¿Por qué fracasó mi empresa?

Juan Sebastián Castro, arquitecto, cuenta en carne propia los retos que enfrentan las pequeñas empresas. Y a pesar de haber fracasado en su primer intento, este lector de Dinero.com no se da por vencido y espera volver a montar su propia compañía.

16 de diciembre de 2005

Luego de tres años de arduo trabajo, en octubre pasado tomé la decisión de liquidar mi empresa. Esta decisión me dio la posibilidad de analizar qué me llevó a fracasar. Sabio es quien aprende de los errores de los demás.

Trabajar para grandes empresas: Después de insistir, esperar en pasillos y oficinas, por fin logré conseguir varios contratos con grandes constructoras. Unos de apenas $ 60.000 y otros por $ 6.000.000. Sentí que era la oportunidad perfecta para mi como nuevo empresario y me permitía darme a conocer en el mercado. Me encontré con las famosas, y ahora para mi aterradoras, "Políticas de Pago" de facturas a 30 ó 60 días. Lo importante era haber conseguido el trabajo. El trabajo obviamente ya estaba totalmente entregado "a entera satisfacción". Como el trabajo no lo hago solo, para mi lo importante era pagar sueldos a quienes me ayudaban. El esperado día 30, en el mejor de los casos, llegó. Sumado a unas largas filas, y a solo 30 minutos de un solo día en la semana (si no es ese día y hora debo esperar una semana más), me encontré con la frase "no se han firmado cheques." Debo llamar la otra semana. Los 30 días se convierten en 45, 60, y algunas veces en una tonta discusión con la persona de tesorería que no puede resolver nada. Ya van al menos dos meses de pagar sueldos, y acudo a los ahorros. Mis empleados satisfechos y yo empiezo a angustiarme. Factura tras factura no pagada, me atraso en sueldos. Cuando pagan, el dinero ya está comprometido para pagar sueldos atrasados, EPS, ARP, pensión, .... Pero debo trabajar, y no tengo otra opción: o rechazo el trabajo, o facturo a 30 días. A veces me pregunto si las secretarias, residentes, ingenieros en obra, mensajeros y gerentes de las constructoras reciben sus pagos 30 ó 60 días después, porque estas políticas aplican para contratistas y servicios externos, como los que yo ofrezco. También me pregunto si el trabajo que nosotros les hacemos es menos importante que el de la secretaria. Ahora sé qué sienten los pequeños comerciantes que para vender en grandes almacenes de cadena deben tener un presupuesto para tres meses de vender sin recibir pago. 

Las entidades bancarias: Como pagan en cheque, abro una cuenta de ahorros a nombre de la empresa en una reconocida entidad con cientos de oficinas en todo el país. Consigno los cheques y a los tres días, si no hay problemas de sellos, firmas, cifras, y hace canje, veo que me descuentan $ 25.000 mensuales por "Clave acceso a Internet", $ 1.500 por consultar por Internet, el 4x1000, $ 80.000 de la libreta, y si consignan desde otra ciudad, cobran $ 6.000. Voy a retirar lo que me queda a una oficina, y me dicen que mi cuenta es empresarial y solo se puede en la sucursal donde abrí la cuenta. Como he usado mi cuenta corriente personal para un sobregiro, ya me han empezado a llamar muy amablemente de la oficina de cartera para recordarme la obligación. Sumado a los impuestos, debo pagar gastos bancarios, y tener la plata de forma segura. Hasta el día en que hubo una transferencia a una cuenta misteriosa, que nunca hice, y que hasta la fecha, no he podido recuperar, sin contar los billetes falsos en los cajeros. Solo pude mirar al piso cuando escuché la declaración del presidente del banco anunciando utilidades netas por $200.000 millones, solo este año. En esa cantidad iban mis $ 6.000. En un año, para un pequeño empresario, esos cobros representan mucho dinero.

Los contratos con personas naturales: Busqué nuevos clientes, firmé contratos asesorado por el abogado, y ofrecí todas las garantías comunes y exigí las que me aconsejaron. Recibí anticipos y vi que mi rumbo cambiaba. A los empleados les pagaba cada viernes. El cliente no pudo cumplir los pagos y me atrasó en las obras. Me llaman de la aseguradora a decirme que harán efectiva la cláusula de cumplimiento, y que con este antecedente no me volverán a expedir pólizas. Conocí la frase "no me gusta", que expresan los clientes para ocultar que no pueden pagar, y culpar al arquitecto de los problemas de la obra; esa frase acaba toda discusión. En las amistosas conciliaciones, incluidas en el contrato, acordamos que termino la obra. Acudo a sobregiros, compras con tarjeta de crédito, cheques posfechados, porque lo importante es la satisfacción del cliente y la imagen de mi empresa, y necesito las referencias. El día de la entrega solo recibo parte del pago, y decido dejarle eso al abogado quien logra recuperar mi plata, reducida en un 20%. Recibí la llamada de la oficina de cobranzas externas a la entidad bancaria, para citarme al cobro jurídico. Me bloquearon tarjetas, cuenta corriente, sobregiro, y ahora soy uno de los miles "reportados". Como soy el gerente, mi empresa tampoco puede acceder a créditos con bancos. 

La memoria de los empleados: La secretaria renunció y me citó el Ministerio de Protección Social por despedir a una empleada, y además, ¡oh sorpresa!, estando embarazada. Debí indemnizar a una mujer en estado de embarazo. Sumado a esto, y a mi demora de 3 meses en los pagos de EPS, un empleado fue operado de apendicitis, la EPS no cubrió los gastos y tuve que vender mi carro. De 9 empleados fijos que llegué a tener, el mes pasado despedí el último. Llevaba 3 meses sin recibir su sueldo completo. Yo le pedí que buscara oportunidades. De los 9 empleados que tenía, solo uno se acordaba que les pagaba puntualmente, aun con los problemas. Otros tres me demandaron, y dos me robaron antes de irse.

La competencia: Mis cotizaciones, basadas en el Decreto 2090, Reglamento de Honorarios para Arquitectura, eran ampliamente derrotadas por propuestas de $300.000 de los arquitectos que vulgarmente se llaman "regalados". Sus obras adornan nuestras ciudades. Ayudaron al detrimento de la imagen de la otrora honrosa profesión del Arquitecto. El que sabe AutoCad, seguramente se cree uno de nosotros. La Sociedad Colombiana de Arquitectos no actúa para acabar esas prácticas. Actualmente estoy ayudando a dos pequeñas empresas a solucionar graves problemas de diseño en edificios de vivienda, para evitarles masivas demandas por compradores. Me pagan de a poquito. 

Las deudas:  Endeudado con empresas de servicios públicos, con ex-empleados, proveedores, bancos, familiares, y hasta con el colegio de mis hijos, tuve que vender todo lo que podía para tratar de cumplir las obligaciones. Pero no me alcanza. Hoy debo $70 millones. Visité todos los bancos y financieras, expliqué mi situación y pedí un préstamo por $2 millones para iniciar nuevamente, pero tengo las puertas totalmente cerradas. Nadie me presta, ni con mi buen historial de hace dos años. No se cómo salir de estas deudas.

Los trabajos que realicé fueron muy buenos, pero no suficientemente valorados. No pude enfrentar mi empresa a las costumbres y artimañas comerciales, y admiro las pequeños empresarios que han superado todo esto, sin contar con enormes capitales familiares. Hoy ya no admiro a las grandes, admiro a las pequeñas. Por esto, estoy planeando una nueva empresa, porque creo que aún se puede hacer algo, con mis propias políticas basadas en el servicio a la gente y la excelencia, alejada de los bancos, y espero en dos años poder volver a escribir para contar cómo logré crear una pequeña gran empresa.

Noticias Destacadas