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| Foto: Andrés Mejía Vergnaud *

El futuro de Venezuela

Andrés Mejía Vergnaud *
7 de diciembre de 2007

No es mi intención hacer profecía sobre el rumbo que tomarán los acontecimientos en Venezuela. Nadie podría aspirar a esa clase de certeza futurista. Sin embargo, hay un ejercicio que sí resulta perfectamente válido: el de considerar los hechos más recientes de importancia y, a partir de ellos, formular preguntas que orienten nuestras reflexiones y nuestra atención en el futuro próximo, de modo que podamos comprender mucho mejor el desarrollo de los acontecimientos.

Por supuesto, el suceso del cual parte este ejercicio es el referendo del pasado 3 de diciembre, gran sorpresa para el mundo entero con toda razón: Chávez nunca había sido derrotado en un certamen electoral; además, el grado de control del Estado y de todas las instituciones que su gobierno ha alcanzado hace que cualquier balanza en Venezuela se incline claramente a su favor. Pero el contenido de la reforma constitucional que se sometió a votación resultó inaceptable incluso para muchos chavistas: hay personas muy dispuestas a aceptar y apoyar un cierto tránsito hacia el socialismo, pero que no darían su apoyo a una propuesta que busca que tal tránsito se haga por las vías del totalitarismo.

Una primera y natural pregunta es la de qué orientación seguirá el proyecto chavista tras la derrota en el referendo. Ya Chávez se ha encargado parcialmente de responder esta pregunta: ha afirmado con su acostumbrada virulencia que no declinará en su proyecto de reforma, y que buscará otras vías para dar vigencia a sus disposiciones. Esto, según las primeras discusiones que se han suscitado, podría tropezar temporalmente con ciertas normas actualmente vigentes en la Constitución, que impiden volver a presentar ante la Asamblea Nacional, dentro de un mismo período, una reforma constitucional que no fue aprobada.

La insistencia de Chávez es un indicio del carácter totalitario de su proyecto: ni siquiera se conmueve ante el rechazo ciudadano. Así proceden los iluminados, los fanáticos que creen tener en sus manos la solución total a los problemas de la humanidad. Obsérvese las espantosas expresiones con que se ha referido a la victoria del NO, expresiones que por supuesto no repetiré aquí, y que dan una necesaria lección a quienes se apresuraron a elogiar las supuestas virtudes democráticas del Chávez derrotado; caso extremo fue el de Daniel Samper (El Tiempo, dic. 5), quien se apresuró a calificar a Chávez como “estadista”, cosa semejante a calificar a Finlandia de isla tropical.

En segundo lugar, vale la pena preguntarse de qué modo esta derrota incidirá en el juego político interno de Venezuela. El resultado no sólo dio a la oposición un ánimo que había perdido, y le enseñó a esta invaluables lecciones, sino que mostró a un Chávez débil e inseguro, lo cual no veíamos hace muchos años. Quienes esperamos en vela el desenlace de esta historia, durante la madrugada del lunes 4, nos sorprendimos al ver a este hombre, siempre enérgico en exceso, mostrar un aire nervioso y dubitativo, sudoroso y algo desorientado. Por esos fuertes efectos que tiene la simbología política, la oposición y la sociedad civil venezolana verán que Chávez no es invencible, y es muy probable entonces que emprendan nuevos esfuerzos.

Ahora bien: pese a las repetitivas negaciones que ha pronunciado el gobierno, no cabe duda de que se ha sembrado una sombra de rumores sobre lo que ocurrió en esas silenciosas horas de la madrugada. Aún resulta inexplicable por qué un conteo tan sencillo se demoró tanto en ser divulgado, y eso inevitablemente da lugar a toda clase de conjeturas. De acuerdo con una nota publicada en El Tiempo.com (6 de diciembre), Luis Miquilena, otrora mentor político de Chávez, afirma que el presidente “estuvo a punto de vulnerar” el resultado. Pese a que no haya más que rumores sin pruebas, no hay duda de que estos debilitan todavía más la poca reputación democrática que le queda al gobierno chavista.

Otra pregunta de importancia es la de qué ocurrirá cuando este ambiente político agitado se agrave por causa de lo que muchos consideran ya inevitable: un fuerte sacudón de la economía venezolana. Esta, hoy por hoy, se asemeja a esas zonas del mundo en las cuales se acumula una elevada tensión entre placas tectónicas, y no parece haber más desenlace posible que el de un sismo: la inflación oficial estará alrededor del 20 %, a pesar de los controles de precios; el desabastecimiento de alimentos y productos básicos es ya grave, y empeora; la enorme diferencia entre la tasa de cambio oficial y la del mercado negro es un indicador de las intensidad de esas tensiones. Y todo este problema está en manos de un gobierno que no se caracteriza por su actuar racional, que está empeñado en imponer modelos y políticas económicas absurdas, y que tiene un respeto ínfimo por las instituciones democráticas. De modo que el sacudón, cuando ocurra, será sin duda muy fuerte.

*Instituto Libertad y Progreso
andresmejiav@gmail.com