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La tragedia del dólar

Mientras el Banco de la República rechaza el control de capitales para frenar la revaluación, el precio del dólar se desploma y todo indica que va para largo. El escenario es devastador para muchos.

11 de mayo de 2011

La caída en el precio del dólar parece imparable y ya hay analistas que apuestan por una divisa a $1.600 para el largo plazo. El debate parece ser el mismo de siempre: los exportadores están con los pelos de punta y piden que las autoridades hagan algo para frenar la revaluación; los importadores y los consumidores están que no caben de la dicha comprando cosas mucho más baratas y endeudándose en el exterior.

Sin embargo, todo indica que esta no es una coyuntura igual a las anteriores. Es probable que el dólar vaya rumbo a una de sus más bajas cotizaciones en la historia reciente, por cuenta de fuerzas enormes relacionadas con cambios estructurales en la economía de Colombia.

La inversión extranjera directa sigue llegando a un ritmo superior a los US$7.000 millones anuales, la mayor parte para financiar procesos productivos de largo aliento. También se fortaleció la inversión en portafolio, gracias a un mercado más hondo de capitales del país.

Por otra parte, las empresas colombianas están endeudándose afuera o trayendo sus dólares del exterior para financiar su expansión. El caso más palpable es Ecopetrol, que solo en el primer trimestre monetizó más de US$1.000 millones para distribución de dividendos y pago de impuestos. A esto hay que sumar las monetizaciones por parte del gobierno central.

Las medidas implementadas por las autoridades, como el plan de compras por US$20 millones diarios del Banco de la República y la retención al endeudamiento externo, sirvieron para ponerle un piso al dólar únicamente durante un par de meses. Hubo otros factores que mantuvieron el precio de la principal divisa en niveles promedio de $1.800. Por ejemplo, la demanda de dólares por parte del Banco de Bogotá, para pagar la compra del BAC-Credomatic en Centroamérica.

Todo indica que ese fue apenas un oasis en el desierto, pues hoy la cotización ya llegó a $1.760. Solo en abril, la revaluación fue de 4,8%.

Los empresarios que exportan están desesperados. Carlos Zuluaga, presidente de Acesco, aseguró que hoy les resulta más rentable traer los productos de otros países para comercializarlos. "Estamos tomando una decisión de cerrar un proceso de producción, que resulta mejor importarlo. No es sustentable en costos", explicó.

Jorge Alberto Sierra, presidente de Ferrasa, cree que "la apreciación del peso, más la reducción de aranceles nos deja en un escenario devastador. Es muy complicado competir con países como China, donde el gobierno controla la moneda".

Augusto Solano, presidente de Asocolflores, explicó que para su sector "esta inundación de dólares es peor que la ola invernal que ha afectado varios cultivos; la revaluación perjudica de manera grave a todos los floricultores".

Por eso, todos claman por medidas e incluso insisten en la necesidad de revivir el control de capitales y hacer intervenciones más agresivas en el mercado. De hecho, el mismo Fondo Monetario Internacional (FMI) ha reconocido que este tipo de salidas puede ser útil si se usan de manera "temporal y complementaria a otras políticas".

Sin embargo, el Banco de la República piensa todo lo contrario. El pasado 9 de mayo, durante su último informe de política monetaria y rendición de cuentas, el gerente del Emisor, José Darío Uribe, afirmó que hoy no es conveniente el control de capitales para contrarrestar la revaluación del peso: "Si no lo hemos usado es porque hemos considerado que el costo es mayor que el beneficio", dijo.

La solución no parece tan sencilla esta vez. Dichas medidas sirven para enfrentar flujos especulativos como en Brasil, pero no fuerzas estructurales de llegada de capitales, que están generando crecimiento económico, como los enormes niveles de inversión en minería y petróleo.

Por esto mismo, es claro que la tendencia de revaluación se mantendrá durante los próximos años, pues estamos ante el comienzo de un boom minero-energético. Según proyecciones del Grupo Bancolombia, la tasa de cambio podría alcanzar hacia 2016 niveles alrededor de $1.600.

El mensaje para los empresarios es que tendrán que aprender a convivir con tasas de cambio a la baja. Entre otras cosas, porque el debilitamiento del dólar no es un fenómeno exclusivo de Colombia. De acuerdo con la revista The Economist, la moneda de Estados Unidos está en el nivel más bajo de los últimos 38 años, por cuenta de la crisis económica y la laxa política monetaria de la FED, que ha mantenido un nivel de tasas de interés cercano a cero. Con estos niveles de tasas en los países desarrollados, los capitales seguirán llegando.

Precisamente por ser un fenómeno global y de largo plazo, el Banco de la República no tiene mucho qué hacer. Comprar dólares y mantener un nivel artificial de tasa de cambio es prácticamente imposible, porque generaría ataques especulativos.

"La Junta, unánimemente, quiere una tasa de cambio más alta, pero el asunto es cómo lograrlo. Controlar el precio del dólar es casi imposible. Nosotros tendríamos para intervenir solo una centésima parte de un mercado enorme", dijo una fuente del Emisor.

Además de comprar US$20 millones diarios (medida que podría postergarse durante varios meses más) el arsenal del Emisor no es mucho: intervenir en las normas sobre posición propia y apalancamiento del sector financiero. También podría usar encajes para restarle dinamismo al crédito y quitarle liquidez a la economía.

Pero meterle mano de manera excesiva a cualquiera de estos mecanismos podría generar distorsiones en el mercado de capitales y ahuyentar inversión que viene a generar crecimiento y empleo en Colombia. Se trata de un equilibrio difícil de lograr y por eso hay que pensarlo bien a la hora de pedir la intervención del Emisor.

En cuanto al gobierno, el ministro de Hacienda, Juan Carlos Echeverri, aseguró que pronto dará a conocer más medidas. Por el momento, ya anunció un fondo en el exterior por US$1.200 millones para pagar el vencimiento de bonos denominados en moneda extranjera. Además, están en discusión en el Congreso la reforma a las regalías y la regla fiscal, proyectos claves para ahorrar los recursos de la bonanza petrolera.

El saneamiento de las finanzas públicas es la solución estructural a la revaluación. El país aún no está viviendo una enfermedad holandesa, pero hay síntomas preocupantes. La industria crece y mantiene una participación estable con alrededor de 13% del PIB, pero el país depende excesivamente de la minería y eso no deja de ser peligroso.

Por lo pronto, el fantasma de la revaluación va a seguir presente en la economía colombiana por los próximos meses. Solo un eventual aumento en la tasa de interés de los Estados Unidos, lo que podría ocurrir apenas el próximo año, daría un respiro. La nueva realidad es otra: el peso colombiano se ha fortalecido.

Mientras tanto, los empresarios deben aprender a cubrirse con operaciones de derivados y generar mayores niveles de competitividad sin depender del nivel de tasa de cambio.