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| Foto: Simone Bruno

INMIGRANTES EXISTOSOS

Simone Bruno: ni italiano ni colombiano, residente latinoamericano

Simone Bruno llegó a Latinoamérica a finales de los 90, atraído por los cambios que cada país de la región experimentaba y que contrastaban con la estabilidad de su natal Italia.

31 de mayo de 2017

Simone Bruno hace parte del grupo de europeos hijos de quienes vivieron la Segunda Guerra Mundial, hijo único y con padres mayores a los de la mayoría de sus amigos, pues los suyos le llevan cerca de 40 años, y eso marcó la diferencia entre su vida y la de quienes le criaron.

Creció en una Italia que tuvo un estado social fuerte, que se reconstruyó después de la guerra y desarrolló su economía con la ayuda de Europa Occidental y el Bloque Soviético. Sin embargo, recuerda que en las paredes de su barrio en Roma pegaban afiches de movimientos políticos de derecha e izquierda y él, que jugaba a quitarlos, recibía el llamado de atención de su mamá, y al crecer entendió que su gesto no solo “molestaba” a quienes habían pegado los afiches, sino que era un gesto de militancia en el movimiento contrario.

Fuente: Archivo personal

Simone siempre sintió la inquietud que no tuvieron sus papás para salir más allá de su país. “No encajaba en el prototipo de la sociedad, que te decía esto es lo que tienes que hacer: tener hijos, tener un trabajo de nueve a cinco y vacaciones una vez al año”, recuerda el periodista. Eso le llevó a dejar los empleos de ingeniero que consiguió después de la universidad, para irse de viaje.

Mientras sus papás apenas viajaron hasta Francia, Simone se ha pasado por lo menos los últimos 20 años de país en país. Llegó por primera vez a América en un viaje de un año que lo llevó desde Nueva York, Estados Unidos, hasta el sur de Centroamérica y aunque en su adolescencia pensaba que hablaba español, al llegar a Monterrey, México se dio cuenta de lo equivocado que estaba.

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Regresó a Italia, trabajó allí un tiempo y regresó a Latinoamérica. Esta vez el destino fue Brasil. En el Foro Social de Porto Alegre se reunían por primera vez movimientos sociales de todo el mundo y en la segunda reunión Simone empezó su trabajo como fotógrafo. La experiencia lo llevó a planear su regreso al continente y una nueva oportunidad laboral lo desvió a Colombia.

La extensión en el tiempo de trabajo del empleo que le ofrecieron como fotógrafo, una beca de maestría en Estudios Latinoamericanos en la Javeriana, y otros proyectos, dejaron a Simone con su residencia principal en Colombia y con oficio permanente como periodista audiovisual.

“El periodismo creo que empezó como una forma de contarme a mí mismo lo que estaba pasando y lo que veía, pude hacer más o menos práctica durante los dos años de la maestría y de ahí en adelante empecé a trabajar más en medios y tener más contactos”, explica Simone.

Fuente: Archivo personal

Ni de aquí, ni de allá

“Me fui distanciando de Italia cada vez más. Es como si tu país es un barco que lentamente va hacia una dirección y tú te subes a otro barco, es decir a otro país, y empiezas a alejarte en otra dirección y cuando vuelves a tu país, ya se ha movido y no es el de antes”, dice el periodista.

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La consecuencia es que Simone Bruno llega a su natal Italia y la ve con los mismos ojos que un turista, nota cómo han cambiado las dinámicas de sus compatriotas, y ya incluso le cuesta entender algunas de sus costumbres y nota con asombro ciertos cambios.

Pero tampoco se siente colombiano, pese a que llegó a finales de los noventa al país. “Creo que eso es común entre quienes se van a vivir a otras partes, es como que estás un poco flotando entre dos mundos. Es un proceso que hasta tiene su dificultad, el de cortar tus raíces sin realmente poder crear unas raíces de la misma fuerza en otras partes y un poco te sientes así: como volando entre dos culturas sin pertenecer realmente a ninguna”, explica Simone.

Su trabajo como periodista freelance lo ha llevado a conocer todo tipo de culturas y a establecerse por temporadas en otros países, como pasó hace unos años en Estados Unidos, pero vuelve siempre a Colombia.

Aquí ha realizado varios documentales que vende a Al Jazeera, como el documental sobre La Escombrera en Medellín, y trabaja cada tanto con la agencia internacional Bloomberg. Incluso fue profesor de periodismo audiovisual en varias universidades de Bogotá.

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Esa labor lo llevó a estudiar lo que tan bien había aprendido a hacer de la mano de otros grandes profesores y que ahora quería enseñar a sus estudiantes. Así descubrió muchas veces por qué hacía lo que hacía, por qué ubicaba la cámara de cierto modo y por qué prefería ciertas técnicas narrativas.

No tener raíces te lleva a ver todo con ojo crítico

Para Simone el no sentirse italiano y tampoco colombiano tiene una ventaja: puede verlo todo con ojo crítico. Con ese mismo ojo con el que produce esas historias que vende a medios internacionales sobre la Colombia que estuvo en la guerra durante más de 50 años y ahora la dejó, el mismo con el que ve a su Italia periférica y racista.

“Me duele mucho Italia, me duele mucho un país que es de los principales migrantes”. Entre las dos guerras, pero especialmente después de la Segunda Guerra Mundial, hubo millones de italianos que emigraron a Estados Unidos, Alemania, Francia, Australia, Canadá, Argentina, Chile y Brasil.

“En el sur de Brasil son todos italianos y tú vas allá y hay familias de italianos que tienen cantos tradicionales de sus regiones que seguramente se han perdido en las regiones originales y ellos se lo pasan de generación en generación e Italia ha perdido contacto con sus migrantes”, agrega el periodista.

Sin embargo, otra es la historia con los inmigrantes de Italia. Aunque se les puede ver engordando la cifra de residentes clase media, son discriminados constantemente. Este es uno de los graves problemas que enfrenta el país europeo ahora pues esta población mantiene una fuerza laboral que garantiza el crecimiento económico y la financiación de sus pensiones.

Al otro lado está Latinoamérica. Una región que pasó por grandes cambios luego de superar sus dictaduras y ahora, en su mayoría, es ejemplo. Ecuador con sus grandes obras de infraestructura, Colombia con su acuerdo de paz e incluso Venezuela que hace unos pocos años pasó de brillar en la región a convertirse en un punto de agitación social.

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