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| Foto: Omar Rincón. Revista Arcadia

El mundo según Pirry

¿Periodismo crítico o populista?

La Revista Arcadia publicó una entrevista con Guillermo Prieto, más conocido en el medio como el popular e intrépido Pirry. ¿Qué opina Pirry de quiénes lo critican?

Omar Rincón. Revista Arcadia
30 de mayo de 2008

 

Guillermo Prieto es un personaje exitoso por rating, recordación y conversación, pero polémico por antiperiodista, por editorializar y atreverse a otros modos del relato informativo. Esta es una historia en tres tiempos. ¿Qué opina Pirry de quiénes lo critican? ¿Cuál es su idea del periodismo?

 

Se hizo conocer por su pelo verde, sus piercings y por practicar deportes extremos. El periodismo serio no se lo tomó en serio, era solo otro payasito juvenil. Hoy es la referencia del periodismo que los jóvenes quieren hacer. Los periodistas y los profesores de periodismo no se lo pasan; los televidentes lo siguen, lo entienden, lo admiran. Pirry encontró un estilo de periodismo, uno que cuenta historias con subjetividad, piensa en imágenes y busca personajes y temas no habituales. Una voz que se atreve a ser contestataria en televisión, en un medio en el que solo se hace entrevistas y en un canal que sabe adular al poder, rcn. Su programa en domingo alcanza 25 puntos de rating (y eso es muy bueno) e incomoda a la moral de este país (y eso es mejor).

Él era el payaso, el viajero, el extremo, la espontaneidad y el coraje. Ese era su papel en televisión. Pero un día descubrió un hecho que lo hizo escribir y opinar sobre la realidad: la historia de los niños que se pasaban en un cable, en la vía al Llano, para poder ir al colegio; una niña que tenía que meter a la hermana en un costal y pasaban por un abismo de más de 200 metros. Contó y dijo que eso estaba mal, que así no se podía soñar, menos vivir en este país. Y desde ahí se convirtió en cronista de noticiero. Lleva seis años contando realidades en televisión. Ya no es el arriesgado de antes, ahora intenta poner a pensar.


Unos dicen que lo que él hace no es periodismo, otros que eso no es documental, todos que apenas despreciable televisión. Y ese es su aporte: hacer televisión sobre la realidad, pasar más allá de la noticia y el político de turno, contar historias más que declaraciones y poner a conversar a los televidentes.

En el periodismo que usted hace dice que intenta una narrativa decente… ¿Qué es tener una narrativa decente?
Pienso que lo intento, lo cual no quiere decir que la tenga. Es ese ir mas allá del hecho noticioso; ese combinar la imagen con el texto de tal manera que agarre al televidente y le transmita esa emoción que uno está sintiendo. Esto para todas las historias, ya sea cuando se está volando en un avión de guerra, o tratando que la gente entienda lo que uno vivió el día que le tocó hacer el seguimiento durante seis meses a un desplazado, o hacer un informe de un adicto a la heroína y saber que este pelao se muere a los pocos días que uno hizo el informe. Mi idea es que uno logre todo audiovisualmente sin interrumpir el testimonio; evito esas tomas que se ven en otros programas periodísticos donde le dicen al soldado “oiga, bótese y dispare”, “ahora, haga como si entrara”.

 

A mí me gusta el periodismo literario porque es tener la capacidad de novelizar un hecho real mientras no traicione el principio fundamental que es no inventar. Lo importante es que uno cuente un hecho que es cierto y verídico, ojalá que sea una denuncia. No me gusta repetirme, busco siempre darles la vuelta a las historias. Me encanta sacar ideas narrativas del cine y siempre busco mantener al espectador pendiente de la historia. Eso es lo que uno lee en Tom Wolfe y los clásicos de esa época, ese periodismo es el que trato de hacer y a esto es lo que yo le llamo una narrativa decente. Me gustaría llegar a hacer periodismo literario y estoy tratando de hacer escuela para eso, me interesa llegar allá.

¿Cómo hace el programa? ¿Cómo es el asunto narrativo?
Nosotros partimos del hecho y que el tema ponga a conversar a la gente. Hacemos un consejo de redacción y decidimos cómo lo vamos a contar; tenemos dos opciones: una historia pequeña o un especial de una hora. ¿De qué depende? De las imágenes que consigamos y del realismo posible. Durante mucho tiempo nos damos a la investigación y buscamos los testimonios y las imágenes. Cuando ya está el material es el momento de sentarnos a escribir. Me he dado cuenta de que las historias pequeñas o las notas suelen perderse por que no crean impacto en la gente, no hace que se preocupe ningún congresista, no hace que se le amargue el güisqui a nadie.

El lenguaje que usa es muy personal, ¿por qué?
En el lenguaje hay una evidente intencionalidad. En algunas cosas yo soy muy desfachatado para hablar, sobre todo cuando estoy haciendo la presentación, cuando salgo en el estudio. La razón es porque cuando empecé a presentar, no me sentía natural haciendo de presentador; al no sentirme yo mismo, no lograba expresar lo que quería decir. Me puse a pensar sobre cómo uno habla con los amigos y uno no es muy formal, uno no utiliza los términos de los periodistas, eso genera cierta distancia en el televidente. Entonces decidí hablar como yo hablo, en ese lenguaje digamos mal hablado. Eso generó cierta cercanía con el televidente. Los textos los trato de escribir de una manera agradable al oído, a la mente, imitando siempre el ejemplo del periodismo literario. Que editorialice y que sea subjetivo, eso sí es una opción que decidí tomar y no podría trabajar de ninguna otra manera. Lo que tengo que decir, lo digo, pero respetando la historia. Me interesa reivindicar el pensar de colombianos anónimos; refrescarle la memoria a la gente porque acá se olvida todo muy rápidamente.

Usted pasa de lo político de Cartagena o lo polémico con Garavito a temas light por ser de ese supuesto lado “no político” de la vida, ¿cómo es el asunto de la realidad?
Me doy muchas licencias por el hecho de no ser periodista. Yo siempre busco ser un contador de historias. Bueno, malo, regular… eso no lo sé. Por eso cuando pienso qué quisiera ser en algún futuro, me gustaría ser un escritor y me gustaría poder escribir de todos los temas. Por ahora, escribo para la televisión, me gusta tener la oportunidad de llegar a escribir de todos los temas que a mí se me ocurran y que me parezcan interesantes. Me parece que así como puede ser de apasionante un programa sobre la diplomacia de la farc en Europa o una historia que estamos haciendo al seguir un cuerpo encontrado en una fosa común de las víctimas de los paras, narrando a través de los restos, para contar todo lo que ha sido la tragedia de los paramilitares en Colombia… son apasionantes otros temas, pues los colombianos también se merecen otro tipo de historias que de otra forma no las podrían ver, por ejemplo la del gran tiburón blanco en Suráfrica, que puede sonar light, pero ir a bucear con un gran tiburón blanco en el cabo de las Tormentas en Suráfrica no tiene nada de light. En esto hay todo un mensaje ambiental.

Periodísticamente, su punto de vista es problemático porque usted siempre lo hace testimonial, ¿por qué lo hace?
Ni siquiera eso, alguien me decía que yo siempre era el protagonista de la historia. Y eso no es cierto; en alguna de las historias lo hago, pero me parece que es una generalización injusta porque, los programas en los que yo soy el que cuenta son muy pocos. Reconozco que esa fue la imagen que se quedó en la gente, Pirry diciendo “Hola, estoy aquí y voy a probar gusanos con las indígenas”. Esto lo hago cuando veo que hace mas interesante la historia porque me parece mucho mas divertido que el televidente lo vea a uno comiendo gusanos y uno le diga a qué sabe. Pero si usted se da cuenta en los programas como el de Cartagena, el de la heroína, el de las niñas de las farc, el de Garavito… usted no me va a ver aparecer por ninguna parte y mucho menos contar en primera persona; por el respeto al mismo protagonista de la historia o la misma historia, uno no cabe ahí.

Se dice que usted no sigue las reglas del periodismo porque opina, no es neutral y poco contrasta fuentes...
Yo sí tengo fuentes: desde oficiales hasta tropicales. Datos sí doy, para basar una denuncia la documento en datos. Eso sí, opino, no me aguanto las ganas y siempre tomo posición, ahora, no sé si es la posición correcta o no, pero trato que sea la posición correcta basada en los valores que tengo, en lo que sé y en la ley. Molesta que personalice, de que sea frentero porque el opinar solo está permitido para ciertas personas del poder, eso les quita a los demás periodistas su oportunidad de desarrollar un punto de vista propio.

¿Qué tipo de televisión quie re hacer?
Odio la gente que dice que solo se pueden ver telenovelas porque el público sufre ya demasiado con las noticias, que el pueblo colombiano es tan sufrido que hay que mostrarle solo entretenimiento y televisión light. Siento que uno tiene que decirle a la gente lo que no quiere oír, decirle la verdad que casi siempre está oculta en los personajes.

Usted trabaja en rcn que es el canal uribista, ¿cómo es eso?
Digamos que nadie puede negar que el canal tenga una posición oficialista, pero me parece que en este momento se libra una guerra sucia de opinión muy lesiva para el país en general; por ejemplo, nadie puede hablar bien de Piedad Córdoba porque es guerrillero o nadie puede hablar bien de Uribe porque lo tildan de paraco. Y eso también pasa con los medios de comunicación. Entonces que el canal rcn tenga una posición oficialista esconde el periodismo valioso que se hace y la gente que trata de hacer un trabajo sin causa. Lo que sí puedo decir es que en lo seis años que llevo en televisión, nunca me han censurado la primera vez y nunca me han llamado; es más, Gabriel Reyes, el presidente del canal, nunca sabe qué voy a presentar en los programas del domingo. Hasta el momento me he sentido respetado, hay espacio para que alguien como yo pueda decir las cosas sin tapujos. Creo que encontré un lugar y un estilo para decir las cosas.

Dice que le gusta leer, ¿eso ha hecho diferencia en su modo de hacer televisión?
Totalmente porque, primero, leer facilita el escribir o, por lo menos, lo mantiene a uno en el ejercicio de escribir; segundo, no leer hace que uno se pierda de muchas historias y muy buenas porque si no uno tendría que esperar que las hagan en cine o en telenovelas para poderlas encontrar; tercero, le da a uno mil maneras de contar lo que hay. Me acuerdo que cuando empecé a leer yo pensaba que dios era Gabriel García Márquez y su manera de escribir y su realismo mágico y cómo le vendía a uno la historia desde el principio. Pero luego uno va encontrando autores más modernos que dejan todos los engalles para concentrarse más bien en las historias, historias más secas, sin adornos, como las de Roberto Bolaño. Uno se va dando cuenta de que hay maneras diversas de narrar.

 

 

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