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Presidente del BBVA Francisco Gonzalez y el Consejero Delegado Angel Cano.

La visión del arte en dos siglos de independencia

Unas 60 obras maestras de la Colección BBVA se pueden ver en el Museo de Arte Moderno de Bogotá – Mambo, con motivo de las conmemoraciones del Bicentenario de la Independencia.

23 de marzo de 2010

En el marco de las celebraciones del Bicentenario de la Independencia de Colombia, BBVA presenta, Confluencias. Dos siglos de modernidad en la colección BBVA, una exposición realizada con obras de los fondos artísticos de las entidades pertenecientes al Grupo BBVA bajo la curaduría del profesor y ex director del Museo Thyssen Bornemisza de Madrid, Tomás Llorens.

La muestra, plantea un recorrido artístico por los siglos XIX y XX e ilustra los modos de abordar e interpretar plásticamente los sucesos históricos en el continente americano y en España, a través de los estilos más importantes desarrollados en sociedades tan diferentes y apartadas entre sí, con el objetivo de captar la modernidad.

La imaginación romántica

El recorrido de la exposición comienza con uno de los movimientos plásticos y literarios más largos del siglo XIX: el romanticismo, que renovó gran parte de las corrientes pictóricas y muy claramente el paisaje estético.

El retrato de Pantaleón Pérez de Nenin, un óleo pintado por Francisco de Goya y Lucientes (1746-1828), constituye un ejemplo clásico de este periodo, complementado con retrato de Simón Bolívar realizado por el venezolano Martín Tovar y Tovar (1827-1902), también de similar estilo, que fija una imagen del Libertador más o menos estereotipada, basada en grabados del pasado.

En este apartado, podemos ver también: Retrato de una dama, de Raimundo de Madrazo y una tablilla de Nicanor González (1864-1934), que capta el perfil de una mujer desconocida como si fuera un apunte de un rostro que llamó la atención del artista.

Entre las escenas de la vida cotidiana se han escogido diez estampas de la serie Los Caprichos de Goya, cuatro acuarelas de Pancho Fierro (1807-1879) y habría que destacar entre otras, la pintura de paisaje con óleos de Pablo Gonzalvo (1828-1896), la espectacularidad, de Ramón Martí i Alsina (1826-1894) y la escuela chilena de Giovanni Mochi. En este mismo capítulo se encuentra la obra del colombiano Ricardo Gómez Campuzano ( 1891-1981) Puente de piedra, testimonio del paisajismo neorromántico.


Entre naturalismo y simbolismo

En la segunda parte se aborda el naturalismo y el localismo como rasgos característicos de la época moderna. En este sentido cabría mencionar Estudio de una calavera (1883), un óleo de juventud de Joaquín Sorolla (1862-1923), que aúna simbolismo con un marcado lenguaje naturalista; una obra temprana de Darío Regoyos (1857-1913), Seguidillas gitanas, cercana al simbolismo belga de finales del XIX.

Francesc Gimeno (1857-1917) constituye el polo opuesto a Regoyos, ya que se centró en el más puro localismo, como se deduce al contemplar su paisaje Playa. Bagur, que tiene cierta continuidad en la obra de Enrique Martínez Cubells (1875-1947), cuyo Fin de jornada (1909) revela la combinación del estilo tardío de Sorolla con el de Zorn.

Rusiñol (1861-1931), Francisco Iturrino (1864-1924), Arturo Gordon (1883-1944) Anselmo Miguel Nieto (1881-1964), José Sabogal (1888-1956) y Alejandro González Trujillo (1900-1983), completan este periodo.

La primera mitad del siglo XX. Vanguardia y tradición moderna

Durante las primeras décadas del siglo pasado tuvieron lugar algunas de las manifestaciones artísticas más variadas, al plantear un debate entre vanguardia y tradición, tanto en Europa como en América, aunque tuvo singularidad propia en Latinoamérica y España. La atención de los artistas se centró especialmente en los procesos artesanales y en sus posibilidades de expresión.

María Blanchard (1881-1932) vivió en París en los años previos a la I Guerra Mundial. Aunque se integró plenamente en el cubismo después de terminar la contienda, ya se observa en Composition avec tache rouge huellas del cubismo sintético, cercano al de Juan Gris y Gleizes. Una trayectoria diferente fue la del granadino Manuel Ángeles Ortiz (1895-1984), cuyo óleo Cabezas múltiples, pintada en 1976, tiene una inspiración musical muy personal, como casi toda su obra.

México durante la primera mitad del siglo ofrece algunos ejemplos de la relación entre vanguardia artística y revolución política. La figura del Dr. Alt -Gerardo Murillo- (1875-1964), autor de Volcán Paricutín, David Alfaro Siqueiros (1896-1974) y Leonora Carrington (1917), compañera de Max Ernst y que realizó casi toda su carrera en este país.

Otros artistas latinoamericanos se incorporaron a la segunda generación surrealista, como el chileno Roberto Matta (1911-2002), cuyo óleo La imposible posibilidad denuncia el golpe de estado de Pinochet. Guayasamín (1919-1999), que estuvo influido por el muralismo mexicano y el indigenismo, como se deduce en su Maternidad, ejemplo del sincretismo.

La segunda mitad del siglo XX. La condición de la imagen

Según el comisario de la muestra, Tomás Llorens, lo que ha caracterizado a la sociedad de la segunda mitad del siglo pasado ha sido el crecimiento de las redes de comunicación y dentro de ese crecimiento la gran proliferación industrial de imágenes.

Del expresionismo abstracto, movimiento artístico norteamericano, conviene mencionar al español José Guerrero (1914-1991), instalado en Nueva York a partir de 1950 e integrado en el grupo expresionista neoyorquino. En su obra Comienzo, pintada en 1983, la primacía del color atenúa la iconicidad del cuadro.

Previamente a la llegada de Guerrero a España, la tendencia dominante era el informalismo español, rama de un movimiento europeo que dominó el panorama artístico durante la década de los 50 y 60.

Dentro de ese grupo, hay de resaltar a Antoni Tàpies (1925), cuya obra Forma gris blavós (1955) sugiere la cabeza de un ángel de Paul Klee, dentro de esa textura matérica que caracteriza su obra; la fuerza y variedad del grupo El Paso, fundado en 1957, del que destacan Manuel Millares (1926-1972), del que se exhibe una arpillera titulada Cuadro 2, en las que insinúa imágenes antropomórficas, que gracias al negro y el blanco acentúa la atmósfera expresiva, colores que también emplearía Antonio Saura (1930-1998), un autor que alterna la tensión de lo figurativo con la influencia de Goya, Velázquez y Picasso, lo que queda muy patente en su Dora Maar 15.5.83.

Otros miembros de este grupo que también están presentes en la exposición, son Luis Feito (1929), el granadino Manuel Rivera (1927-1995), que pronto abandonó las técnicas habituales de la pintura al óleo, para concentrar sus energías en sus composiciones con tela metálica y el peruano Fernando de Szyszlo (1925) quien evolucionó hacia una abstracción libre, cercana al informalismo, como denota Composición abstracta o Paisaje ritual (1964-1965).

El arte centrado en la percepción visual está representado por tres artistas coetáneos: el venezolano Carlos Cruz Díez (1923) y los valencianos Eusebio Sempere (1923-1985) y Andreu Alfaro (1929) sin dejar de lado a Libero Badií (1916-2001), del que se ha elegido una obra tardía como Ariadna (h. 1969-1975), en la que experimenta con diferentes materiales: maderas recortadas y pintadas, que recuerdan a ciertos juguetes tradicionales, con ecos del futurismo italiano.

El Pop Art, considerado un movimiento norteamericano, se desarrolló con profusión en las dos orillas del Atlántico. El Equipo Crónica, constituido en Valencia por Manolo Valdés, Rafael Solbes y Juan Antonio Toledo en 1964, se hace presente con Cayetana (1975-1976. El caso de Eduardo Arroyo (1937) resulta muy ilustrativo, ya que vivió gran parte de su vida en París y fue uno de los principales impulsores del movimiento Figuration Narrative, contemporáneo del Pop Art, aunque más crítico frente a los acontecimientos políticos o culturales concretos. Al regresar a España en 1976 realizó obras irónicas y alusivas como La Nuit espagnole (1986), donde apunta el fracaso de la construcción de una identidad nacional española en la era contemporánea.

Por último, la trayectoria de Luis Gordillo (1934), que aborda la pintura como lenguaje y se mantiene indiferente a las condiciones socio políticas. Del sevillano cuelga un tríptico: Mouse-paisaje-globo (1986), en un momento álgido de influencia en las nuevas generaciones de pintores españoles. En Gordillo se vislumbra un estilo pictórico ecléctico, pero sólidamente definido y eficaz.