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YO tampoco fui a Copenhague

La forma de eliminar la pobreza es permitiendo el libre desarrollo de la iniciativa privada.

MAURICIO BOTERO CAICEDO
1 de mayo de 1995

Tal vez por ser un obcecado epígono neoliberal, como amablemente nos tildan los dinosaurios, no fui invitado a la Cumbre sobre la Pobreza que recientemente se llevó a cabo en Copenhague. En caso de haber sido invitado habría pedido la palabra para expresar una verdad tan evidente que raya en la perogrullada: la pobreza sólo se elimina reemplazándola con riqueza.

Habría afirmado igualmente que la pobreza no se elimina -y mucho menos se crea riqueza- a través de una Red Internacional de Solidaridad Social, para su manejo por organismos de las Naciones Unidas en apoyo de los pueblos subdesarrollados. Lo único que se lograría con este esquema es otra gigantesca burocracia internacional. En ese momento, y de haber formado parte de la comitiva presidencial que fue a la Cumbre, hubiera sido despedido sin contemplaciones.

Para entender cómo se elimina la pobreza, basta estudiar algo de historia. A finales del siglo XVI casi toda la población europea se hundía en la miseria. Aun los pocos ricos carecían de los servicios básicos en todos los campos, que están disponibles a la inmensa mayoría de la población de los países desarrollados hoy día, en medicina, salubridad, educación y en vivienda. La transición de la pobreza a la riqueza se hizo en forma gradual con base en experimentos repetitivos y exitosas innovaciones en el comercio, en los productos a ser comerciados y en la forma de producción. La condición previa y esencial para la innovación fue la autonomía de los empresarios. El capital se acumula de las utilidades de la producción y del comercio y esta acumulación por parte de los empresarios es indispensable para la creación de riqueza. A su vez, para que estas utilidades sean reinvertidas es esencial fortalecer el concepto de propiedad. El Occidente se volvió rico, comparativamente con otras economías, al permitirle al sector económico la autonomía de experimentar en el desarrollo de nuevos y diversos productos, métodos de producción y manufactura, formas de organización empresarial, relaciones de los mercados, medios de transporte y comunicaciones y las relaciones entre el capital y la mano de obra. Las instituciones de mercado que se crearon bajo este contexto le permitieron a la empresas y a los empresarios grandes recompensas por sus innovaciones exitosas, y significaron la amenaza

de desaparición para aquellos empresarios anquilosados y poco innovadores.

Como lo dice el doctor López Michelsen, el signo de nuestro tiempo es la apertura, dentro del propósito de globalizar los intercambios: mercados libres a nivel universal. Por ello, si es que aspiramos algún día a eliminar en Colombia la pobreza, es absolutamente necesario continuar con las reformas iniciadas con la apertura, pero especialmente aquellas que han permitido paulatinamente desarticular y eliminar los monopolios públicos, sindicales y privados, que en el pasado se originaron como barreras infranqueables para el desarrollo y la creación de riqueza.

El pretender que el Estado o los organismos internacionales, como las agencias de las Naciones Unidas, van a eliminar la pobreza no deja de ser una quimera, rayando en una tajante estupidez. Como decía recientemente en un artículo Juan Manuel Santos: "El Estado ni en su versión democrática, ni en su versión totalitaria, ha sido capaz de cumplir a cabalidad ni uno solo de los objetivos para los cuales fue creado". Y el Estado ha fracasado aún en forma más rotunda cuando asume el papel de empresario. Es por esto que actualmente lo que pretenden los Estados populistas es ser el gran equilibrado, repartiendo gratuitamente los bienes y servicios que la sociedad genera como excedente del proceso productivo. Peligrosa política, porque cuando el Estado se aparta de la realidad productiva y económica del país, y pretende repartir lo que no hay, sólo logra la quiebra y el empobrecimiento progresivo de la sociedad.

En resumen lo que la historia nos ha enseñado es que las naciones que han salido de la pobreza son aquellas que han creado el marco legal e institucional para permitirle autonomía al desempeño y creatividad de los comerciantes y los empresarios. Por contra, como vimos con la Unión Soviética y los países socialistas de Asia, África y América, las naciones se empobrecen a través de las economías planificadas, empresas estatizadas, monopolios y la redistribución arbitraria a través de insensatas y mal diseñadas políticas impositivas sobre los ingresos del sector productivo.

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