Home

Noticias

Artículo

Lejos del radicalismo, Lula cerca de la reelección

El hombre a quien todos conocen sólo por Lula se ha ganado amplios elogios por lograr beneficios graduales para los pobres en uno de los países económicamente más desiguales del mundo, sin recurrir a medidas radicales y llevando a su partido a abrazar los principios y prácticas del libre mercado.

24 de septiembre de 2006

Río de Janeiro
 
Hace cuatro años, como candidato a la presidencia, Luiz Inacio Lula da Silva erizaba la piel de la comunidad financiera con la retórica incendiaria del dirigente sindical de izquierda.

Ahora, cuando procura la reelección este 1° de octubre, Lula da Silva es visto ampliamente como la opción moderada para una América Latina colocada entre una declinante influencia de Estados Unidos y un creciente radicalismo de Venezuela.

Bajo el primer presidente izquierdista electo en Brasil, más de seis millones de personas, dentro de un total de 185 millones, han emigrado de la pobreza extrema hacia la clase media, de acuerdo a un estudio del respetado Instituto Datafolha.

Programas sociales como el "Hambre Cero", que canaliza 325 millones de dólares mensuales a 45 millones de brasileños, son considerados la mayor transferencia de ingresos hacia los pobres en el mundo. Y esas multitudes explican el apoyo de las clases bajas que le ha permitido soportar el aluvión de acusaciones de corrupción caído sobre miembros de su partido y del gobierno.

Aún más, consiguió todo esto sin exprimir a los ricos ni lastimar la economía. Su elección en 2002 fue considerada la cresta de la resurgencia de la izquierda en América Latina, lejos del libre mercado. Pero hoy, comparado con Hugo Chávez de Venezuela y Evo Morales de Bolivia, a ratos parece casi un conservador.

Lula es tan popular que las encuestas indican que podría vencer la elección en la primera vuelta. La masa crítica de su apoyo está en aquellos a quienes juró que defendería desde el primer día de su gobierno: los más pobres, de donde él surgió hace muchos años.

"Lula representa la emergencia de sectores sociales que la sociedad latinoamericana había excluido", dijo Sergio Bitar, un alto funcionario del gobierno de la presidenta chilena Michelle Bachelet, otro líder socialista recientemente elegido. "Los orígenes de Lula y su emergencia comprueban la posibilidad de una democratización más profunda en America Latina y eso es algo que debemos valorar y apoyar".

Ex lustrabotas de escuela primaria inconclusa, Lula ganó la presidencia en la cuarta tentativa como campeón legítimo de la izquierda. Pero como presidente, desmintiendo todas las evidencias, declaró que nunca había sido izquierdista.

"Soy un soldador mecánico", dijo en una de las raras entrevistas que concedió.

Su mentor espiritual y amigo de siempre, el fraile dominico Carlos Alberto Libanio Christo, dijo que durante los dos años que trabajó al lado de Lula como secretario especial, "nunca oí pronunciar las palabras socialista o socialismo".

"Su gobierno sólo tuvo oídos para las políticas económicas ortodoxas y equilibrio presupuestario", escribió en un libro sobre su experiencia en el gobierno.

La mutación de Lula fue particularmente sorprendente en el campo financiero. Como líder opositor, tocó la nota desafiante del Tercer Mundo al abogar por el repudio a la deuda externa y apuntar hacia el Fondo Monetario Internacional como uno de los enemigos de su país. Como presidente, restringió los gastos públicos y generó excedentes presupuestarios suficientes para pagar de una sola vez los 15.000 millones de dólares que Brasil debía al Fondo Monetario Internacional (FMI).

Lula también apartó de su camino a compañeros de los primeros tiempos del Partido de los Trabajadores (PT), que había fundado en contraposición a la dictadura militar (1964-85). Una media docena de congresistas fue expulsada del PT en 2003 cuando de manera estridente se opuso a una reforma importante del sistema de pensiones tradicionalmente deficitario.

Fue un punto de inflexión. La inflación de dos dígitos cedió hasta la actual de 3,8%, una de las tasas más bajas de la historia de Brasil, y el real ganó valores récord ante el dólar.

Pero a mediados de 2005, el gobierno de Lula se vió envuelto en un torbellino de acusaciones de corrupción. El PT fue acusado de sobornar a congresistas para que apoyasen al gobierno. José Dirceu, el poderoso ministro jefe de gabinete y ex guerrillero, fue sometido a juicio político y expulsado del congreso. El ministro de Finanzas, Antonio Palocci, también fue obligado a renunciar.

Lula dijo que desconocía las supuestos delitos de los que sus colaboradores eran acusados, pero sostuvo que los financiamientos ilegales de campañas eran plato normal en la política brasileña y que a su partido se lo acusaba de haber hecho simplemente lo que otros antes hicieron.

Fue el adiós a la imagen de un partido que había hecho de la ética un mandamiento supremo.

Pero Lula sobrevivió, en gran medida por sus programas sociales. En una encuesta de Datafaloha de principios de septiembre, 48% dijo que Lula defendería mejor a los pobres que su rival en la campaña presidencial, Geraldo Alckmin, quien obtuvo sólo el 19%.

"Es el único político brasileño que cuando habla de pobreza es completamente honesto", dijo Antonio Delfim Neto, ministro de la dictadura quien después se volvió amigo de Lula. "En todos los políticos la idea de velar por los pobres es cínica. En Lula es real".

Lula ganó el aplauso internacional por su conducción firme de la macroeconomía y por su viraje a la derecha.

Fuera de Brasil, algunos políticos trataron de imitarlo. El candidato presidencial izquierdista de México, Andrés Manuel Lopez Obrador, se comparaba con el mandatario brasileño, pero perdió la elección por un pelo tras haber sido comparado con el radical presidente venezolano Hugo Chávez.

Chávez no ha vacilado en mostrar simpatía por Lula. En un reciente programa televisivo, dijo: "Lula va a ganar. Ya está ganando".

Pero un aliado importante de Chávez, el presidente boliviano Evo Morales, planteó un desafío ante Lula cuando nacionalizó la industria gasífera de su país y más tarde confiscó dos refinerías. Los rivales de Lula lo acusaron de ser demasiado blando con Morales por razones ideológicas. Pero horas después de una dura advertencia de Lula --"la paciencia tiene un límite", dijo-- Morales dio marcha atrás en la confiscación de las refinerías.

El cambio de Lula no significó abrazar la política de Washington. Chocó de frente con el presidente George W. Bush sobre la creación del Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), que llegó a identificar como un proyecto de Estados Unidos para anexarse América Latina.

En gran parte por la oposición de Brasil, ALCA no despegó nunca.

Entretanto, a pesar de las advertencias de Estados Unidos de que Brasil se arriesgaba al aislamiento comercial, las exportaciones brasileñas crecieron de manera vertiginosa y las reservas monetarias llegaban en septiembre a 72.800 millones de dólares.

FUENTE: AP