| Foto: Juan Carlos Sierra

ECONOMÍA

La pandemia volvió a Carrasquilla el hombre más importante del Gobierno

La covid-19 convirtió al ministro de Hacienda en el hombre más importante del Gobierno. Su legado, bueno o malo, pasará a la historia. ¿Cuál es el balance?

28 de mayo de 2020

El actual ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, capitanea sin perder la cabeza fría el barco de la economía colombiana en medio de la peor tormenta de la historia. Lo hace naturalmente y eso lo retrata de pies a cabeza.

El 14 de abril convocó a los banqueros para informarles que ese mismo día el Banco de la República anunciaría que las entidades financieras tendrían que hacer una inversión forzosa por un valor total de entre $9 billones y $11 billones. Y que también liberaría el encaje por un monto similar, por lo que los balances de los bancos no se verían afectados. Uno de los asistentes pidió la palabra para preguntar si con esos nuevos títulos podrían adquirir liquidez ante el Banco de la República. Carrasquilla, sin vacilar, respondió que sí.

El ministro tiene uno de sus enfoques principales en la banca, un sector que pasa momentos nada fáciles en las actuales circunstancias. Hasta ahora, las entidades de financieras ya han congelado $192 billones en créditos para beneficiar temporalmente a más de 12 millones de deudores. Y se cierne la pregunta de cómo se va a comportar la cartera después de que venzan los periodos de gracia. A pesar de la solidez del sistema bancario, la Superintendencia Financiera ha informado que tiene la lupa sobre los indicadores de calidad de cartera. Ya muchos anticipan que este año los bancos no van a dejar utilidades.

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Deuda de Colombia podría alcanzar máximo histórico en 2020

Carrasquilla tiene las riendas de una economía que vale $1.000 billones sobre cimientos que se están moviendo. Pero proyecta tranquilidad, como lo percibieron los banqueros ese día en la reunión.

“La gestión de Carrasquilla ha estado signada por el temple, la calma. Ha proyectado la imagen de que está realmente al frente de la situación y de que la están manejando. Eso se ha articulado muy bien con la imagen de un presidente Duque, que proyecta conocimiento y dominio de los temas. Yo no me imagino qué habría sido del país si como ministro de Hacienda estuviera un funcionario más nervioso o avasallado”, dice el presidente de la Asociación Bancaria de Colombia, Santiago Castro.

Pero que Carrasquilla mantenga la cabeza fría no quiere decir que la situación sea fácil de llevar. Le tocó navegar la economía colombiana en el peor de los tsunamis de la historia.

El agro se ha mantenido activo, pero con enormes problemas logísticos.

Nadie esperaba lo ocurrido en los últimos tres meses, ni que sucediera con una velocidad de propagación supersónica. Solo en marzo, cuando la cuarentena apenas llevaba 10 días, la economía colombiana se contrajo 4,9% y varios analistas han dicho que en el segundo trimestre la recesión podría llegar a 10% del PIB, algo nunca antes visto.

A nivel mundial, el Fondo Monetario Internacional prevé una contracción de 3%. Por donde se mire, el mundo enfrenta un verdadero “monstruo mitológico” que amenaza con llevarse por delante todo lo que se le atraviese.

En consecuencia, todos los países están sacando su arsenal, inclusive ese que muchos economistas creían que nunca tendrían que usar. “Carrasquilla es hoy el hombre más importante del gobierno Duque, dice un empresario. No le falta razón: la agenda de Gobierno en todos los sectores prácticamente se congeló y hoy el vórtice de la tempestad está en el despacho del jefe de las finanzas públicas.

Hay funcionarios con mucho protagonismo, como la vicepresidente de la República, Marta Lucía Ramírez o como el ministro de Salud, Fernando Ruiz. Pero todas las decisiones pasan por el equipo de Hacienda.

Sin Carrasquilla

La leyenda urbana relata que al ministro de la economía le tuvieron que rogar mucho para que aceptara el cargo. Los que conocen la historia de cerca dicen que aceptó por su aprecio al expresidente Álvaro Uribe y al presidente Iván Duque. Como aceptó a regañadientes, los rumores sobre su salida eran permanentes. Vino la caída de la primera reforma tributaria y eso lo obligó a quedarse para sacar la nueva ley de crecimiento. Todo parecía indicar que Juan Pablo Zárate, un viceministro con nivel ministerial, tomaría la batuta en algún momento de este año. Pero, entonces, estalló la pandemia y, a las malas, Carrasquilla terminó más atornillado que nunca. No sería descabellado pensar que el alto funcionario se quedará hasta agosto de 2022. Así que tiene trabajo para rato, porque de esta no vamos a salir pronto.

¿Carrasquilla nos está llevando por buen rumbo? Para responder la pregunta es necesario comparar a Colombia con otros países. Los ejemplos están a la vuelta de la esquina: a Argentina, administrar la crisis le está costando un “ojo de la cara”, porque tuvo que irse por los caminos poco ortodoxos de renegociar su deuda. Si Colombia hubiera decidido eso, hoy tendría una situación más crítica, porque las puertas del financiamiento internacional se habrían cerrado, justo cuando más plata se necesita.

Volver a la normalidad es clave para la economía.

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Los argentinos están tratando de renegociar US$66.000 millones en bonos soberanos y ya incumplieron el pago de intereses por US$500 millones, lo que los pone técnicamente en situación de default. En el largo plazo, eso terminaría saliendo más costoso aún para todos los ciudadanos. En efecto, los gobiernos que deciden repudiar su deuda suelen terminar contra las cuerdas, tras acudir a la emisión primaria de dinero con un banco central capturado por intereses políticos coyunturales. El resultado final: hiperinflación, recesión, pobreza generalizada y presión social enorme.

En la actual coyuntura, el ministro Carrasquilla ha decidido tomar todos los recursos disponibles y completar eso con mayor endeudamiento, inclusive de fuentes poco ortodoxas. Según las cuentas del propio Carrasquilla, Colombia va a salir de la pandemia 10 o 15 puntos del PIB más endeudada.

Durante un webinar organizado por Asopostal, el ministro de Hacienda explicó que hay varios mecanismos de ajuste para enfrentar el exceso de endeudamiento que se derivará de la pandemia. Estos incluyen la austeridad (que implica revisar el estatuto tributario), el mayor crecimiento económico y una estrategia moderada de recomposición de deuda.

Pero respecto de la reestructuración generalizada de la deuda, o inclusive el repudio de esta, Carrasquilla fue vertical: “ni de fundas”, dijo. Esta claridad de pensamiento sobre esas propuestas tan "innovadoras" le ha permitido igualmente decirle "no" a otras opciones que, en medio de la pandemia, pueden resultar muy atractivas para la galería.

Por ejemplo, algunos han hablado de nacionalizar los fondos privados de pensiones, emitir dinero, vender Ecopetrol y hasta salir a feriar las reservas internacionales.

Nadie sabe cómo se va a comportar el mercado con la necesidad de respetar distancias.

No se necesita mucho esfuerzo para entender por dónde lleva a Colombia su jefe de finanzas públicas. De no haber contado con él o alguien de su carácter, probablemente el país ya habría incursionado en cualquiera de estas medidas que resulta beneficiosa en el cortísimo plazo, pero un verdadero desastre más adelante.

¿Carrasquilla "chichipato"?

¿Las medidas que ha adoptado el Gobierno en materia económica son las adecuadas, oportunas y proporcionadas para una crisis de la magnitud actual?

Sobre esto hay un debate muy grande. Las críticas le han llovido de todos lados.

El presidente de la Asociación Nacional de Empresarios de Colombia (Andi), Bruce Mac Master, señaló durante un evento organizado por Publicaciones Semana que falta demasiado por hacer, porque a mucha población aún no llegan las ayudas. Y pidió tomar decisiones más drásticas, incluida la de reabrir la economía de manera más acelerada.

En el Congreso de la República continuamente le echan en cara al ministro que el esfuerzo fiscal para llevar ayuda a personas y empresas ha sido insuficiente. Y que los decretos de la emergencia se demoraron mucho, por lo que el país perdió tiempo valioso.

Recientemente se sumó el exvicepresidente de la República, Germán Vargas Lleras, que escribió en su columna del diario El Tiempo un memorial de agravios contra Carrasquilla. Según él, el subsidio a la nómina no ha servido a las empresas que realmente lo necesitan y pidió subirlo hasta 100% de la nómina. El Fondo Nacional de Garantías (FNG), dice, tiene mucho trámite y termina por garantizar los créditos de empresas donde prácticamente no hay riesgos por cubrir. Vargas dice que tampoco funciona la devolución de impuestos de la Dian y que, para cubrir esos costos, el país debería ir a la banca internacional a buscar al menos US$20.000 millones, como hizo Perú.

De hecho, se va lanza en ristre contra Carrasquilla: “El problema no son las intenciones presidenciales, sino los malabarismos del ministro de Hacienda, que todo lo restringe o lo imposibilita”.

Gradualidad

Pero aquí hay que poner en contexto el enfoque del ministro. Las cuentas del Gobierno hablan de que ya le han metido a la crisis 6% del PIB. Unos $30 billones en plata que, paulatinamente, ha ido a parar directamente a empresas y a personas y otro tanto en apalancamiento y exposición al riesgo por medio de las garantías ya emitidas.

El presidente Duque fue más allá y dijo que el total del paquete implica un gasto equivalente a 11% del PIB.

Eso puede ser mucho o poco, depende de con quién se compare. Por ejemplo, Perú y Chile han podido destinar más recursos como proporción del PIB (cerca de 9%), pero porque sus niveles de endeudamiento estaban mucho más abajo que los de Colombia. La crisis del petróleo que empezó en 2014 llevó a que se financiara con más deuda y, por eso, aumentó considerablemente el saldo. Además, hay que tener en cuenta en qué momento se va a gastar esa plata. Y timing es una medida fundamental para la actual crisis, porque gastar cuando no toca también es una mala estrategia.

Carrasquilla, como si anticipara las críticas de Vargas Lleras, aseguró durante un evento que “este gobierno no le tiene ningún susto a que su deuda se suba 10 o 15 puntos del PIB en esta coyuntura. Luego veremos cómo se ajusta. Pero ahora, como se diría técnicamente, somos cero "chichipatos" en cuanto a las medidas que haya que tomar”.

El presidente de la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC), Jorge Enrique Bedoya, dice que “menos mal tenemos al ministro Carrasquilla ahí, entendiendo que la gradualidad es fundamental en todas estas medidas, porque hoy la regla del juego es la incertidumbre. Y no sabemos qué vamos a necesitar luego. Es clave que alguien en medio de esta crisis tenga la cabeza fría que tiene el ministro para entender que no es una buena estrategia gastarse toda la artillería en un solo disparo”.

Tomando decisiones

“Las cosas cambian semana tras semana y casi día tras día”, dice Juan Sebastián Betancur, subdirector de política fiscal del Ministerio de Hacienda, tratando de explicar el ritmo de trabajo del Gobierno en los últimos cuatro meses.

“Las decisiones de gasto evolucionan diariamente y eso cambia todos los supuestos cada momento. Eso no había pasado nunca”, insiste.

Eso quiere decir que toman en tiempo real las decisiones de gasto. Por eso han tenido que organizarse para responder a la exigencia de redactar con precisión las nuevas normas que definen cómo gastar la plata conseguida.

Se trata de dineros duramente obtenidos. Están los recursos tomados del sistema de regalías, del fondo de pensiones de los territorios, de la banca, a través de la inversión forzosa y de la banca multilateral, entre muchos otros.

Luego miraron los usos y, entonces, crearon y definieron pagos adicionales a través de los programas sociales existentes. Además, crearon el nuevo Ingreso Solidario que, si se consolida, promete una verdadera revolución en la política social del país. En las últimas semanas anunciaron el subsidio a las nóminas y más recursos para educación y salud.

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Pero ese análisis no ha terminado, porque la incertidumbre es el nombre del juego hoy. Así que es necesario estar atentos para mostrarse más decididos. Carrasquilla dice que va a tomar las medidas que haya que tomar, pero sin dar un salto al vacío.

Ministro multitasking

En medio de todo este zafarrancho, el ministro no ha dejado de pensar en las próximas vigencias. Por eso su equipo trabaja ya en el Marco Fiscal de Mediano Plazo, que deberá publicar a finales de junio o comienzos de julio. El tema es sensible para Carrasquilla, que el año pasado relanzó el documento con bombos y platillos y este año ha insistido a su equipo que debe seguir trabajando en él, a pesar de las circunstancias.

Eso significa que el ministro entiende la necesidad de seguir pensando para dónde va el país. Tiene los ojos puestos en el día a día y también en el futuro. En pocas palabras, Carrasquilla y su equipo están repicando y caminando en la procesión.

Betancur, el subdirector de política fiscal del Ministerio, explica que unas 80 personas venían trabajando en el documento desde enero. Pero con la llegada del coronavirus todo cambió, porque en el nuevo escenario los supuestos pueden variar jornada tras jornada.

“Como ahora mismo las decisiones de gasto se están tomando prácticamente en tiempo real, nos ha tocado separar el análisis por periodos. Estamos ‘cerrando’ la discusión sobre 2020, pero es obvio que nos toca mantenerla abierta en las actuales circunstancias. Luego vendrán las discusiones sobre 2021 y posteriormente las de mediano plazo”, comentó.

Quienes trabajan en el Ministerio dicen que se trata de un grupo muy compacto, técnico y con una gran interlocución con el equipo directivo encabezado por el ministro Carrasquilla y los viceministros técnico, Juan Pablo Zárate, y general, Juan Alberto Londoño. Todos ellos, a su vez, se han articulado eficazmente con los equipos de otros ministerios como los de Salud, Transporte y Comercio y con la Vicepresidencia de la República para sacar medidas en todos los frentes.

Carrasquilla tiene claro que, en el futuro próximo, el país tendrá que discutir sobre cómo volver a balancear la economía y ponerla de nuevo en una senda de desarrollo.

Crecimiento económico (con una gran participación del sector privado), austeridad en el gasto (lo que incluye un incremento en el recaudo tributario) y mucha seriedad en el manejo de la deuda forman parte de esa fórmula.

“Puede que haya hecho el anuncio de la reforma tributaria sin considerar el contexto, pero eso nos muestra que Carrasquilla la tiene clara, porque es obvio que el país se va a tener que meter pronto en la discusión de otro ajuste a los impuestos. Eso también habla bien de él, porque muestra que está pensando en lo que toca”, explicó Bedoya de la SAC.

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De Jaramillo a Carrasquilla

El ministro de Hacienda actual, para bien o para mal, pasará a la historia, porque le tocó administrar la economía en un momento sin antecedentes.

Colombia tiene un historial de buenos ministros que han lidiado grandes crisis: Roberto Junguito estuvo dos veces en Hacienda, una con Belisario Betancur y otra con Álvaro Uribe, y sacó al país del lío de la deuda externa en la década de los 80. Juan Camilo Restrepo y Juan Manuel Santos lidiaron con la crisis de 1999 y sus consecuencias hasta 2002. Mauricio Cárdenas enfrentó el mayor choque externo en la historia hasta 2014, cuando los precios del crudo se cayeron. Abdón Espinosa enfrentó una crisis cambiaria sin antecedentes y creó el Estatuto Cambiario que rigió por más de 20 años.

Pero el caso de Carrasquilla solo resulta comparable con lo vivido por uno de los economistas más recordados del país: Esteban Jaramillo, ministro de Hacienda en la Gran Depresión, luego del crack mundial de 1929 y de la guerra con el Perú.

Los resultados aún están por verse. Pero nadie se puede equivocar en que el ministro de Hacienda es ya la persona más importante del gobierno de Iván Duque.

El mundo arde

"Mal de muchos...", dice el refrán. Pero, en este caso, hay que entender que lo que les ocurre a los demás países sirve de punto de comparación necesario para saber cómo vamos.

China, la economía de mostrar en las últimas décadas, cayó 6,8% en el primer trimestre, periodo en el que estuvo prácticamente detenida. El FMI prevé que esa economía (acostumbrada a crecer más allá del 6%) crecerá este año apenas 1,1%. Pero nadie puede apostar por ello, pues el balance podría ser peor.

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Estados Unidos cayó 4,8% en el primer trimestre. La Unión Europea registró una caída de 3,8% del PIB también en los primeros tres meses del año. Y en Latinoamérica no hay luz de esperanza. Las caídas han sido igualmente históricas: México, 2,4%; Brasil, 1,95% y Argentina, 5,4%. Excepcionalmente, Chile, junto a Colombia, crecieron en el primer trimestre, pero claramente la historia será otra a partir de abril. De otra parte, muchos de estos países han implementado medidas muy similares a las de Colombia: en el frente de salud, confinamiento para desacelerar la transmisión de la pandemia. En el económico, ayuda directa a los hogares y las empresas, flexibilización en los pagos a los bancos por un período fijo, etcétera.