Pensemos en esto: cuando un jugador de baloncesto se dispone a anotar, podríamos anticipar el resultado conociendo el ángulo del lanzamiento y la velocidad de salida del balón. Por unos instantes, y con información confiable, podríamos saber con cierto nivel de certeza lo que estaría por suceder. Algunos dirán: ¿De qué sirve que las matemáticas puedan anticipar un resultado teórico, si cuando están jugando, nadie pedirá tiempo fuera para hacer estos cálculos? Se perdería el atractivo del juego. Es curioso pensar que, aunque estén presentes en nuestra cotidianidad, las matemáticas cobran valor cuando hacemos el acto consciente de que las estamos utilizando. Pero no siempre es así. Lea también: El reto empresarial es crecer de manera rentable y sostenible Para ilustrarlo, traigo como ejemplo un fragmento de la serie de Netflix “The Last Dance”, el documental que relata la vida de Michael Jordan. En algunas tomas del juego, se puede apreciar por unos instantes, cómo el jugador sonríe justo después de haber lanzado el balón, aún sin que este hubiera llegado a su destino. Él ya sabía que había anotado. Es como si el modelo que describe el movimiento parabólico lo tuviera interiorizado. El resultado de esa ecuación no lo iba a sorprender. Matemáticas Más que un conjunto de números y operaciones, las matemáticas explican de manera lógica la mayoría de los eventos que nos rodean, y en ocasiones, además de describirlos, son capaces de anticipar posibles resultados. Pero a pesar de su utilidad, menospreciamos su valor y tendemos a evitarlas. Posiblemente ese rechazo tiene origen desde nuestra infancia. El NYT publicó hace unos meses un artículo relacionado con la enseñanza temprana de las matemáticas: “When you’re not a ‘Math Person’ and your kid needs help”. Resalto uno de los consejos que allí entregan: “Independientemente de la precisión de la respuesta, no le diga a sus hijos si es correcta o no. Por el contrario, para alentar su pensamiento matemático profundo, pregúnteles si la respuesta tiene sentido y ¿por qué?”. Le puede interesar: Nilo Business: Antes de la covid el área digital era "la cenicienta" Estoy convencido de que allí está la clave. A pesar de que las matemáticas son sinónimo de rigurosidad y precisión, el verdadero valor está en enseñarnos a resolver problemas de manera estructurada, permitiéndonos llegar a soluciones lógicas. En las Organizaciones Solo bajo esta aproximación podremos tener la tranquilidad de estar tomando decisiones objetivas y confiables. En los equipos directivos, se necesita contar con personas que tengan el pensamiento matemático “instalado”, pues son ellos quienes basados en (i) la información disponible y (ii) su experiencia, podrán evaluar los mejores escenarios para la organización. La información es el pilar para cualquier análisis, sin embargo, pocas veces podremos disponer de ella en su totalidad. Esto no debe ser un obstáculo, pues la lógica matemática nos permite tener aproximaciones suficientemente potentes, así sean de manera indirecta, para inferir lo que haga falta. No es necesario obsesionarse con la precisión o exactitud de la información. Cuando Jordan se dispone a lanzar, no cuenta con un dispositivo que mida el ángulo ni la potencia requerida para impulsar el balón, pero cuenta con información indirecta, como lo es su posición relativa en la cancha, para determinar la inclinación de sus brazos y la fuerza que debe aplicar en su lanzamiento. Lea también: Internet de las cosas: tecnología como aliada para superar la crisis Esas conversiones que realiza, casi de manera automática, son debido a la experiencia. La repetición y la práctica constante le ha permitido interiorizar la lógica de los tiros ganadores. Estos automatismos también existen en las organizaciones: tener claridad sobre las elasticidades del precio en el consumidor, la sensibilidad del costo de los insumos por variaciones de la Tasa Representativa del Mercado (TRM), o el impacto en el flujo de efectivo por el deterioro de la cartera, son ejemplos de variables que componen las ecuaciones organizacionales. Aún así, cada una de estas variables pueden tomar distintos valores que a su vez generarían múltiples escenarios. En estos casos, las matemáticas no pueden anticipar con certeza el futuro, pero sí nos permite mitigar riesgos al utilizar la teoría de probabilidades como herramienta para la toma decisiones. El ejemplo que hemos utilizado hasta ahora ha sido sencillo. Para un jugador de baloncesto, la cantidad de escenarios posibles al momento de lanzar son muy limitados, pues no existe una variable aleatoria que se interponga entre él y la red. Pero, en un partido de fútbol, donde existen porteros con autonomía en sus decisiones, ¿A cuántos escenarios se enfrentaría un delantero? Le puede interesar: Empresa ayudará a colombianos a conseguir empleo en Silicon Valley En este caso, al igual que en la competencia de mercados, la complejidad de la evaluación de los escenarios crece, y definir un norte para las organizaciones ante la incertidumbre se vuelve un reto interesante. La evaluación objetiva de las probabilidades de ocurrencia son las que determinarán el camino a seguir, pero al final, no deja de ser una apuesta. Siempre estaremos expuestos a eventos que no hayamos anticipado o que hayamos descartado. Tener una cultura organizacional basada en el pensamiento matemático es fundamental si se requiere desarrollar estrategias ágiles y efectivas. Sea en los mercados o en los deportes, competir al máximo nivel exige lo mejor de las capacidades de los miembros de nuestros equipos. *Socio de AZC Banca de Inversión