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Las inversiones y la guerra

El temor de una guerra larga y difícil tumbó los mercados, pero no acabó con las oportunidades de inversión. La posibilidad de buenos rendimientos está presente.

4 de abril de 2003

La víspera de la guerra en Iraq, los mercados financieros del mundo hicieron un rally, pues la expectativa de una victoria rápida de Estados Unidos hacía prever un repunte importante de las bolsas una vez la guerra terminara, del cual nadie quería quedar por fuera. Para muchos inversionistas, el inicio de la guerra significaba el fin de la época de los bajos rendimientos y el despegue definitivo de la economía mundial. Dos semanas más tarde, ante la persistencia de la guerra, quedó claro que el repunte de esos días tan solo fue una ilusión pasajera en un mercado en el que la volatilidad está a la orden del día. De la misma manera en que los precios de las acciones o bonos suben hasta un 10 ó 15% o incluso más en un mismo día, por cualquier motivo, igualmente bajan, dejando por el camino a un sinnúmero de ganadores y perdedores.

Ahora, el temor de una guerra difícil y prolongada en Iraq se ha apoderado de los mercados y ha llevado a los inversionistas a liquidar sus inversiones. Como resultado, los índices de las principales bolsas del mundo se vinieron a pique y es muy posible que solo reaccionen cuando haya certeza del triunfo de las fuerzas aliadas sobre Hussein. Entretanto, el panorama es bastante sórdido, pues la extensión de la guerra podría tener un impacto muy negativo sobre la economía mundial y en particular sobre la de Estados Unidos, que de por sí ya está debilitada. De hecho, frente al temor de que la guerra se extienda, varias empresas de ese país redujeron sus expectativas de utilidades, con un fuerte impacto sobre el precio de las acciones. Este es el caso de las aerolíneas y de las empresas del sector hotelero.

La primera reacción de los inversionistas frente a la reciente caída de las bolsas fue pasarse a bonos del Tesoro de Estados Unidos, lo que disparó su precio. No obstante, esta solución es de muy corto plazo, no solo por el alto precio y bajo rendimiento de estos papeles, sino porque una prolongación de la guerra también podría golpearlos.

Frente a la imposibilidad de mantenerse al margen del mercado por mucho tiempo, la pregunta que se hacen los inversionistas es qué hacer con la plata en un momento en el que no hay claridad frente al futuro. La respuesta no es fácil, sobre todo porque en esta época está siendo revaluada incluso la creencia de que en el largo plazo las acciones terminan siendo la inversión más rentable. De hecho, mientras en el pasado la prima de los rendimientos de las acciones sobre la de los bonos era de 5% hoy es de 2,4%, lo cual es bajo para el riesgo que asume un inversionista al invertir en este tipo de papel.



Las alternativas



Sin duda, la guerra y la posibilidad de que se alargue son los factores que más están afectando los mercados y dificultando la toma de decisiones de inversión de más largo plazo. Sin embargo, hay que ir más allá, salirse de la coyuntura y proyectar escenarios posibles para la guerra y para cuando termine.

Desde la perspectiva de un inversionista, el hecho de que la guerra se prolongue no necesariamente es malo. Lo importante es entender qué está pasando para poder buscar las oportunidades. Un ejemplo claro es la evolución del euro en los últimos meses. En un año, esta moneda se valorizó un 23% frente al dólar, en parte por cuenta de la guerra, pero también como consecuencia de la debilidad de la economía de Estados Unidos. En este sentido, si la guerra dura unos meses más, es muy posible que este diferencial entre las dos monedas se mantenga o incluso que aumente. Si la guerra termina pronto, es muy posible que el euro pierda algo de valor, aunque no mucho, precisamente por las razones que lo llevaron a revaluarse originalmente, es decir, la situación de la economía de Estados Unidos. Este país tiene un déficit comercial tan excesivo como el de su cuenta corriente. Tarde o temprano, tendrá que ajustarse, lo cual se logra a punta de devaluación.

Otra alternativa por la cual están optando los inversionistas es la inversión en bonos soberanos de países emergentes. De hecho, los bonos de deuda externa colombiana figuran en este momento entre los más recomendados por los banqueros de Wall Street. No obstante, por considerarse una inversión de alto riesgo, estos mismos banqueros aconsejan no invertir más del 5% del portafolio en estos papeles.

En el más largo plazo hay que tener en cuenta no solo la capacidad de recuperación de la economía mundial, sino también los jugadores en la reconstrucción de Iraq. Aquí también hay oportunidades. Las acciones de las empresas vinculadas a esta reconstrucción muy posiblemente se valorizarán, así como las de las empresas de tecnología que hoy están apoyando la guerra y que logren demostrar resultados exitosos.

Desde la perspectiva de un inversionista en Colombia, la guerra también puede ser una oportunidad, sobre todo si maneja bien el juego entre las monedas. Para Colombia, la guerra es negativa en el sentido de que afecta la economía de Estados Unidos y, por tanto, la capacidad de este país para demandar productos colombianos, lo cual afecta el flujo de divisas hacia el país. Por el otro lado, aunque la guerra aumenta los precios del petróleo (lo que podría compensar mediante mayores ingresos de petróleo lo que deja de entrar por cuenta del resto de exportaciones), muy posiblemente el déficit va a ser mayor que el superávit. En este sentido, es aconsejable mantener parte del portafolio de inversión en dólares, así como en euros. De cualquier forma, con o sin guerra, esta es una estrategia ganadora, más aún si se tiene en cuenta que en Colombia las tasas de interés que se pagan por los papeles de inversión en muchos casos están por debajo de la devaluación proyectada.