Home

Noticias

Artículo

China podría tener la mayor economía del mundo en 20 años

Si China sigue mantiene su ritmo económico pasará a ser la mayor economía del mundo dentro de veinte años sobrepasando a Estados Unidos, según proyecciones de Goldman, Sachs & Co., un banco de inversiones de Wall Street.

2 de septiembre de 2007

KARRATHA, Australia _ Y al contrario que Japón, que progresó en la década del 80 para estancarse, China todavía cuenta con una enorme masa de trabajadores y una clase media en expansión que apenas está empezando a configurarse.

Muchos economistas creen que China todavía tiene por delante veinte años de intenso crecimiento económico.

Si continúa el crecimiento chino, su mercado de consumo será el segundo del mundo para el 2015. Los chinos ya consumen el 32% de todo el arroz que se produce en el mundo, utilizan el 47% del cemento para construir y fuman uno de cada tres cigarrillos.

El interés chino por las maderas caras para construir los pisos de lujosos edificios de departamentos le ha hecho penetrar en la selva amazónica. Por ejemplo, en la aislada comunidad de Novo Progresso, uno de los mayores molinos ha empezado a operar con financiación de inversionistas chinos.

China representa el 30% de la madera exportada en la remota selva húmeda.

"Hace diez años nadie sabía de China en Brasil; después estalló la demanda y están comprando en cantidad", dijo Luiz Carlos Tremonte, que dirige una asociación de la industria. "Esta madera es excelente para pisos, y a ellos les encanta".

El índice bursátil brasileño Bovespa ha trepado más del 300% desde el 2002 gracias al impulso chino.

Aquí en el interior de Australia, se está expandiendo una planta de gas natural líquido para alimentar la voracidad china de energía.

Durante años, el auge económico chino ha repercutido sobre la vida en occidente sobre todo con los productos importados "Made in China" desde ropas hasta computadoras. Pero ahora, el crecimiento económico insinúa un cambio en el equilibrio de poder de China con el resto del mundo.

El alcance chino se extiende ahora desde el desierto australiano hasta el Sahara pasando por la selva amazónica, regiones que están suministrando bienes a China y no a la inversa. China ha aumentado su presencia política y diplomática, notablemente en Africa, donde está canalizando miles de millones de dólares en ayuda. Y cada vez más está influyendo sobre el estilo de vida de gente en todo el mundo _tal como Estados Unidos lo hizo antes_ como con las clases de chino mandarín que se enseñan en escuelas desde Argentina hasta el estado de Virginia.

China, al igual que Estados Unidos, está aprendiendo que ser potencia mundial tiene sus ventajas y sus desventajas. Las repercusiones del dentífrico en mal estado han sido severas, al igual que las críticas por el apoyo chino a regímenes como el de Sudán.

Para comprender por qué la influencia china está desbordando sus fronteras es cuestión de apreciar las matemáticas. Cuando 1.300 millones de personas quieren algo, el mundo lo siente, en especial con el surgimiento de una clase media cada vez más numerosa.

China compra equipos de minas de carbón a Polonia y está perforando en busca de petróleo y gas en Etiopía y Nigeria. Ha invertido cientos de millones de dólares en la industria cuprífera de Zambia. Es el mayor mercado mundial para teléfonos móviles, y la lista sigue.

Además de buscar otros países para importar los productos que necesita su población, China también explora el mundo en busca de mercados para sus productos.

En la convulsionada Liberia, donde escasea la electricidad, los generadores chinos mantienen la economía nacional en movimiento. Los modelos occidentales más costosos, que prefieren las agencias de ayuda y los diplomáticos, están fuera del alcance de pequeños comerciantes.

Mohamed Kiawu, que opera un puesto telefónico en la capital Monrovia, dijo que un generador chino usado cuesta 50 dólares. "Pero ni siquiera 250 dólares alcanzan para comprar un generador usado estadounidense o europeo. No son para gente como yo".

Aunque los generadores chinos son más proclives a averiarse, Kiawu pronosticó que al ofrecer productos para la gente ordinaria, China "conquistará pronto el corazón de la gente común en el Africa".

China debe compensar décadas de estancamiento económico después que los comunistas tomaron el poder en 1949.

Cuando el líder chino Deng Xiaoping empezó a instrumentar reformas económicas en 1978, los agricultores apenas sobrevivían. Para el 2005, los ingresos se habían sextuplicado a unos 400 dólares anuales para la gente del campo y a 1.275 para los chinos urbanos, según la Oficina Nacional de Estadísticas.

"Los chinos no quieren guerra, sólo quieren el poder comercial", dijo David Zweig, profesor en la Universidad de Ciencia y Tecnología de Hong Kong. "En el pasado, si una nación quería expandirse tenía que ocupar territorio. Ya no hace más falta apoderarse de colonias. Sólo basta tener productos competitivos para comerciar".

La transición hacia una presencia cada vez mayor en el escenario mundial conlleva sus dificultades, tanto para China como para el resto del mundo.

A medida que aumenta el papel chino en el mundo en desarrollo, algunos países occidentales temen que pueda socavar los esfuerzos para promover la democracia. En su intento por asegurarse mercados y conquistar aliados, China está intensificando su asistencia para el desarrollo al Africa y Asia.

El presidente chino Hu Jintao prometió el año pasado duplicar su ayuda al Africa entre el 2006 y el 2009, con 3.000 millones de dólares en préstamos, 2.000 millones para créditos de exportación y un fondo de 5.000 millones para estimular las inversiones chinas en Africa.

China también ha prometido a Camboya un paquete de ayuda de 600 millones de dólares y accedió a extender un préstamo de 500 millones a las Filipinas para un proyecto ferroviario.

Pero China también extiende su ayuda a naciones como Mianmar, Zimbabue y Sudán cuya situación de derechos humanos les ha hecho perder la ayuda de occidente. China compra dos tercios de la producción petrolera sudanesa.

"De algún modo será integrarnos en un nuevo orden internacional en el que dejará de considerarse la norma la democracia tal como la conocemos o el derecho a organizar abiertamente actividad política", dijo James Mann, autor de "La fantasía china" (The China Fantasy), un libro sobre China y occidente.

China también enfrenta la misma inquietud que han sentido otras potencias. En Africa y Asia, algunos se quejan de que masivos proyectos de infraestructura financiados por China involucran principalmente trabajadores y empresas chinas, en vez de crear empleos y riqueza para la población local. Y Moeletsi Mbeki, comentarista político y hermano del presidente sudafricano Thabo Mbeki, equipara el comercio de recursos africanos por productos chinos terminados a los antiguos acuerdos coloniales.

"Esta ecuación no es sostenible", dijo Mbeki en una reciente reunión del Banco Africano de Desarrollo en Shangai. "Africa necesita preservar sus recursos naturales para usar en el futuro en su propia industrialización".

Los contratiempos también sobrevienen en el frente de consumo, debido a que los productos chinos han ganado fama de dudosa calidad. En Estados Unidos causa furor la calidad de las importaciones chinas. En Bolivia, los vendedores quitan la etiqueta _o la pintan por encima_ que revela "Made in China".

Una mujer que vende bicicletas en El Alto, una ciudad pobre en las afueras de La Paz, insistió en que eran fabricadas en Japón, Corea del Sur, Taiwán o incluso India. Ante la insistencia del periodista, admitió que eran todas chinas. "Pero si digo que son chinas, no se venden", explicó, negándose a dar su nombre por temor a perjudicar su negocio.

Incluso quienes se benefician del crecimiento chino manifiestan cierta inquietud. La enorme firma aeroespacial Boeing espera que China sea en los próximos veinte años el mayor mercado de aviación comercial después de Estados Unidos, con la compra de aviones comerciales por más de 100.000 millones de dólares, dijo recientemente el enviado comercial estadounidense Karan Bhatia.

"Ahora mismo estamos contratando todas las semanas", dijo Connie Kelliher, dirigente sindical. "Las cosas no podrían ser mejores".

Pero los trabajadores de Boeing se preocupan por las ambiciones chinas de construir sus propios aviones. "Es como una espada de doble filo", afirmó Kelliher. "Queremos el negocio y venderles aviones, pero existe la preocupación real de darles tanta tecnología que empiecen a construirlos ellos mismos".

Eso es lo que ocurrió con los fabricantes automotores occidentales y japoneses, que penetraron en el mercado chino sólo para ver que sus diseños eran copiados y sus tecnologías robadas. Los fabricantes chinos ya han exportado 325.000 unidades el año pasado, mayormente camiones y autobuses de bajo costo a Latinoamérica, Africa y Asia.

"Estamos consiguiendo una porción mayor de la torta", comentó Yamilet Guevara, gerente de ventas de Cinascar Automotriz, que ha abierto 20 salas de exhibición en Venezuela en los últimos 18 meses, ofreciendo vehículos de seis fabricantes chinos. "Ya piden por marca. Ya no buscan más el automóvil chino. Ahora especifican el Tiggo, el QQ".
 
AP