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¿Marca la crisis el fin de una era del capitalismo?

10 de octubre de 2008

WASHINGTON_ Pareciera que el mundo financiero se hubiese puesto de cabeza, con los adalides del mercado libre abogando ahora por algo que hasta hace pocas semanas era anatema: la intervención estatal en la economía privada.

El Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial están pidiendo a los gobiernos que intervengan con capitales públicos para salvar instituciones símbolo del mercado libre: bancos de inversión, financieras y bancos comerciales.

El presidente George W. Bush, abanderado del libre comercio y de que el gobierno tenga poca figuración en la vida nacional, está ejecutando programas de rescate financiero que pondrán esas instituciones, algunas veces totalmente, en manos del gobierno federal.

El diario Wall Street Journal informó que el gobierno estadounidense consideraba dar garantías temporales a todos los depósitos en bancos estadounidenses y miles de millones de deuda bancaria, en adición a la posible compra de participación en bancos individuales.

The New York Times dijo que el gobierno revisaba también una propuesta británica que incluye el repago de garantías de ciertos tipos de préstamos.

Y The Washington Post recordó que luego de asumir el control de los gigantes del empréstito Fannie Mac y Freddie Mac y proveer un salvavidas que está resultando ineficaz a la corporación de seguros AIG, el gobierno de Washington "es ahora efectivamente responsable de dar hipotecas y seguros de vida a decenas de millones de estadounidenses".

Al pasar a manos del gobierno los bancos --el símbolo del poder económico estadounidense y emulado por otros sistemas financieros de libre mercado en el mundo-- y prácticamente detenerse el flujo del crédito --la corriente sanguínea de ese poder--, puede que se esté asistiendo no necesariamente al fin del capitalismo sino al "fin del capitalismo al estilo estadounidense", dijo el diario washingtoniano.

Bush declaró en un discurso el viernes que su gobierno "continuará actuando (en el mercado) y resolverá la crisis usando agresivamente todos los instrumentos" posibles para evitar la parálisis en Estados Unidos.

Ello significa que todavía está por verse más acciones contra ese decálogo de principios que se forjó en 1989 a raíz de la crisis de la deuda de esa década y que el economista John Williamson denominó "Consenso de Washington".

Esos principios proponían, entre otros, disciplina en el gasto público; participación del estado sólo en áreas de educación, salud e infraestructura; reforma tributaria; tasas de interés fijadas por los mercados; tasas de cambios positivas; liberalización del comercio y privatización de todas las empresas estatales.

Esta semana, en que el FMI y Banco Mundial celebran su asamblea de gobernadores, Dominique Strauss-Kahn, director gerente del FMI ha pedido la intervención de los gobiernos con fondos públicos para la recapitalización de las instituciones financieras, pero dijo que debería hacerse con objetivos bien definidos y transparencia.

Ha admitido el fracaso del FMI al subestimar los alcances de la crisis, aunque dijo que el Fondo fue la institución que lanzó los pronósticos más pesimistas.

"Es justo decirlo que todos nosotros hemos subestimado la fuerza de la crisis, y no estoy orgulloso de decirlo", afirmó.

La evolución de la crisis ha tomado tan sorpresivamente al FMI que éste todavía no termina de imprimir documentos para la asamblea de gobernadores que en el pasado solían estar listos, hasta en edición de lujo, con más de una semana de anticipación.

Robert B. Zoellick, presidente del Banco Mundial, dijo que costará tiempo devolver la confianza en el sistema financiero y propuso "modernizar el multilateralismo y los mercados" para resolver este tipo de crisis y evitar que agrave la pobreza y se convierta en una crisis humana.

"La crisis fue originada por bienes en mal estado y falta de información sobre cómo y cuándo los bancos deberían eliminar esos créditos de modo que los mercados empezaran a funcionar otra vez", comentó. "Ahora está siendo avivada por la falta de confianza".

AP