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El apoyo del gobierno Santos, en particular del vicepresidente Angelino Garzón, está impulsando a muchos empleados a sumarse a la actividad sindical en sus empresas.

Coyuntura Nacional

Poder sindical

El resurgir de los sindicatos en el país tiene preocupados a los empresarios. Aunque se trata de una oportunidad para garantizar los derechos de los trabajadores, también es un riesgo para las empresas si se vuelve a la intransigencia y beligerancia de antaño.

17 de agosto de 2011

“Durante mucho tiempo, los trabajadores sindicalizados de Colombia nos miramos demasiado el ombligo. Sin lugar a dudas nos faltó un mejor relacionamiento con el conjunto de la sociedad”. El mea culpa es de Julio Roberto Gómez, presidente de la Confederación General del Trabajo (CGT), quien reconoce que esa fue una de las razones para que el movimiento sufriera un deterioro de representatividad en los últimos años. En la década de los 70, de cada 100 empleados en el país, al menos 20 estaban afiliados a un sindicato. A comienzos de este siglo, la tasa de sindicalización apenas llegaba a cinco trabajadores por cada 100. Las cosas están cambiando.

Los compromisos que Colombia asumió con Estados Unidos para lograr un avance en el Tratado de Libre Comercio (TLC), así como la actitud del gobierno Santos, están impulsando a muchos empleados a sumarse a la actividad sindical en sus empresas. De hecho, la Procuraduría General de la Nación, en asocio con la agencia Usaid de los Estados Unidos, está promoviendo la afiliación de trabajadores a los sindicatos, como un mecanismo para proteger y garantizar los derechos laborales en el país, que se han visto seriamente amenazados por la intermediación laboral; por esta vía, a muchos no se les estaba reconociendo ni siquiera la afiliación a la seguridad social o las horas máximas de trabajo semanal. Los resultados se empezaron a ver. Por ejemplo, los 2.700 trabajadores que Fabricato incorporó recientemente de manera directa a su nómina, pasaron al sindicato, lo que dejó a esa agremiación laboral con casi 6.000 miembros.

También fue creado el sindicato de Fenalco Bogotá y, luego de las protestas en Puerto Gaitán, miles de trabajadores terminaron asociados a la Unión Sindical Obrera (USO). A esto se suma que recientemente se reguló el derecho a la huelga a los 800.000 empleados estatales. Sin lugar a dudas, las cosas están cambiando. De ahí que los empresarios hayan mostrado su preocupación, pues en esta tendencia hay dos caras de la moneda. Por un lado, es indiscutible cualquier avance a favor de los derechos de los trabajadores. Nadie puede poner en tela de juicio lo que se haga en este frente. Sin embargo, el renacer del sindicalismo implica una amenaza real, si todo esto sirve para volver a los viejos tiempos, cuando los trabajadores solo pensaban en el flujo de caja inmediato. Eso dio al traste con empresas importantes y de gran tradición en el país: abusivas convenciones colectivas beneficiaban a los trabajadores en el corto plazo, pero volvían inviables las compañías.

Si este resurgimiento del sindicalismo es para imponer una nueva tendencia de sindicatos modernos con una agenda que incluya, por ejemplo, temas ambientales y de competitividad, con el objetivo de pensar el lago plazo de sus compañías, bienvenido. Pero volver a los sindicatos intransigentes es, sin duda, un paso atrás. Si el país está hablando hoy de responsabilidad social empresarial, ante este nuevo boom es necesario empezar a hablar de responsabilidad social sindical. Ese es el reto.