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La baja popularidad del actual Jefe del Gobierno español ha hecho mella en la candidatura de su ex ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba.

Mundo / España

Poco que celebrar

El próximo 20 de noviembre se elige Jefe del Gobierno en España. El ganador recibe una economía hecha trizas y un país ad portas de la recesión.

28 de octubre de 2011

El triunfo de Mariano Rajoy está más que cantado para las elecciones generales del próximo 20 de noviembre en España. Recientes sondeos de intención de voto dan como seguro ganador al primer cargo del gobierno español, superando al candidato del Partido Social Obrero Español (Psoe), Alfredo Pérez Rubalcaba.

Para Rajoy, de 56 años, un curtido político del conservador Partido Popular (PP) esta es la tercera postulación y podría ser la vencida, luego de que en dos oportunidades anteriores se había enfrentado sin éxito a José Luis Rodríguez Zapatero. Su contendor, el ex ministro de Interior Pérez Rubalcaba –de 61 años–, hereda la baja popularidad del actual mandatario, José Luis Rodríguez Zapatero, pese a haber jugado un papel protagónico en la derrota del grupo terrorista Eta, que el 20 de octubre anunció el cese total de su actividad armada.

Pero hay quienes creen que tras su triunfo electoral, Rajoy no tendrá mucho que celebrar. La actual coyuntura económica, política y social de ese país implicará un desafío monumental para el nuevo gobernante, que tendrá que continuar con las impopulares políticas de austeridad fiscal si quiere sacar al país de la crisis. ¿Qué le espera al nuevo mandatario?

Todo hace pensar que el ganador de las elecciones y reemplazo de Rodríguez Zapatero –quien renunció a presentarse a un tercer periodo– tendrá que montarse en un verdadero potro salvaje. Primero, porque debe continuar la dura política fiscal para enfrentar la crisis más aguda de la economía española en décadas. Y, segundo, porque los esfuerzos en materia económica solo se verán al cabo de unos años, lo que podría resultar desgastante.

Los cálculos sobre el comportamiento de la economía española para el próximo año no son halagüeños. Un estudio divulgado hace unos días por ocho institutos germanos de análisis económico señala que el crecimiento de la economía española para este año no superará el 0,7%, su tasa de desempleo se ubicará alrededor del 21% –lo que podría aumentar el descontento social porque ya son más de 5 millones de desempleados– y el déficit fiscal podría estar por encima del 6% exigido por las autoridades europeas.

Pero en 2012 la situación no será mejor. El mismo informe sostiene que el próximo año el déficit fiscal podría estar por encima de la meta fijada (4,4%), mientras que el crecimiento no superaría el 0,1%, agudizando la recesión de la economía, y la tasa de desempleo podría subir medio punto más, para llegar a 21,5%.

Este oscuro escenario, sin embargo, contrasta con el que avizoran en sus programas de gobierno los dos principales candidatos, quienes antes que fórmulas de austeridad, han planteado a su electorado iniciativas que fomentan el gasto. Pérez Rubalcaba se ha comprometido a mantener el poder adquisitivo de las pensiones con sucesivas revalorizaciones; crear becas salario de hasta 6.500 euros; estimular la venta y alquiler de viviendas para impulsar el sector inmobiliario y terminar obras viales y ferroviarias, según medios españoles. Rajoy, por su parte, asegura que subirá las pensiones de acuerdo al índice de precios; no planea tocar los impuestos de renta ni el IVA e, incluso, propone bajar en cinco puntos el Impuesto de Sociedades y ofrecerá una ayuda de 3.000 euros por trabajador contratado a las nuevas empresas.

Estas promesas contrastan con los pedidos de austeridad de los empresarios para enfrentar la cuesta de 2012. Isak Andic, el fundador de Mango y presidente del Instituto de la Empresa Familiar, divulgó hace unos días un listado de las prioridades identificadas por los hombres de negocios, que arranca pidiendo la reducción del gasto y racionalización de la administración pública; reforma profunda y ambiciosa del régimen laboral; celeridad en la capitalización de los bancos; eficiencia del gasto en salud y reforma a este sistema, así como una reestructuración a fondo del marco fiscal, entre otros temas.

Aunque los electores saben que las promesas de campaña no siempre coinciden con las ejecutorias del gobernante, muchos esperan del nuevo Jefe del Gobierno un manejo equilibrado de las finanzas para lograr que España salga por fin del hueco económico en que se encuentra.