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Timothy Geithner, secretario del Tesoro estadounidense, no la tiene nada fácil. A la ardua discusión en el Congreso por el techo de la deuda, se suman ahora los temores mundiales por una nueva caída de la economía norteamericana.

Coyuntura Internacional

Lo peor está por venir

Aunque se logró un acuerdo para subir el techo de la deuda, los problemas siguen para la economía estadounidense. El temor a una nueva recesión y una posible descalificación continúan sembrando el pánico en los mercados.

3 de agosto de 2011

Al mejor estilo de Hollywood, congresistas y gobierno estadounidenses pasaron del drama a la acción. Tras un mes de discusiones en que nadie cedía posiciones, a última hora llegaron a un acuerdo para salvar a su país y al planeta del desastre económico. Literalmente, el mundo entero respiró tranquilo por un momento. Pero, como en las películas de terror, la última imagen que queda es la de un peligro al acecho.

Ese último peligro es una nueva recesión de la mayor economía del mundo y una posible descalificación de su deuda.

La amenaza corre por cuenta de la calificadora Standard & Poor’s (S&P). Desde mucho antes de que se llegara a un acuerdo para subir el techo de la deuda (que aumentó en US$2,4 billones), la agencia dijo que, aunque se solucionara ese tema, seguiría considerando la posibilidad de bajarle la nota a Estados Unidos, país que desde 1917 tiene la mejor calificación posible (AAA).

“Si Standard and Poor’s se mantiene en su advertencia, habría que decir que una baja de la calificación es ahora más probable. Creo que van a esperar a ver qué pasa con las negociaciones de presupuesto”, opina Stephanie Flanders, editora económica de la BBC de Londres.

S&P mantiene su amenaza porque considera que Estados Unidos necesita un plan creíble de ajuste fiscal que incluya recorte de gastos o incremento de impuestos por unos US$4 billones en una década. Lo que se aprobó es apenas un recorte de US$2,1 billones y, además, por etapas, lo que para muchos es insuficiente.

Las calificadoras querían ver un aumento de impuestos y sobre todo un compromiso de establecer un nivel tope de deuda como porcentaje del PIB, y ninguna de las dos cosas está en el acuerdo.

Los más apetecidos

No obstante, si S&P o sus colegas Moody’s y Fitch deciden bajar la calificación del Tío Sam, las consecuencias no serían tan graves. Así sus papeles ya no sean AAA, ni los más seguros del mundo, tienen una enorme ventaja a favor: son muy apetecidos por los inversionistas.

El mercado de los bonos de deuda estadounidenses (treasuries o tesoros) suma unos US$9,3 billones. Eso equivale a cinco veces la cantidad de papeles Triple A en el mercado en todo el mundo. Si a esto se le suma la liquidez, los tesoros gringos no tienen quien les gane: a diario se transan US$580.000 millones. Es decir, 17 veces más que los siguientes bonos más líquidos, que son los del Reino Unido.

De hecho, las estadísticas de Bloomberg indican que los inversionistas no se marearon con la discusión en el congreso norteamericano. Por el contrario, prefirieron sacarle jugo al mercado y compraron más Tesoros. Esto bajó sus tasas de interés y mejoró la rentabilidad. Julio ha sido el mes de 2011 en que más se han comprado bonos de deuda estadounidenses y con ellos ganaron US$183.000 por cada US$10 millones invertidos.

“La descalificación no es un problema y la prueba es que a Japón le bajaron su nota en 2002 y sus bonos se siguieron vendiendo. El endeudamiento es solo un síntoma de la verdadera enfermedad de la economía estadounidense: que no crece lo suficiente”, sostiene Srinivas Thiruvadanthai, director de investigaciones del Jerome Levy Forecasting Center.

El verdadero escollo?Así las cosas, el verdadero escollo que enfrenta la economía estadounidense es la posibilidad de una nueva recesión. Los más reconocidos economistas del planeta –Echengreen, Rogoff, Fischer, De Long, Mankiew, Mohamed El Erian– están escribiendo ríos de tinta sobre esta posibilidad.

En el primer semestre del año, el PIB estadounidense avanzó menos de 1%, uno de los niveles más bajos del mundo. Prueba de que las cosas no siguen bien en esta segunda mitad del año es que el índice ISM –que mide el avance de la industria manufacturera– registró en julio un dato de 50,9, frente a 55,3 del mes anterior. Se trata de una de las cifras más bajas y preocupantes de los últimos meses (un dato inferior a 50 da señales de contracción).

A esto se suma que, al cierre de esta edición, se conoció que inesperadamente el gasto de los consumidores decreció 0,2% en el mes de junio, caída que no se veía desde hace dos años y que evidencia que los hogares tienen menos confianza para consumir.

Estas razones han llevado a que analistas y prestigiosos economistas consideren que el acuerdo aprobado en el Congreso gringo no pone a Estados Unidos en el camino de solucionar sus temas fiscales, ni tampoco de crecimiento.

Incluso, analistas menos ortodoxos como los de Freakconomics ya comenzaron a advertir que sus indicadores les dan para pensar que se viene una nueva recesión y los mercados también están empezando a tener la misma idea.

El 2 de agosto, cuando finalmente se subió el techo de la deuda, el índice S&P 500 cayó 2,6% y con ello borró las ganancias que había acumulado en 2011, pues completó siete jornadas a la baja.

Las apuestas por una nueva destorcida están al alza, incluso entre los economistas más serios, como los del National Bureau of Economic Research, que es la entidad que certifica cuándo Estados Unidos entra o sale de una recesión. Bloomberg entrevistó a nueve de sus miembros y cinco de ellos ven que las posibilidades de recesión están creciendo, e incluso le dan 50% de probabilidades.

Por ahora, el capítulo del techo de la deuda terminó, pero la incertidumbre sigue. No hay claridad de lo que vaya a pasar en esta segunda parte de la película. Pero, generalmente, como en el cine, las sagas nunca son buenas.