El ahorro, la primera disciplina

19 de enero de 2007

Un reciente estudio que acaba de ser entregado por el grupo financiero Skandia concluye que apenas el 15% de los colombianos hace ahorro en alguna forma, un nivel similar al que se presentaba hace diez años. Igualmente, establece que la importancia que se le reconoce al ahorro es tan baja que ocupa el quinto lugar en prioridad, después de la vivienda, la educación, la salud y la pensión; es decir, lo que queda se destina al ahorro.

Como casi nunca queda nada, y por el contrario el flujo de ingresos-egresos casi siempre es deficitario, entonces las intenciones de ahorro se quedan en buenas intenciones. Si bien el 80% no ahorra porque no tiene capacidad para hacerlo, el 20%, que sí puede ahorrar, se tranquiliza con lo que le deducen obligatoriamente.

Varios factores pueden mencionarse entre los determinantes para el bajo nivel de ahorro personal y familiar. Porque si algo ha crecido es la acumulación de ahorro jalonado por los fondos de pensiones y cesantías; aunque quienes aportan a estos, se valen de cualquier pretexto para obtener un adelanto, muchas veces modificando el campo de destinación que permiten las disposiciones legales.

Uno de estos factores es la inexistente mentalidad del ahorro en el entorno social: antes la apuesta, entre los niños de mi época era llenar rápido las alcancías metálicas que distribuía la desaparecida Caja Agraria, con libreta marcada y personal, asunto que despertaba más orgullo y entusiasmo. Las “afectaciones” que hoy recibe el dinero depositado en las entidades receptoras, así como los mínimos exigidos, ha desestimulado esta práctica, toda vez que, como se quejaba un conocido, “si uno se descuida, el depósito se esfuma por los cargos administrativos y operativos por lo que con el tiempo, no sólo se pierde el ahorro sino que el saldo puede pasar de positivo a negativo”.

Si bien la situación anterior impacta desfavorablemente las decisiones de ahorro, son apreciables las ventajas que estos representan en la creación de un entorno futuro con menos incertidumbre y mayor tranquilidad. Y el propósito no debe basarse solamente en la cantidad que se ahorra, que puede ser mínima, sino en su significado para la sensibilización e implantación de una cultura previsiva desde el seno familiar que, además, reconozca y valore la contribución que los “pequeños sacrificios” pueden representar para acumular un capital para los momentos de crisis o para impulsar nuevos desarrollos.

El ahorro, parodiando a Peter Senge, debe dejar su puesto de quinta en las prioridades familiares para constituirse en la primera disciplina a adoptar en el manejo de las finanzas personales para sortear con éxito las situaciones futuras. Una disciplina que debe expandirse y proyectarse al conjunto de la sociedad, y que es más imperativa en las regiones más pobres que en las ricas dado que, contrario a lo que puede pensarse, quienes más deben ahorrar son los que menos tienen.

* Director de Planeación y Desarrolllo
Cámara de Comercio del Oriente Antioqueño
carlosul@ccoa.org.co

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