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A ritmo de jaz

Los colombianos comienzan a apreciar este género, que siempre ha estado limitado a una élite.

BEN ODELL
1 de octubre de 1994

El bar Café Libro es angosto y oscuro y la barra está llena de gente inclinada sobre sus bebidas, en diferentes estados de ebriedad. Si no fuera porque el lugar es limpio y carece del olor de algunos de los grandes bares de jazz en Nueva York, uno podría pensar que se encuentra en la propia Gran Manzana. Es miércoles por la noche y el aviso de afuera anuncia con orgullo la presencia de la banda de Eddy Martínez. El bar está repleto y lleno de humo de tantos cigarrillos como cuantas bocas hay. Martínez está inclinado sobre el teclado y junto a él los hermanos cubanos Simpson, uno en el bajo y el otro en los tambores. Tico Arnedo está sentado frente a Martínez, sosteniendo una flauta. El escenario parece un cohete listo para ser disparado y, cuando empiezan a tocar, ponen a todo el mundo en órbita. Al poco tiempo los músicos están cambiando de lugar con el público y no se requiere ser un genio para darse cuenta de que la mayoría de los espectadores son músicos invitados al Festival Internacional de Jazz en el Teatro Libre. Los que tienen la suerte de haber estado en el Café Libro se han encontrado con una sesión de jazz improvisada de algunos de los mejores músicos de jazz de Latinoamérica.

Los colombianos amantes de este ritmo saben que la oportunidad es única. "La gente no aprecia el jazz en Colombia", dice Martínez, nacido aquí. "Si uno quiere tocar jazz en Colombia, debe también saber tocar salsa". Y esto lo dice un músico que pasó 30 años tocando en Nueva York y Europa, e inclusive estuvo cuatro veces en el Japón. Ha improvisado jazz con Tito Puente y Paco Rivera y estuvo en el mismo programa con Miles Davis en Suiza, en la primera gira internacional de Martínez. Ni siquiera estaría en Colombia si a su esposa no le hubieran negado la visa para los Estados Unidos. "Si yo pudiera tocar en sólo un lugar del mundo, ese sería Nueva York", dice Martínez. Pero está entusiasmado con el reto de traer el jazz a Colombia, aun si esto significa desviarse de sus ambiciones para trabajar en pistas sonoras de telenovelas para pagar las cuentas. Martínez puede haber llegado a tiempo. Rápidamente el jazz está ganando popularidad en Colombia y trayendo al escenario figuras famosas.

Cuando Wynton Marsalis dio un concierto en Colombia hace varios meses, El Tiempo le dedicó una buena crónica al evento en la sección cultural, con una foto de gran tamaño del músico negro de jazz aferrado a su instrumento. El artículo elogiaba el genio de Marsalis y alabó a Colombia por traer talento internacional a sus escenarios. El titular decía: Marsalis y su saxofón. Infortunadamente el instrumento era una trompeta. Y allí están las dos preguntas siempre recurrentes acerca del jazz en Colombia: ¿Por qué el jazz se está volviendo más popular en este país y trae figuras como Marsalis, que cobra US$40.000 por concierto? ¿Y por qué entonces los colombianos aún no entienden el jazz?

Roberto Rodríguez ha tenido un programa de radio en la emisora HJCK 89.9 FM en Bogotá por más de treinta años. En los últimos seis años ha visto aumentar notablemente el número de oyentes y ha creado una teoría al respecto. Como lo describe el fundador y director del Departa-, mento de Música de la Javeriana, Guillermo Gaviria, "el jazz es la gran oportunidad para recibir influencias de otra música sin perder su identidad". Rodríguez va más allá y dice que el jazz necesita esa influencia y la libertad para mantenerse vivo. "Colombia siempre ha sido una sociedad cerrada. La música aquí no ha tenido mucha influencia de otras partes del mundo". Países como Brasil, Chile y Cuba han producido un gran jazz debido en parte a su mezcla con otras culturas. Pero Colombia está cambiando. "La apertura le ha dado al jazz la oportunidad de encontrar un mercado aquí", afirma Rodríguez.

Orlando Sandoval, cuyo grupo, The Clusters, estuvo en el festival del mes pasado en Bogotá, está de acuerdo. "Antes no se encontraban discos de jazz en los almacenes. Ahora no hay dinero suficiente para comprar todo lo que uno quiere". Pero si la apertura ha hecho más accesible el jazz, los músicos de jazz todavía están esperando su oportunidad. Sandoval tiene que componer y tocar jingles para comerciales, alquilar su estudio de grabación a otros músicos y tocar en fiestas y matrimonios. "Las personas que nos contratan para fiestas son de la clase alta. La mayoría no saben lo que es el jazz. Sólo saben que es sofisticado". The Clusters están descubriendo maneras de hacer el jazz más accesible al público colombiano. Últimamente han fusionado el chandé, música de la Costa Atlántica, con el jazz.



Antonio Arnedo, saxofonista de jazz y profesor de la Universidad Javeriana, también está trabajando con ritmos de origen colombiano, como la cumbia. Hace poco tocó en un concierto, con mucho éxito, en la sala Luis Angel Arango de Bogotá.

"En el jazz existen todas las posibilidades con la música colombiana", dice Arnedo. Pero el hecho de que Arnedo pueda llegar al público con su música es otro asunto más difícil. El mismo Arnedo define el jazz como una manera "de establecer un vínculo entre los músicos y el público". Guillermo Gaviria señala un grave problema. "Más que en otros países latinoamericanos, los colombianos tienen que bailar. Nunca van a escuchar música sentados". Puede ser difícil para Arnedo establecer contacto con un público que no se puede quedar quieto.

Los críticos de prensa señalaron a Poncho Sánchez, que tocó el 14 de septiembre, como la atracción principal del Sexto Festival Internacional de Jazz. Sánchez, de Los Angeles, es considerado como uno de los grandes de todos los tiempos en jazz latino. Tenerlo en Colombia fue un logro importante para el festival. La primera tanda, en la que pasó de números latinos a otros más tradicionales, fue suficiente para que cualquier colombiano se convirtiera en su hincha. Con el impulso que Sánchez había generado no era necesario que dedicara la segunda tanda a la salsa, pero lo hizo de todos modos. Un crítico de jazz muy vinculado a festivales anteriores comentó: "No se debe terminar un festival de jazz con salsa. Pero el festival está más interesado en llegar a un público más amplio que en permanecer fiel al medio". Pero quizás se deba obtener una mayor aceptación en Colombia, antes de que pueda sobrevivir el jazz más puro.



Sin jazz es difícil producir músicos de jazz.

Si aquí uno le, pregunta a cualquier jazzista por qué no hay más músicos de jazz, le dará varias respuestas. Una es que Colombia pierde a la mayoría de sus músicos por mejores oportunidades en el exterior. "Aquí los colombianos no creen en su gente. Si uno no ha tocado en Europa o en los Estados Unidos, la gente cree que uno no tiene talento", dice Willy Maestre, el teclista de The Clusters. Y para completar, no exis te una educación formal de jazz en Colombia. Pero Guillermo Gaviria está decidido a cambiar esto. "Siempre he querido tener un programa de jazz (en la Javeriana)... pero este es un proceso difícil porque los músicos de jazz aquí no tienen preparación formal... ahora estoy trayendo extranjeros". También tienen un programa de intercambio con la Universidad de Miami y con la Escuela Berkeley en Boston. Gaviria cree que en algunos años ya se estarán graduando músicos de jazz en la Javeriana.

Aunque el corazón del jazz en Colombia está en Bogotá, con la creciente demanda por esta música, el jazz se puede extender a Medellín y Cali, ciudades donde su existencia es difícil de detectar. La gente que está pendiente del jazz en Colombia dice que curiosamente son las nuevas generaciones las más interesadas. Pero Roberto Rodríguez hace una buena observación acerca de esta música: "El jazz no es popular aquí, pero tampoco lo es en ninguna otra parte del mundo. Sólo a una pequeña élite le gusta escucharlo".

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