La propuesta de reforma tributaria de la administración del presidente Donald Trump consiste sobre todo en un recorte de impuestos.Se trata de un plan para bajar la tasa del impuesto sobre la renta de las empresas, de 35% a 20%, disminuir la tasa marginal máxima del impuesto sobre la renta para las personas, reducir el impuesto sobre las ganancias del capital (o los beneficios de la inversión) y eliminar la deducción de los impuestos que los diferentes estados cobran sobre la renta de la tributación federal.Nouriel Roubini, de la Universidad de Nueva York, calcula que esa reforma reduciría los ingresos tributarios del gobierno federal en cerca de US$4 billones durante los próximos diez años, mientras que el Centro de Política Tributaria (TPC) estima que el descenso sería de US$2,5 billones y la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO) que sería de US$1,5 billones en el mismo periodo.Si se implementa de esa manera, sin introducir otras fuentes de ingreso, como una reducción significativa de las exenciones, y no se recorta el gasto, el déficit fiscal y la deuda pública del país se incrementarán en una magnitud similar a lo largo de la siguiente década.Por tanto, el efecto adverso sobre las finanzas públicas puede ser de grandes proporciones. La CBO proyecta que, al implementar la propuesta de la reforma tributaria, incluso con su cálculo conservador del impacto sobre los ingresos tributarios, el déficit del gobierno federal ascenderá de 3,4% a 4,5% del PIB entre 2017 y 2019, mientras la deuda pública neta podría incrementarse de 82,5% a cerca de 87% del PIB en ese corto lapso.La propuesta beneficia sobre todo a los contribuyentes de mayores ingresos y poco a la clase media y a los trabajadores, quienes constituyeron una importante base de apoyo electoral para el actual presidente. Según las estimaciones del TPC, el plan de recorte de impuestos aumentará el ingreso disponible del 1% más rico de la población en algo más de 8% y el del 4% siguiente en cerca de 2%, mientras que para el resto de la ciudadanía con dificultad llegará a 1% y para el 20% más pobre el impacto no será significativo.Quizá por ello la reforma tributaria no es apoyada por la mayoría de la opinión pública. Por el contrario, en una encuesta reciente, cerca de la mitad de ella (52%) la rechaza, mientras que apenas una cuarta parte la respalda.Si se aprueba, focalizar la rebaja de los impuestos en los contribuyentes de mayores ingresos tendría dos consecuencias. La primera es que la política fiscal contribuiría a aumentar la desigualdad, en lugar de moderarla, en una época en que se incrementa por otras causas, como la globalización y la introducción de tecnologías intensivas en capital que ahorran trabajo. La segunda es que la reducción de los impuestos que beneficiaría a los estratos de altos ingresos no generaría una gran expansión de la demanda ni, por tanto, constituiría tampoco un gran estímulo al crecimiento, porque ellos tienen una alta propensión al ahorro. Por tal motivo, no gastarían la mayor parte del incremento de su ingreso disponible.Lea también: 6 cosas que podrían derribar el muro de Donald TrumpAdemás, su impacto sobre la inversión sería minúsculo, porque el recorte en la tarifa del impuesto sobre la renta que beneficia a las empresas no podría ser permanente. Por el contrario, tendría que ser máximo de una década, porque el efecto de la reducción de los impuestos propuesta no sería compensado en su totalidad por fuentes alternativas de ingresos, ni recortes del gasto, de manera que ampliará el déficit fiscal.Los republicanos, que son mayoría en el Congreso, no han podido ponerse de acuerdo en las reducciones de gasto necesarias para neutralizar la rebaja de los impuestos. En estas circunstancias, las normas fiscales en los Estados Unidos exigen adoptarla máximo por diez años, después de lo cual no podrá continuar vigente. Como las empresas planean su inversión en horizontes más largos, es probable que la rebaja no constituya un estímulo suficiente, porque su impacto favorable sobre las utilidades se extendería sobre un periodo muy corto.Tampoco su impulso sobre el crecimiento sería muy grande, ni por lo tanto capaz de proveer nuevos ingresos tributarios en una magnitud suficiente como para compensar la rebaja. Roubini estima que el incremento de la reforma propuesta sobre la tasa de crecimiento potencial de los Estados Unidos sería de apenas 0,2%, con lo cual la elevaría a 2,2%, en contra de lo afirmado por el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, quien sostuvo que incrementaría el crecimiento en 3%.Por otra parte, como enfatiza el premio Nobel Paul Krugman, si la rebaja de impuestos no es compensada por un aumento en el ahorro doméstico, podría conducir a un ensanchamiento del déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos. En este sentido, aumentaría la dependencia de la economía de la inversión extranjera. Si los flujos de capital del exterior aumentaran para financiar el mayor desbalance externo, el dólar se apreciaría. Las expectativas de revaluación desestimularían esos influjos, con lo cual no llegarían en una magnitud suficiente para financiar una expansión significativa de la inversión.En tal evento, no aumentaría mucho la demanda de trabajo ni su productividad, con lo cual no tendría lugar el aumento de salarios que promete el gobierno para justificar la rebaja de impuestos.La reducción de los impuestos propuesta tampoco generaría por sí misma un incremento en la inversión y en la generación de empleo sin otras medidas complementarias para mejorar la competitividad y la productividad de la economía que generen nuevos negocios.Si en el mejor de los casos la reforma estimulara el gasto doméstico, con la economía próxima al pleno empleo, generaría un exceso de demanda que sería inflacionario.Puede interesarle: Donald Trump y la antiglobalizaciónEn tal evento, aceleraría el tránsito a la normalidad de la política monetaria, lo cual frenaría la actividad económica. Al final el resultado sería una combinación indeseable de desmejora de la solvencia del Estado con la ralentización del crecimiento.En consecuencia, los costos de la aprobación de ese proyecto de reforma tributaria en términos del deterioro de las finanzas públicas –y la inequidad– excederían sus beneficios sobre el crecimiento y el bienestar en el largo plazo.Además, su efecto negativo sobre el déficit y la deuda pública postergaría la consolidación fiscal, con lo cual estrecharía en el mediano plazo el espacio para la implementación de posturas contracíclicas en las fases de desaceleración y recesión, como argumenta Simon Johnson, del Instituto Tecnológico de Massachusetts.De esta manera, la política fiscal de la administración del presidente Donald Trump va camino del populismo. Se justifica ofreciendo grandes beneficios para las clases menos favorecidas, pero en verdad los otorgaría a los más adinerados y amigos del gobierno. Al hacerlo se correría el riesgo de perturbar la estabilidad macroeconómica y reducir la capacidad del Estado para implementar estrategias contracíclicas, porque desvía la consolidación fiscal y deterioría su solvencia.