Home

Archivo

Artículo

Finca raiz

Adiós al hacinamiento

Los suburbios son un refugio para quienes desean mejorar su calidad de vida. Pero se necesita planeación, para evitar que Bogotá los absorba.

1 de septiembre de 1997

Bogotá demoró casi cuatro, siglos en extenderse, hacia chapinero y tan sólo 40 años en absorber los municipios de Bosa, Fontibón, Engativá y Suba. El vertiginoso crecimiento que ha tenido la ciudad desde 1940, unido a la falta de planeación urbana, ha hecho que la capital amplíe sus límites casi como por asalto y que en el proceso las ciudades satélites queden convertidas en barrios bogotanos.



El fenómeno de colonización de municipios vecinos que se presentó entre 1940 y 1980, está próximo a repetirse hacia el norte y oriente de la ciudad. Por una parte, no hay cantidad suficiente de tierra para atender la necesidad de vivienda de los emigrantes y, por otra, los precios de la disponible son muy altos.



A esto hay que añadirle que la calidad de vida en la capital se ha deteriorado dramáticamente, y que municipios como Chía, Sopó, La Calera y Guasca se convirtieron en una buena alternativa para las familias de estrato medio y alto que quieren disfrutar las ventajas de estar en contacto con la naturaleza a un precio muy inferior al que conseguirían en la ciudad.



De acuerdo con el estudio de la agencia japonesa Jica, que diseñó el Plan Maestro de Transporte Urbano de la capital, la población conjunta de Chía, Cajicá y Zipaquirá se triplicará para el año 2020, al llegar a 750.000 habitantes. Algo similar sucederá con Sopó, Tocancipá y Gachancipá, que duplicarán su población.



El crecimiento de estos municipios va a generar un mayor tráfico con Bogotá. De hecho, el número de personas que viven en las afueras y trabajan en la capital pasará de 97.600 en 1995, a 124.300 en el año 2000. A su vez, el estudio calcula que el número de personas que duerme en Bogotá y trabaja en Chía, Soacha, Funza, Mosquera y Cota se triplicará o cuadruplicará para el 2020.



De ahí la importancia de realizar un trabajo coordinado entre la Alcaldía Mayor y las municipales, así como entre las secretarías de planeación y las empresas de servicios públicos domiciliarios, para evitar que se reproduzca el caos que se generó con Soacha, por citar sólo un ejemplo.



Inclusive, las alcaldías locales deben tomar parte en el asunto, porque a ellas les corresponde vigilar los desarrollos que se han venido haciendo en la autopista Norte, donde los distintos San Andresitos, amparados en licencias de construcción para bodegas, crearon centros comerciales sin las especificaciones necesarias para garantizar el parqueo y, lo que es peor, fomentaron la invasión del espacio público en una zona que representa la ampliación natural de la autopista. Ya se están generando problemas funcionales para la ciudad por la congestión de tráfico.



Voz de alerta



Hoy en día no es muy clara la existencia de un programa planificado de urbanización de los municipios. "Cada uno está asumiendo el perfil que el mercado le da", explicó Pablo Trujillo, presidente de la Fiduciaria Alianza. Si bien existen normas de uso de la tierra, no se han sentado las bases para crear un desarrollo integral de estas ciudades satélites.



El sector privado ha realizado esfuerzos independientes por crear polos de desarrollo en la zona, como es el caso del centro comercial Centro Chía, que con un estilo muy campestre y adecuando los servicios a la vocación agropecuaria del municipio, se convirtió en una alternativa para los habitantes del sector y en un foco de valorización de los terrenos aledaños.



En general, cada empresario está construyendo sus proyectos de acuerdo con la visión que tenga del sector y no porque exista un plan de desarrollo urbano y rural que pretenda estimular un crecimiento planificado de la zona.



Bajo este urbanismo espontáneo, se percibe que Chía está tomando un perfil para vivienda de clase media y alta (estratos 4 al 6) y es posible que aumente la localización de empresas en sus alrededores. Sofasa, por ejemplo, se trasladó al vecindario, Skandia ha mostrado su interés por el sector y firmas como Series (muebles de oficina) y Electropartes tienen su sede allí.

El Valle de La Calera se caracteriza por tener unas barreras de entrada que lo perfilan como un suburbio de estrato alto.



Esto se debe, sobre todo, a la protección que le otorga el cerro y a que el transporte público es deficiente. Para vivir ahí, es necesario contar con más de un vehículo por familia.



Además, con las obras del embalse San Rafael, se intensificó el potencial turístico de La Calera. Ya se están organizando clubes náuticos y en las inmediaciones abundan las viviendas campestres.



Pero como no todo es color de rosa, preocupa la inclinación a la invasión del espacio público por parte de restaurantes y bares, y la tendencia a la invasión en terrenos del pueblo.



Por su parte, en el valle de Sopó las expectativas de valorización son altas. De acuerdo con Eduardo Saravia, de Arias Serna Saravia, la fanegada de tierra se consigue en promedio a $60 millones, mientras que en Chía, Cajicá, Fagua y la autopista Norte, el precio es de $300 a $500 millones la fanegada.



Un punto que ha tranquilizado a los vecinos es el relacionado con la seguridad. Y el mejor índice para medirlo es que la gente visita sus fincas sin contratiempos. Después de la toma de La Calera, en diciembre de 1994, por parte de las Farc y de la intensificación de la presencia guerrillera en la zona, se creó el Grupo Mecanizado No. 10 Tequendama para hacerle frente a este problema y combatir la extorsión y el secuestro, que se habían propagado en la región. Además, en los últimos 18 meses la Defensa Civil del Valle de Teusacá (entre La Calera y Sopó) ha incrementado la red de comunicaciones en 150 miembros activos.



En general, todos los municipios tienen problemas con la prestación de servicios públicos domiciliarios. Inclusive, Chía suspendió el otorgamiento de licencias de construcción, a la espera de mejorar la conexión de su servicio de acueducto con Bogotá.



Alternativa de vida



Los suburbios de Bogotá no quedaron marginados de la caída en el ritmo de la construcción que se presenta en todo el país. Chía, por ejemplo, registró un descenso de 42% en la iniciación de proyectos durante septiembre del 96 y marzo del 97, frente al semestre inmediatamente anterior. No obstante, en las ventas se percibe una mejoría.



De acuerdo con Camacol Cundinamarca, el porcentaje de retraso en venta de más de seis meses mejoró significativamente al pasar de 68,3% a 34% en el período de estudio. Actualmente hay varios proyectos en ejecución o en estudio en los alrededores de Bogotá. Sobresalen los desarrollos de condominio y club campestre, como el Club Residencial La Pradera de Potosí, Aposentos, San Jacinto y Santa Ana de Chía.



Los tres primeros tienen venta de lotes y campo de golf de 18 hoyos. La Pradera de Potosí, por la vía La Calera-Sopó y a la altura del kilómetro 26, contará con un club social para propietarios y terceros, y viviendas que delimitan informalmente con la cancha de golf. Los lotes tienen un área de 2.500 m2 y su precio ($250 millones), incluye el valor de la acción.



San Jacinto, cerca de Rodeolandia, es un proyecto de 167 hectáreas, con lotes promedio de 1.600 m2. Contará con campo de polo, pesebreras, canchas de tenis y lagos. Aposentos, en Briceño, tiene 182 hectáreas, lotes de 600 a 1.200 m2, club hípico, lagos y club house.



A diferencia de las anteriores, Santa Ana de Chía vende viviendas terminadas. Está ubicada al lado de Centro Chía, pocos metros adelante del Puente del Común. Son 77 hectáreas de desarrollo, de las cuales casi la mitad son zonas verdes, incluyendo un centro de práctica de golf con tres hoyos y 250 yardas de campo de práctica. El área construida mínima es de 225 m2 y su precio es de $395 millones en adelante. Tiene sede social exclusiva para los propietarios.



Un constructor que tiene gran experiencia en la zona es Pedro Gómez y Compañía, que desde 1987 está desarrollando la urbanización campestre Sindamanoy, entre el Puente del Común y Hatogrande.



Cuenta con más de 80 hectáreas de bosques nativos y lotes desde 10.000 m2 o, para quien lo prefiera, diez estilos de casas distintos. Actualmente se están vendiendo cinco casas, cuyos precios van desde $548,5 millones.



Pero éstos son sólo algunos de los desarrollos.



Fiduciaria Alianza y Promotora Colón estudian la construcción de un hotel y centro de convenciones enfrente del embalse de San Rafael (probablemente un Sheraton), y en este momento se está adelantando la urbanización campestre Altos de Potosí, en la vereda del mismo nombre.



En la zona de Patios, 300 metros después del peaje, se proyecta construir un condominio campestre de viviendas unifamiliares, en un lote de 125 hectáreas.



Además, está en estudio la avenida Circunvalar Ecológica, que partiría de la calle 147, atravesaría los cerros orientales y llegaría a la represa.



Esta obra completaría el esfuerzo que se ha hecho por mejorar la infraestructura vial, con la pavimentación del 60% de las vías del casco urbano y la entrega al sector privado de la operación de la vía Patios-Calera-Sopó-Briceño, que se une a la autopista de 12 carriles que se está contruyendo entre la entrada a Altos de Yerbabuena y Briceño.



Otra vía que se entregó por concesión es Chía-Mosquera. En el sector están definidas vías que mejorarán el tráfico, como las avenidas Cundinamarca, Ciudad de Cali y la prolongación de la avenida Boyacá.



En Sopó, en parte de la finca denominada La Moya, se construirá un club campestre con piscinas, caballerizas y 20 cabañas totalmente dotadas para uso de los socios. El club, impulsado por Fiduciaria Alianza, tendrá 360 accionistas y lo manejará un fideicomiso de administración.



También se está promoviendo la creación de un hipódromo, en la vía que conecta este municipio con La Calera.



Las posibilidades de urbanización en los suburbios son muchas y de seguro aumentarán cuando la construcción se reactive. La tendencia de las clases altas a abandonar los lugares altamente poblados ha hecho que los límites de la ciudad se extiendan cada vez más hacia el norte y es lógico pensar que en muy corto tiempo lleguen a Chía y su área de influencia. Todavía hay tiempo para lograr que esta conurbación, antes que crear un caos adicional para Bogotá y los municipios, permita mejorar la calidad de vida de todos.

Noticias Destacadas