericana de 1999 y, la crisis financiera de 2008 en Europa y Estados Unidos–.

Fortalecer los balances de los bancos tal vez no sea suficiente para enfrentar las secuelas de la covid-19; los gobiernos quizás tengan que recurrir a la expansión monetaria a través de emisiones de títulos con respaldo de los bancos centrales.

Los gobiernos no deben ser tímidos frente al uso extendido de esta clase de instrumentos si es lo que se necesita para mantener las economías funcionando. Dado que este tipo de estímulos tiene un alto costo, en el mediano plazo serán necesarios requerimientos fiscales adicionales para complementarlos y también se podrían reevaluar las exenciones fiscales vigentes.

Las agendas nacionales y globales deben tener en un lugar destacado mitigar la pobreza, disminuir la desigualdad y proteger el ambiente

Acelerar la recuperación

Una vez que las naciones hayan estimado el tamaño de los paquetes de estímulo necesarios para asistir a hogares, empresas e instituciones financieras, pueden comenzar a diseñar programas a la medida para incentivar la demanda y acelerar la recuperación. Nuevas oportunidades de empleo tendrán que ofrecerse a la mayor cantidad posible de trabajadores. Una herramienta para ello podrían ser regulaciones laborales innovadoras que permitan operaciones bajo un modelo 24/7 flexible. Otra posibilidad es evolucionar los programas de transferencias directas en alternativas de ingreso básico universal asociadas a nuevos trabajos en programas estatales ambiciosos de infraestructura, vivienda o reconversión industrial. Cada país puede hallar su equivalente del New Deal de Franklin Roosevelt.

También puede ser conveniente relajar los regímenes regulatorios para ayudar a las empresas no solo a volver a abrir, sino a crecer. La mayoría de los países cuenta con regulaciones nacionales, locales y sectoriales apropiadas antes de la aparición de la covid-19, pero que serán extremadamente onerosas bajo la nueva normalidad.

Aunque los países deben considerar el impacto de programas agresivos frente a la sostenibilidad fiscal a largo plazo, estas iniciativas pueden desempeñar un rol clave para recuperar y estabilizar la demanda de bienes y servicios y fomentar las inversiones en nuevos modelos de negocios. Muchas iniciativas pueden promover esos objetivos, por ejemplo: aceleración de proyectos de infraestructura; canalización rápida de inversiones privadas para construir hospitales, escuelas y otros proyectos sociales; promoción de grandes proyectos de vivienda y renovación urbana; desarrollo de clústeres digitales para modernizar los servicios estatales; flexibilización de condiciones de inversión para sacar provecho de las cadenas de suministro globales; aprovechamiento de oportunidades de producción regionales; fomento de grandes iniciativas de agronegocios; y estímulo de las exportaciones. Llegó el momento de gastar inteligentemente.

La pandemia de la covid-19 es una tragedia global. Pero eso no puede –ni debe– impedirnos encontrar formas innovadoras de acelerar los avances. Este puede ser el momento óptimo para introducir reformas fiscales, laborales, pensionales, sociales, ambientales y económicas para agilizar los avances hacia el desarrollo sostenible. Mitigar la pobreza, disminuir la desigualdad y proteger el ambiente son temas que deben ocupar un lugar destacado en las agendas nacionales y globales. Gobiernos, empresas y organizaciones sociales pueden promover la inclusión financiera, la transición hacia una economía sin efectivo y la provisión de servicios públicos y sociales mejores y más eficientes. Nuestros líderes podrían condicionar el acceso a programas masivos de estímulo económico a iniciativas para reducir la informalidad, repensar los sistemas de salud, digitalizar sectores completos de la economía para aumentar la productividad y estimular la innovación digital, en especial la educación pública de calidad con acceso universal a internet.

Luego del fin de la pandemia, la gran mayoría de los países estarán más endeudados que nunca. Si son capaces de reestructurarse e innovar, atraer inversiones y mejorar su productividad, una nueva era de desarrollo humano se pondrá en marcha. Pero si el gasto es indiscriminado e imprudente, el desarrollo económico y social se estancará durante décadas. Sociedades, gobiernos, instituciones, compañías y todas las personas deben tomar decisiones clave. Es de esperar que lo hagan con seriedad.

Hay que evolucionar en programas estatales ambiciosos, como vivienda.