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El Sistema de piñata

El sistema financiero colombiano es disperso. Hay bancos de verdad y bancos subdesarrollados. El Banco de la República guarda nichos para bancos y corporaciones.

JORGE HUMBERTO BOTERO
1 de julio de 1993

La esencia del negocio financiero está constituida por la captación en el mercado de recursos monetarios, con el fin de destinarlos a operaciones de crédito e inversión. La utilidad que de ordinario se obtiene, está justificada tanto por la intermediación como por el riesgo asumido. Desde los albores de la banca moderna en la edad media, las instituciones que realizan esta actividad de intermediación entre el ahorro y el crédito se denominan bancos.

Colombia tiene un número excesivo de instituciones de crédito: bancos, corporaciones financieras, corporaciones de ahorro y vivienda y compañías de financiamiento comercial.

Los bancos, como es saludable que ocurra, pueden realizar casi todas las operaciones de intermediación; los demás tipos de entidades no son, en la práctica, nada distinto a bancos subdesarrollados. Veamos por qué.

Las corporaciones financieras fueron creadas a fines. de los años 50 con el propósito de que otorgaran créditos de largo plazo para la adquisición de bienes de capital y efectuaran inversiones de riesgo en las empresas del sector real. Por muchos años, su fuente principal de recursos estuvo constituida por las líneas de financiamiento externo otorgadas por la banca multinacional. .

Este esquema es ahora obsoleto: los bancos pueden realizar operaciones de crédito al plazo que libremente establezcan, lo cual les permite financiar la expansión del aparato productivo; igual facultad acaba de concedérsele, con algunas restricciones, a las corporaciones de ahorro y vivienda. El desarrollo del mercado de capitales y de sus instrumentos propios (acciones preferenciales sin derecho a voto, bonos, titularización), determina que la inversión de riesgo de las corporaciones financieras sea, hoy por hoy, marginal. Y bien se sabe que las líneas de crédito de la banca multilateral se han venido marchitando.

Algo semejante ocurre con las corporaciones de ahorro y vivienda surgidas en los años 70 para financiar la construcción y dotación de vivienda a través del sistema UPAC. Pues bien: aún cuando todavía se las obliga a canalizar la mayor parte de sus recursos a la vivienda, estas operaciones están abiertas también a los bancos, los cuales, 'a través de la capitalización de intereses o el ajuste del capital, cuentan con- los instrumentos que requieren para actuar, de modo flexible, en el largo plazo. De este modo, el UPAC, que antes fuera un privilegio monopólico de las corporaciones de ahorro y vivienda, en la actualidad no es más que un sistema de crédito a tasas reguladas caprichosamente por la autoridad monetaria. Era el paraíso y pasó a ser la cárcel.

Las compañías de financiamiento comercial provienen también de la década de los 70. Fueron creadas para permitir la realización de operaciones financieras que hasta entonces se hacían ilegalmente. Este origen espúreo explica que sigan siendo las cenicientas del sistema, a pesar del desarrollo espectacular de algunas de ellas. Fundamentalmente, otorgan crédito de consumo financiándolo con captaciones a término, muchas veces efectuadas de modo costoso y poco eficiente, en las bolsas de valores. Todas las operaciones activas y pasivas que la ley les permite pueden ser realizadas también por los bancos.

Como esta tipología de entidades de crédito es conceptualmente débil, las autoridades distribuyen al azar las operaciones que cada uno de los establecimientos crediticios puede realizar. Es el sistema de piñata. A continuación van dos ejemplos de este reparto caprichoso.

Las corporaciones de ahorro y vivienda, pese a ser instituciones más sólidas y eficientes que un buen número de bancos, no pueden realizar operaciones de compra y venta de divisas diferentes a las del denominado mercado libre. Es decir, las que provienen de las pequeñas sumas que, por ejemplo, le envía a sus padres un colombiano que lava platos en Nueva York; las que cambia por pesos en un hotel de Cartagena o Bogotá algún turista gringo, u otro personaje que de turista no tiene sino el nombre. Y, por último, las que son producto de las ventas callejeras de esmeraldas. Absurdamente, les están vedadas las operaciones del mercado cambiario, que es el derivado del comercio exterior y los flujos de inversión, y que representa más del 90% de las transacciones.

Es evidente que esta asignación de las operaciones en moneda extranjera no tiene justificación diferente a la de conservarles a los bancos y las corporaciones financieras la parte del león. De hecho, si no fuera por las operaciones cambiarias, algunos de estos establecimientos no tendrían utilidades.

El otro ejemplo que ilustra el sistema de piñata es el del crédito de consumo. Hace unas semanas, el gobierno facultó a las corporaciones de ahorro y vivienda para realizarlo, pero les prohibió financiar la adquisición de automóviles. Cabe conjeturar que quien encuentre la justificación teórica de esta prohibición puede ganar el premio Nóbel cíe Economía. Porque, en verdad, no hay otra explicación que el generoso deseo de conservarle un nicho de mercado a ciertas compañías de financiamiento comercial.

La próxima reforma financiera, si la hay, deberá eliminar estas distinciones artificiales.

Todas las instituciones de crédito deben ser bancos; y cada uno de ellos debe especializarse en el segmento de mercado en el que tenga ventajas comparativas.

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