¿Cuál es su opinión de Venezuela para el año 2002?
Aunque será un año económicamente más difícil que este, no nos estamos asomando a una catástrofe. La deuda externa del país es la más manejable del continente, al igual que la deuda interna. Venezuela tiene un Fondo de Estabilización Macroeconómica, FIEM, con cerca de US$7.000 millones que forma un colchón significativo. Además, no creo que se acerque un desplome en los precios del petróleo similares a los de hace dos años, con US$8 por barril. En el 2002 se podrían ubicar en US$14 o US$15.
¿Y en lo político?
También será una situación muy complicada. El gobierno ha venido registrando una disminución en su respaldo popular. La alianza política sobre la que se sustenta está deshecha. No creo en la inminencia de un golpe militar o algo por el estilo, pero es cierto que el respaldo que tuvo Chávez en las Fuerzas Armadas ahora está más matizado. Es decir, como en las carreras de Fórmula Uno, por primera vez en sus tres años de gobierno, el presidente tendrá que manejar en tráfico, ya que hasta ahora ha gobernado con mucha comodidad. Tendrá una oposición un poco más estructurada, conformando casi un frente tácito con figuras públicas, como el alcalde de Caracas Alfredo Peña, Julio Borges o el ex candidato Arias Cárdenas.
Se habla de un posible golpe militar...
No deseo una salida en este sentido, porque creo que el remedio es peor que la enfermedad. Pero, además, no tengo esa percepción. En este país hay mucho deseo tomado por realidad.
¿Cómo ve la relación con Colombia?
Colombia y Venezuela tienen una relación que va más allá de sus gobiernos y no tiene sentido plantear las cosas de modo conflictivo. Hace rato que no hay fricciones y creo que Chávez rectificó el tipo de relación que llevaba con las Farc. Hasta ahora, no se ve ningún signo de que Chávez tome la bandera contra Colombia en medio de las dificultades.
Finalmente, ¿quién es Chávez?
Es un personaje que combina dosis de pragmatismo con concepciones revolucionarias a veces delirantes. Vive una épica revolucionaria que no existe en los hechos, pero la manifiesta en un discurso duro, intolerante y agresivo que ha dividido al país sin que haya ningún acto que pueda justificar esa división.