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INTEGRACIÓN

Mitos sobre el TLC

Muchos gobiernos latinoamericanos ven en el TLC una especie de panacea, pero lo cierto es que su ampliación más allá de México, y probablemente Chile, es muy remota.

1 de agosto de 1994

Si la Cumbre de las Américas de diciembre próximo no logra más que disipar algunos de los mitos y de la confusión sobre el TLC y el futuro del libre comercio en el hemisferio occidental, el evento será considerado como un éxito.

Se han creado enormes expectativas en toda Latinoamérica con las continuas afirmaciones de la administración Clinton de que los Estados Unidos quieren extender el TIC a otros países de la región. El peligro está en que la desilusión postcumbre podría ser tan grande como estas expectativas, si no más, a menos que tanto la administración Clinton como los gobiernos latinoamericanos elaboren una agenda realista con la que puedan trabajar ambas partes.

Según los partidarios del libre comercio de Washington, todo se arreglará naturalmente si se reducen los aranceles aduaneros y se abren los mercados. Los sistemas políticos se verán obligados a reformar por demanda popular, y la calidad de vida mejorará a medida que el crecimiento aconómico sostenido cree empleo y reduzca la pobreza.

Existe bastante evidencia par, apoyar el argumento de que el mercado libre aumenta las exportaciones y los empleos. Pero también e: cierto que la mayoría de los países latinoamericanos tienen muy poco que ganar si firman un tratado de libre comercio con Estados Unidos nivel del TLC, y que reunir las duras condiciones de entrada al TLC podría en realidad aumentar el descontento general causado por las políticas económicas neoliberales que algunos gobiernos han aplicado durante los últimos cinco años. A juzgar por los recientes llamados para un rápido ingreso de Latinoamérica al TLC en la Cumbre Iberoamericana en Cartagena y en la reunión anual del SECA, los gobiernos de la región aún no se han dado cuenta de esto.

Vista desde Washington, la posibilidad de que el TLC se pueda extender pronto a otros países fuera de Chile parece muy remota. "Se habría pensado que el tema del libre comercio podría tratarse después de la aprobación del TLC", dice Ian Vásquez, economista del Cato Institute, un "think tank" conservador de Washington, "pero el que crea que el TLC se extenderá pronto por todo el hemisferio no tiene expectativas realistas".

El TLC es "un hecho de la vida y un punto de partida" para la subsiguiente creación de una zona de libre comercio en todas las Américas dentro de diez o más años, agrega un investigador de alto rango del Banco Interamericano de Desarrollo, "pero existe confusión. Washington está dividido sobre el tema del libre comercio. En general hay menos consenso en Washington que en Latinoamérica sobre los beneficios del libre comercio en este momento".

Si las perspectivas de una rápida expansión del TLC a otros países fuera de Chile son tan bajas a mediano plazo, ¿en qué. queda el resto de Latinoamérica? "No se puede volver al pasado", manifestó un funcionario del BID. "El viejo modelo de mirar hacia adentro está muerto. En los años 50 y 60 éste era consistente con los objetivos de crecimiento de la región y producía buenos resultados, pero este modelo ya no es viable hoy día".

Si la Cumbre de las Américas de diciembre termina con un compromiso presidencial de ahondar en el proceso de reforma económica y seguir adelante con la liberalización del mercado, agregó, "se podría considerar como un éxito". Latinoamérica "no obtendrá mucho" en la Cumbre de las Américas, dice Vásquez, del Cato Institute. "La administración Clinton no tiene la energía para dedicarse a este asunto. Los países latinoamericanos probablemente se van a desencantar, pero no pueden hacer nada fuera de promover con energía la integración regional". Entre tanto, en un trabajo de investigación titulado "Hacia un mercado libre en las Américas: bases, obstáculos y cuotas de entrada", el economista venezolano Moisés Naim, ahora en el Carnegie Endowment de Washington, sugiere que el debate sobre el TLC se ha enredado porque los promotores del libre comercio, tanto en Latinoamérica como en Estados Unidos, comparten varias suposiciones falsas sobre el tema.

Según Naim, una de estas falsas suposiciones es que los latinoamericanos se han acogido al libre mercado. Eso simplemente no es así, asegura.

"Algunos gobiernos latinoamericanos de finales de los años 80 y principios de los años 90 se acogieron al libre comercio", afirma en su trabajo, que fue escrito para la Conferencia sobre el Futuro de la Integración Económica Occidental, realizada en marzo en Washington y patrocinada por el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, el Diálogo Interamericano y el Centro Norte-Sur de la Universidad de Miami. "Pero Latinoamérica está muy lejos de haberse convertido a la ideología de libre comercio y a medida que se disparen los déficit, se hará más difícil una mayor liberalización de la economía... La reforma comercial en Latinoamérica no fue adoptada por un sistema político, sino metida de contrabando por gobiernos reformistas dentro de paquetes macroeconómicos de estabilización. Debilitada por la crisis, la oposición fue tomada por sorpresa. En realidad, la crisis de la deuda ayudó a los reformistas a romper las coaliciones proteccionistas de vieja data constituidas por funcionarios del gobierno, grupos políticos, sindicatos e industriales".

Al citar un estudio de 1993 del Banco Mundial sobre reforma a políticas comerciales en Latinoamérica y el Caribe, Naim anota: "De los 16 países estudiados, 12 estaban experimentando tasas de crecimiento del PIB negativas o en disminución, 7 tenían tasas de inflación por encima del 50% anual, 16 se habían visto obligados a reprogramar o se habían atrasado en los pagos de la deuda, 10 estaban experimentando bajas en sus reservas de moneda extranjera y todos tenían déficit en su balanza de pagos que iban en aumento o eran consistentemente más altos". Naim concluye que "el desastre económico parece haber sido más importante en la creación de las condiciones conducentes a una reforma comercial que la propagación de la aceptación de las ideas de mercado libre".

Además, los latinoamericanos tienen expectativas no realistas sobre las nuevas políticas a las que han sido sometidos en años recientes. Quieren resultados rápidos en cuanto a una mejora significativa en su calidad de vida. Sin embargo, cinco años después de que muchos gobiernos empezaron a liberalizar sus economías, se está agotando la paciencia de la opinión pública y están aumentado las tensiones sociales. El hecho de que varios países tengan elecciones presidenciales este año ha agravado dichas tensiones.

Otra suposición falsa que comparten los promotores del TLC en Estados Unidos y Latinoamérica es que éste aumentará las exportaciones latinoamericanas a los Estados Unidos al reducir los aranceles aduaneros, permitiendo así el ingreso de los productos latinoamericanos a los mercados de los Estados Unidos.

En realidad, dice Naim, el 52% del total de exportaciones latinoamericanas a los Estados Unidos corresponde a México; y si excluimos a México, sólo el 28% del total de exportaciones de Latinoamérica se envía a los Estados Unidos. Además, el grueso de las exportaciones de la región a Estados Unidos (excluyendo a México) consiste en productos primarios minerales y agrícolas, con aranceles aduaneros de 5% o menos. En conjunto, Latinoamérica apenas exporta un 7% del total de su producción.

Los principales beneficiarios de un TLC extendido serían los exportadores e inversionistas de Estados Unidos, según Naim, por la reducción de los aranceles aduaneros en Latinoamérica dos que en promedio tienden a ser más altos) y la creación de oportunidades de inversión, gracias a las políticas neoliberales y a los programas de privatización de los gobiernos latinoamericanos.

Las fuerzas pro-TLC en Washington con frecuencia aseguran que la expansión del tratado de comercio estimulará a los gobiernos de la región a profundizar sus reformas económicas más rápidamente de manera que puedan ingresar más pronto al grupo. Pero Naim, quien fuera el ministro de Desarrollo en el gobierno de Carlos Andrés Pérez de 1989 a 1991, aduce que "para. la mayoría de los gobiernos democráticos de la región" el cumplir con los exigentes requisitos del TLC "será muy difícil".

Naim cita la reforma a la propiedad intelectual, el cumplimiento de reglas ambientales más estrictas y cambios fundamentales en las leyes laborales como las tres áreas en las cuales los gobiernos latinoamericanos encontrarán una fuerte resistencia de parte de afianzados intereses políticos, empresariales y sindicales, a menos que estos gobiernos primero puedan establecer un consenso popular y político para promover la causa de la reforma comercial.



Con la excepción de Chile, ningún otro país en América Latina está aún listo para ingresar plenamente al TLC o a un tratado comercial bilateral pleno con los Estados Unidos. Una fuente del Banco Interamericano de Desarrollo estuvo de acuerdo con esta opinión, pero agregó a Colombia como posible candidato, señalando la larga historia de manejo fiscal responsable que tiene el país, sus políticas económicas liberales y la suerte inesperada de Cusiana, como los tres factores que favorecen su afiliación al TLC.

Los funcionarios de la administración Clinton han sido recientemente más cautelosos al discutir la extensión del TLC al resto de la región. Hace poco, en Ciudad de México, el embajador de los Estados Unidos James Jones dijo que "ningún otro país se afiliará al TLC este año, y el presidente Clinton no recibirá una rápida aprobación del Congreso".

En Washington, el subsecretario de Comercio Jeffrey Garten sugirió que después de Chile, otros países de América Latina "tienen que esperar mucho" antes de lograr ingresar al TLC, "por lo menos una década".

Las conversaciones "informales" entre Chile y Estados Unidos comenzaron en mayo y el ministro de Finanzas de Chile Eduardo Aninat dijo que la administración Frei espera firmar un acuerdo antes de abril de 1995. Reflejando la confusión general que rodea al TLC, tanto los funcionarios comerciales de los Estados Unidos como los de Chile han reconocido que aún no está claro si Chile ingresará al TLC, o si se firmará en cambio un tratado bilateral de libre comercio.

Otros países aceptados ampliamente como candidatos para ingresar al TLC o a un Acuerdo de Libre Comercio con los Estados Unidos son Argentina, Costa Rica, Colombia, Perú, Venezuela, Brasil e. inclusive algunos países como Singapur. No obstante, el estar incluidos en una lista de posibles miembros del TLC es una cosa y otra es el ingresar rápidamente.

Los estrategas comerciales del gobierno en Washington están ahora estudiando diversos tipos de acuerdos, que van desde acuerdos bilaterales sobre asuntos específicos tales como propiedad intelectual, tratamiento de inversionistas extranjeros, impuestos, mecanismos de resolución de disputas internacionales y conflictos semejantes, acuerdos parciales que comprenden sólo unos pocos productos o sectores, hasta el ingreso total a un acuerdo como el TLC con los Estados Unidos. Lo que parece estar desarrollándose en Washington es una política flexible a largo plazo basada en una aproximación país por país, en la cual el ingreso al TLC o a un acuerdo bilateral de libre comercio con los Estados Unidos sería la última de varias etapas de una reforma económica y política.



La realidad de la lenta extensión del TIC a otros países en la región hace aún más importante el proceso de integración regional, tanto como un escalón subsiguiente para la afiliación al TLC, así como una alternativa a corto plazo para aumentar las exportaciones de Latinoamérica durante los próximos años.

El comercio entre los 11 países de ALADI creció de aproximadamente US$12 mil millones en 1990, a US$23 mil millones en 1993. Entre 1986 y 1992, el comercio intrarregional aumentó en 135%, comparado con un aumento del 89% en las exportaciones de Latinoamérica a los Estados Unidos. Al finalizar 1993, las exportaciones intrarregionales representaban cerca del 20% de las exportaciones totales de Latinoamérica.

El comercio está reglamentado por más de 24 tratados bilaterales y multilaterales de comercio firmados por los gobiernos latinoamericanos desde finales de los años 80. Al finalizar este año, según expertos en comercio, más de 30 acuerdos comerciales regionales entrarán en vigor.

Muchos gobiernos latinoamericanos suponen que estos acuerdos serán un escalón para ingresar al TLC, y pueden tener razón. Sin embargo, como lo han anotado los funcionarios chilenos de comercio y los expertos en Washington, la proliferación de estos acuerdos hace más difícil y complejo su manejo y su coordinación. El reto para los gobiernos reformistas de Latinoamérica es asegurarse de que estos acuerdos sirvan de base y no de obstáculo a una mayor integración regional.

En la cumbre de diciembre, tanto los Estados Unidos como Latinoamérica tendrán que reconocer las limitaciones reales que afrontan los líderes del hemisferio occidental en sus esfuerzos por crear "un solo mercado que se extienda desde Alaska hasta Tierra del Fuego". Entre tanto, les corresponde a los gobiernos de la región incrementar sus esfuerzos de integración regional, al tiempo que establecen el consenso político y popular que necesitan internamente para ampliar las reformas comerciales que necesitan para salir de su ciclo de pobreza crónica y subdesarrollo tercermundista.

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